Abril 16 | Alex

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𝑺á𝒃𝒂𝒅𝒐, 10:56am

No le da tiempo de detenerle, solo la ve salir de la habitación dejándole con el doctor, quien le mira fijamente.

–Buenos días, Alex –sonríe mientras pasa las hojas una a una en el tablero.

–Hola –se limita a decir.

–Supongo que la señora De la Fuente ya te dio el pronóstico –dice haciendo referencia a la madre de la castaña.

–Sí, ¿cuándo me darán el alta?

–No te apresures Alex, no tomamos estas cosas a la ligera –su tono es serio de repente–. La primera vez que te vi aquí, estaba sorprendido.

– ¿A qué se refiere? –pregunta confundido.

–Verás –se quita las gafas y acaricia su blanca barba–. Alex, sobreviviste al accidente pero pasaste algo difícil estando aquí –la duda se hace presente en su mente, donde distingue la imagen de sus padres la noche de febrero mientras la voz del doctor se vuelve lejana.

–Sufriste un paro respiratorio y volviste tres minutos después de la reanimación –continúa diciente, todo a su alrededor parece detenerse y el ambiente se vuelve denso, casi palpable.

–¿Có... cómo dice? –tartamueda, le es imposible articular palabra–. ¿Cómo? Yo... yo estaba despierto, yo vi a mi padres.

–La apnea* puede ocurrir en cualquier momento, en tu caso seguramente fue por el shock. Lo bueno es que sucedió cuando estabas aquí y pudimos intervenir.

–Es... difícil de creer.

–Cuando te volví a ver ayer, eso sí que fue difícil de creer. Te golpearon fuertemente en todo el cuerpo, pero por suerte, ningún órgano está comprometido.

– ¿Qui... quiere decir que estoy bien?

–No del todo, en mis veinticuatro años como médico nunca creí en los milagros ni nada que se le pareciera. Pero si todo aquello existiese, tienes mucha suerte, Alex.

– ¿Eso qué significa?

–Que... –duda un instante–. Alguien te está cuidando, alguien evitó que los golpes que te propinaron solo hayan dejado rasguños y moretones por sanar.

–Alguien... ¿alguien como quién?

–Creo que tú sabes –sonríe aun con la expresión sombría en el rostro–. Pero –parece que trata de cambiar el tema–. Lamento decirte que debes quedarte esta noche, tu ligamento cruzado sufrió una fisura leve cuando caíste al suelo, puedo suponer. La buena noticia es que... Johanna está feliz de recibirte otra vez.

El pelinegro no puede evitar sonreír ante aquello.

–Gracias doctor.

–Dime Iván –le sonríe.

–Gracias Iván –los ojos se le humedecen al pronunciar el nombre de su padre.

–Cuídate mucho Alex y espero sinceramente, no volver a verte aquí otra vez –repite con pesadez–. No así.

<<Línea de división>>

–Solo serán algunas preguntas –asegura el padre de Alexandra–. Necesito que describas lo que sucedió el viernes, por favor –pide acompañado por un oficial que se sienta en el sillón en el que había estado Matheo unas horas antes.

–¿Tiene que ser ahora? –pregunta tallándose los ojos con cuidado.

–¿Recuerdas algo de lo qué pasó? –le pregunta Felipe.

–No mucho. Salí de la escuela y caminé unas cuadras.

– ¿Te encontrabas solo? –inquiere el oficial anotando en una pequeña libreta de hojas a rayas.

–Sí –admite y ve a Felipe agachar la cabeza.

–Continúa por favor.

–Pues... eran dos hombres, uno de estatura promedio y el otro una cabeza más alto, creo –dice con los ojos cerrados, reviviendo con pesar lo que vivió la noche anterior a esa.

– ¿Recuerdas haberles visto alguna vez?

–No, no creo haberlo visto nunca –reconoce sinceramente.

–Bueno, sabemos que no fue un robo. Tenías todo cuando llegaste a casa. ¿Sabes quién te llevó para allá?–pregunta el hombre anotando todo en una pequeña libreta.

Repara un momento en aquella interrogante. No puede recordar nada después de la golpiza. No tiene manera de saber cómo llego a casa o siquiera de que lo había hecho.

–No, no lo sé. Lo siento –murmura.

–Trata de recordar muchacho –insiste el oficial.

–Creo que ya es suficiente Gonzalo –dice Felipe muy serio–. Puedes irte, te veré mañana en la oficina. El hombre asiente y sin decir palabra alguna, sale de la habitación dejándolos solos.

–Gracias –murmura Alex.

–El doctor ya me dijo todo... pero ¿cómo te sientes?

–Mejor que antes.

–Alex, te pido una disculpa por ponerte en riesgo. Debí haber atendido el móvil cuando llamabas, pero...

–Sé que está ocupado trabajando por encontrar al asesino de mis padres. Pero ha pasado mucho tiempo y aún no me dice nada al respecto. ¿Tiene alguna pista o indicio de quién pudo ser? –cuestiona controlando las emociones que intentan desbordarlo.

–Aún no Alex, esto lleva tiempo. Hacemos lo que podemos...

–Pues inténtelo más, háganlo mejor. Pero debo saber. ¡Necesito saber! –exclama exasperado–. Esto –dice señalando su rostro donde siente dolor por los golpes–. No me lo hizo cualquiera. Los que me golpearon sabían quién era.

– ¿A qué te refieres? Alex, ¿sabes quiénes fueron?

–No, no lo sé. Pero ellos saben perfectamente quien soy. ¿Todas mis pertenencias están donde deben estar? –pregunta y ve al hombre asentir algo confundido–. No pretendían robarme nada.

– ¿Sabes de alguien que quisiera lastimarte?

Piensa rápidamente en Lucas Estrada. Pero esa suposición se desvanece con la misma velocidad. No le cree capaz de algo así.

–No –musita dudoso.

–Voy a averiguar quién te hizo esto Alex.

–Ya. Solo quiero saber si esto tiene alguna conexión con lo de mis padres. Quiero saber la verdad.

–Vamos a descubrirlo. Tienes mi palabra. 


*apnea: Suspensión transitoria de la respiración.

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