Febrero 23 | Alexandra

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𝑴𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔 

Frente al clóset busca algún vestido de color negro, pero lo único que encuentra son vestidos cortos, nada apropiados para la ocasión. Rendida se tumba sobre la cama.

–Es inútil, no encontraré nada –resopla.

–Tal vez yo tenga algo que pueda quedarte –sugiere Mara, con una mano bajo la barbilla, pensando.

–Pues no perdamos más el tiempo.

Ambas se dirigen a la habitación de la menor, Mara abre los cajones de su armario tratando de dar con el vestido que tiene en mente, y que está segura, le quedará perfecto a su hermana.

– ¡Aquí está! –exclama exhausta secando una gota de sudor imaginaria de la frente.

El vestido tiene mangas cortas, y el largo es excelente, tres dedos bajo la rodilla. Se ve frente al espejo, y era como esperaba verse, elegante y recatada. Tal como su madre le había dicho la noche anterior.

– ¿Qué tal? –le pregunta a Mara.

–Te ves muy bien con él, deberías quedártelo –responde con una sonrisa de satisfacción.

– ¿Desde cuándo lo tienes?

–El recital de primavera –explica a lo que ella asiente.

–Claro, ya lo recuerdo. Te tomaré la palabra, me lo quedaré.

Se calza las converse negras, mientras su hermana termina de vestirse.

–Ya terminé –asegura Alexandra que se pone de pie y alisa la parte baja del vestido.

– ¿Y esos cabellos alborotados? –le pregunta su hermana, mientras le alcanza un cepillo.

–Ya –dice  pasando los dedos entre sus rulos–. Ya está.

Regresa a su habitación, y va directo a su tocador. Toma la cajita de color blanco, y de esta saca el perfume que su padre le regaló hace unos meses. Se lo rocía sutilmente. Nunca le ha gustado llamar la atención por su exagerado olor a flores.

–Alex, ¿ya estás lista? –dice Carla entrando en la habitación de su hija–. ¿Estás de broma? ¿Y esos zapatos?

–No digas nada, me veo bien –se anticipa a contestar.

–Te dije, elegante.

–Y lo estoy –dice mientras gira sobre sus pies. Carla resopla, sin embargo no dice nada más.

Felipe entra en la habitación con una clara expresión de preocupación.

–Alex no está –anuncia

<<Línea de división>>

–Ya busqué en el jardín –comenta Mara llegando a la sala.

–Está bien Mario, llámame si llegas a verlo –su padre corta la llamada–. No está en la iglesia, nadie lo ha visto por ahí –explica.

Los cuatro han pasado los últimos veinte minutos buscando a Alex por todos lados, teniendo la tonta idea de que el muchacho no llegaría tan lejos con las muletas.

–En diez minutos empezará la misa –dice su madre levantándose del sofá–. Debemos irnos ya.

–No podemos ir sin él –replica la castaña.

–Lo sé Alex, pero yo ya debería estar ahí. Todo el cuerpo policial está.

–Ustedes vayan, yo los alcanzaré –sugiere.

–De ninguna manera jovencita, tú vienes con nosotros –interviene Carla muy seria.

– ¿Y si vuelve?

–Carla, Alex tiene razón, quizás vuelva –reconoce su padre.

Cierra la puerta tras despedirse de sus padres y de su hermana. En verdad espera que el pelinegro aparezca pronto. Camina impaciente de un lado a otro por la sala dándole vueltas a la idea que ha surgido de repente.

Sabe que no está bien, pero también sabe que es necesario. Decide entrar en la habitación de invitados. Nadie lo sabrá de todos modos, piensa.

La cama está hecha, se sorprende al ver el móvil de Alex sobre esta, se acerca y lo toma. Lo enciende y en la pantalla aparece una foto de él junto a una mujer, abrazados, en lo que parece ser el lago que está a las afueras del pueblo. Desliza el dedo y su sorpresa es mayor al notar que no tiene patrón que lo proteja. Pero lo agradece internamente.

Va al registro de llamadas, y ve los nombres de las personas con las que Alex ha hablado en las últimas horas. Pero cree que no es prudente marcarle a ninguno.

Continúa buscando alguna pista que le ayude a dar con el paradero del muchacho. Entra en la galería, sabiendo que no debe hacerlo, pero que es necesario. Se lo repite varias veces mentalmente para evitar sentir culpa. Ve algunas fotos con la misma mujer de la foto de pantalla, otras donde la mujer aparece junto a un hombre que ella reconoce rápidamente. Es el jefe de su padre, por tanto ambos son sus padres.

Sigue en busca de otras fotos, Alex aparece frente a una gran casa. Trata de identificar el nombre de la calle en la que aparece el pelinegro en otras fotos. Hasta que lo logra.

–Ya sé dónde estás –susurra aliviada para sí misma. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora