𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔
–Hola –saludan al unísono, los latidos sobresalen de su pecho con tanta fuerza, que ruega interiormente porque no se escuchen.
– ¿Cre... crees que podamos hablar? –tartamudea tímido mirando a los lados. Esta actitud toma por sorpresa a Alexandra que solo le había visto tímido el día que le pidió ser su novia. La atención de las personas cerca parece dirigida exclusivamente a ellos y obligan a la castaña a dejar de lado sus recuerdos para centrarse en la realidad.
–Seguro –responde con simpleza, decidida a tomar las riendas de la situación.
–Vayamos a un lugar donde podamos estar solo tú y yo –sugiere echando un vistazo a su alrededor.
–Como quieras.
Empiezan a andar a la par provocando que sus hombros se rocen por momentos, pero ninguno se inmuta. El silencio es incómodo y las miradas que les siguen los pasos, lo son aún más.
Nunca le había molestado caminar entre la gente, mucho menos en la escuela. Pero ser el centro de atención jamás le pareció gran cosa, es mas lo evitaba siempre que podía. El pasillo parecía extenderse a cada paso que daban provocándole una fuerte jaqueca a la adolescente.
–Creo que aquí estará bien –el castaño señala una puerta a la mano derecha del pasillo.
– ¿Seguro? –inquiere dudosa.
–Sí, no hay nadie –le asegura mirando a través de la lámina de vidrio de la puerta, la abre amablemente para dejarle el acceso libre.
– ¿Cómo sabes de este lugar? –curiosea entrando en el salón vacío. Las carpetas están pulcramente ordenadas con una fina capa de polvo recubre todas las superficies, la pizarra vacía y el escritorio del profesor también.
–Tenía historia aquí, hasta el mes pasado –empieza a explicar–, pero tuvieron que reparar algunas goteras, por eso la dejaron vacía. Un aula en desuso, perfecto.
– ¿Perfecto para qué? –gira a ver a su exnovio.
–Para hablar de nosotros. Alexa... –susurra apenas audible–... quiero pedirte disculpas –hace una pausa y levanta la mirada, que hasta ahora seguía en el piso–, por lo que viste en esa fiesta. Sí, me refiero a Emilia. Y también por cómo te mira la gente.
La presión sobre su pecho no le permite pensar con claridad, mucho menos poder articular una palabra para disipar el silencio que ha vuelto a formarse acrecentando la tensión entre ambos.
–Yo... hace una semana ni la mitad de la escuela me conocía –reconoce aumentando la distancia que le separa del chico–. ¿Cómo es que ahora saben de mí? –inquiere con frustración por no entender nada.
–Es... es culpa mía –admite cabizbajo, incapaz de mantener el contacto visual que habían establecido–, lo siento tanto.
–Ernesto –deja escapar de sus resecos labios–, ¿qué fue lo que sucedió? Quiero la verdad –dice con seguridad.
–Pues... yo, perdí el control cuando te vi salir de ahí con él detrás de ti –su voz expresa miedo y coraje a la vez–. Maikel y su hermano intentaron detenerme, pero... me desconocí en ese momento Alexandra, solo gritaba tu nombre. No sé por qué razón reaccioné de esa manera –reconoce completamente acongojado.
– ¿Por eso tienes estas marcas? –le pregunta acercándose a él, rozando sutilmente el labio inferior del castaño con su pulgar. Atesorando en su memoria, lo que sabe, es el último contacto que tendrá con él.
–Sí –susurra cerrando sus ojos disfrutando del tacto de la castaña–. Supongo que las merezco.
–¿De qué querías hablar cuando me encontraste? –pregunta cambiando de asunto de repente.
–Cuando te vi –se rasca la nuca nervioso mientras observa de soslayo a Alexandra–, quería pedirte otra oportunidad.
–Pero, tú rompiste conmigo –le recuerda, distante.
–Quería que olvidáramos elasunto con Alex, volver a ser lo que éramos –espeta.
– ¿Qué pasó con Emilia? –pregunta dolida ante la inminente verdad.
–No lo voy a negar, nos besamos –reconoce intentando mantener la vista puesta en ella.
Alexandra mira hacia arriba intentando contener las lágrimas, alejándose de él de inmediato. Observa con detenimiento las goteras y espera concentrarse tanto en ellas que ya no duela tener al chico que tanto quiere frente a ella, confesando aquello.
–Ya... –susurra más para sí misma que para él.
–Pero la dejé en cuánto recordé que no eras tú, por eso estaba tan furiosa. La dejé, lo prometo –dice con ojos suplicantes.
–No... –murmura con dificultad por el nudo presente en su garganta, sus humedecidos ojos vuelven a posarse sobre el rostro del castaño–. No confiaste en mí cuando te dije que no había pasado nada con Alex, no tuve nada que ver con él.
–Alexa... –le llama intentando sostenerle de la muñeca para apaciguar su enojo.
–No había pasado absolutamente nada con él y admito que estuvo mal de mi parte dejarte ahí con mi familia. Pero no pasó nada con Alex y aun así rompiste conmigo –le recrimina dedicándole una fría mirada.
–Estaba jodidamente perdido pensando en la posibilidad de que él se enamorara de ti, tal como lo hice yo.
–No es una excusa Ernesto, tampoco una justificación para que hicieras lo que hiciste.
–Fui un idiota y estoy parado aquí admitiéndolo –dice apretando la mandíbula.
–No creíste en mí, no me culpes por no poder creer en ti ahora –le dice con voz profunda.
–Es culpa mía, eso lo sé. Espero que me perdones por lo que hice, hablo de todo lo que hice –repite.
–No puedo darte una respuesta ahora –admite negando con la cabeza.
–No pido ni espero que lo hagas ahora. No quiero presionarte, por ahora solo deseaba que supieras que estoy realmente arrepentido –habla con voz ronca. Alexandra asiente sin mirarle, procurando contener el llanto.
–Realmente te extraño Alexandra –balbucea acortando la distancia que les separa–. Sé que tú te sientes igual. Te quiero, no dejaré de hacerlo –le besa presionando sus labios por unos instantes sobre su frente.
– ¿Por qué lo hiciste? –reclama refiriéndose al beso, sin moverse ni un solo centímetro.
–Perdóname, por favor –vuelve a decir decepcionado de sí mismo–. Te daré el tiempo que necesites, sabré esperar por ti.
–Yo, no... –musita.
–No –interrumpe Ernesto–, no es necesario que respondas ahora. Yo... creo que es hora de irme –anuncia apartándose sutilmente de su lado.
–No, yo me voy –afirma y se aleja de él para verle por última vez antes de salir del vacío salón sin volver la vista atrás, firmemente convencida de no regresar.

ESTÁS LEYENDO
Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...