Febrero 22 | Alex

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔, 3:15pm

𝓐𝓵𝓮𝔁

Acostado sobre la cama de su nueva habitación revisa distraído el móvil que creyó no recuperar, pero que Felipe le entregó sacándolo de la guantera cuando se estacionó frente a la casa donde se encuentra ahora mismo.

Desliza el pulgar sin detenerse viendo los números que le han marcado durante los últimos dos días. Matheo y Jessica son los nombres que se repiten en la lista.

Decide marcarle primero al que es su amigo desde que tiene diez años. Espera unos segundos hasta que este responde:

– ¡¿Alex?! –exclama con tono sorprendido–. ¿Eres tú? ¿Cómo estás?

–Calma Matheo, soy yo.

–Me volví loco cuando vi las noticias –reconoce la voz al otro lado de la línea en un tono melancólico.

–Estoy bien, sólo tengo la pierna fracturada.

–Creí que te había perdido, cuando escuché aquello...

–Sigo aquí –intenta tranquilizarle.

– ¿Sigues en el hospital? No pude siquiera entrar, la prensa estaba aglomerada en la entrada... era una locura.

–No, hoy por la mañana me dieron el alta, estoy en casa de un colega de mi padre.

–Dame la dirección, iré a verte.

–Mañana será el funeral de mis padres –dice sintiendo el nudo formarse en su garganta.

–Ahí estaré Alex... –le dice y hace una pausa–. No sabes lo feliz que estoy de que estés bien.

–Gracias Math, hablamos después. Llamaré a Jessica.

Cuando está por marcar el siguiente número, unos topes en la puerta le detienen. Con desgano se levanta y se pone de pie apoyado de las muletas. Camina hasta quedar frente a la puerta y la abre para encontrarse con los ojos café que había visto hace un par de horas.

–La cena está lista –dice la castaña.

–Ya –es lo único que dice para girarse y sentarse con cuidado sobre la cama nuevamente. Toma el iPhone y teclea el número en la pantalla. La puerta sigue abierta, por lo que puede notar que Alexandra sigue parada ahí.

– ¿Jess? –pronuncia al escuchar la voz de la chica al otro lado de la línea.

Gira la cabeza hacia la puerta otra vez, y esta vez solo ve los rizos castaños rebotando con cada paso que Alexandra da.

Sentado en el comedor junto a personas que no conoce, no puede sentirse más incómodo. Nadie habla durante los primeros minutos. Hasta que Felipe, decide romper el silencio.

– ¿Te gusta tu habitación, Alex? –pregunta y él levanta la mirada hacia el hombre. Pero la castaña también lo hace.

– ¿Qué haremos con este dilema? –dice de manera divertida Carla y él le agradece internamente de que le haya interrumpido para no contestar.

– ¿A qué te refieres mamá? –cuestiona la menor de la familia.

–Pues, ahora hay dos Alex en la familia. ¿Cómo los llamaremos ahora? ¿Alex uno y Alex dos?

–Ya déjalo, no es gracioso –replica la castaña. Pero no es cierto, a Alex sí que le parece gracioso, agacha la cabeza para ocultar su sonrisa–. Soy Alexandra, así es como deben llamarme.

–No te enojes, cariño –dice Felipe dando golpecitos en su espalda.

***

Después de un relajante baño, se acuesta sobre la cama tratando de conciliar el sueño y olvidar por un momento que a la mañana siguiente enterrarían a sus padres. Pero no lo logra, y al rato de dar vueltas sobre la cama, decide que es hora de aclarar sus dudas.

Sale y va hacia a la sala, donde para su suerte Felipe se encuentra recostado frente al televisor. Este al notar su presencia, toma el control remoto y lo apaga. Se incorpora sobre el sofá y le mira esperando que diga algo. Al ver que no lo hace, él se anticipa a preguntar:

– ¿Pasa algo? ¿Necesitas algo?

–Quiero preguntarle algo.

–Claro, siéntate –le ofrece, pero este niega con la cabeza.

–No, estoy bien. Quiero saber, ¿Por qué... por qué el cuerpo de mi madre estaba fuera del auto?

–Pues, porque no llevaba puesto el cinturón de seguridad.

– ¿Qué? No, si lo llevaba, papá siempre... –empieza a decir Alex pero se detiene al recordarlo. Cuando empezó a insistir sobre entrar al equipo de fútbol, su madre se giró hacia él, lo hizo con facilidad porque no llevaba puesto el cinturón... se lo había quitado por él.

Los ojos se le encharcan de lágrimas, la misma punzada en el pecho aparece otra maldita vez. No sabe qué hacer, no tiene nada claro, solo una cosa es clara en su mente ahora: Su madre, murió por culpa suya. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora