𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔
–Va, va. Cuéntame qué te dijo –insiste su amigo.
–Me dijo que... que quería tomarse un tiempo –cuenta y su expresión repentinamente se torna sombría.
–Ahí lo tienes –dice el moreno haciendo señas en el aire con las manos–. No tuviste que hacer nada.
–Ya –apaga el móvil y lo lanza lejos de él.
– ¿Qué te sucede Alex?
–Nada –miente y exhala fuertemente.
–No entiendo, querías que se alejara ¿o no?
–Sí, pero no pensé que de verdad lo haría. No pensé que estuviera dispuesta a cambiar sus horarios por culpa mía –confiesa, tomando el móvil y poniéndoselo a Matheo entre los ojos.
–Que intensa –responde este, sosteniendo el teléfono y con el pulgar desliza sobre la pantalla–. Es mejor así hermano, no podrá ver las fotos que publiques con las chicas con las que vas a salir de ahora en adelante –dice y hace un guiño.
–No hablarás en serio –replica acostándose mejor en la cama.
–Sí, hablo muy en serio –le devuelve su móvil y fija la vista en él–. Ya es hora de que salgas con alguien.
–Bien sabes que Eva no es el problema... se trata de mí.
–No creo que seas tú, no esta vez. Si conocieras a alguien más, tal vez...
–Si no quise nada con Eva, ¿qué te hace pensar que quiero algo con alguien más?
–Pues... –balbucea el moreno.
– ¿Ya olvidaste a Leah?
–No soy yo quién debería hacerlo. Vamos Alex, ya han pasado seis meses. Va siendo hora.
–Ya... –suelta un prolongado suspiro.
– ¿No te dijo Nícolas que tenías que seguir?
–Sí, me lo dijo –susurra–. Desearía que Nícolas estuviera aquí –dice recordando a su psicólogo.
–No puedes seguir con lo mismo. No quieras cargar con tres pérdidas encima. Nadie puede, tú no quieras intentarlo –niega con la cabeza una y otra vez.
Cada palabra que pronuncia Matheo, le hace sentir insuficiente, débil. Pero al mismo tiempo le encuentra razón.
–No pretendo hacerlo –replica fingiendo seguridad.
–Entonces, supéralo y siéntete libre de hacer lo que quieras hacer. No sientas culpa, ella estaría feliz de que tú lo estés.
Los recuerdos de la primavera pasada golpean su memoria: Leah con una margarita en el cabello sonriendo solo como ella sabía hacerlo mientras él, besaba su mejilla.
Cuando las imágenes son difíciles de seguir procesando y siente que se empieza a formar un nudo en su garganta, se anticipa a hablar:
–Iré a por algo de beber –se pone de pie–. ¿Quieres que te traiga algo? –se dirige al moreno que le mira expectante.
–No, estoy bien –asiente y empieza a andar arrastrando la férula, dejando las muletas atrás–. Alex, hay más psicólogos en este pueblo, podríamos buscarte otro.
El pelinegro solo asiente no muy convencido y cierra la puerta de la habitación. La peor parte de aceptar la oferta de Felipe, de dormir en el segundo piso, es esa precisamente, bajar las escaleras. Mientras lo hace, piensa en que cuando tenga la oportunidad de decírselo a la castaña, lo hará sin preámbulos. Aun con la férula impidiéndole acelerar el paso, llega a la cocina.
Cuando se dispone a entrar, escucha la voz de Alexandra lo que hace que se detenga antes de cruzar el umbral de la puerta.
– No lo sé y ya no hablemos más de eso –hay una pausa, donde entiende que no está sola–. Necesito empezar el proyecto cuánto antes. ¿Cuándo podemos ir a la escuela de Oli? –continúa.
–No me cambies de tema Alexandra –escucha la voz de un chico.
Nunca le ha gustado escuchar conversaciones de las que no forma parte, pero siente tanta curiosidad, que se pone cómodo apoyándose en la pared para seguir escuchando.
Pero ya no hay más palabras que se perciban desde afuera de la cocina. Se acerca más a la pared, y escucha los pasos de alguien cerca. Hasta que frente a él aparece la melena despeinada de la castaña.
–Puedo ayudarte –dice sin pensarlo dos veces.
– ¿Mm? –gime confundida.
–Con tu proyecto, yo puedo ayudarte –repite con más seguridad que antes.
–No es ne... necesario –tartamudea.
– ¿Segura? –inquiere, deseando interiormente que su respuesta cambie.
–Sí –asiente.
–Bien –se incorpora separándose de la pared–. Si necesitas algo, dímelo.
Sigue hasta entrar por completo y va directo al congelador. Escucha de pronto un carraspeo exagerado detrás de él. Voltea rápidamente para encontrarse con un muchacho de tez clara y cabello rizado.
–Lo siento, no te había visto –se siente tonto por olvidar que la castaña se encontraba con alguien más.
Al instante las mejillas del chico se tiñen de rojo. Se despide haciendo un gesto con la mano y sale de ahí con una sonrisa en los labios. No disfruta poner nerviosas a las personas, pero no puede negar, que es divertido.

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Todo por Alex
Novela JuvenilAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...