Marzo 27 | Alex

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐, 6:57pm

– ¿Seguros? –pregunta por tercera vez.

–Ya Alex, anda –responde la rubia alejándose de la puerta–. De todos modos, no puedo quedarme.

– ¿Qué hay de ti? –le pregunta esta vez a su amigo.

–Me gustaría, pero tampoco puedo quedarme –lamenta mostrándole la pantalla del móvil, doce llamadas de "Mamá" –. Discúlpame con Mara.

–Venga, no hagas esperar a ese chico –Jessica señala la puerta entreabierta con la cabeza–. Ya cenaremos juntos otro día.

Sale junto a sus amigos y cierra la puerta tras él.

–Hey –saluda el moreno al castaño que está apoyado en el marco de la puerta, con las manos escondidas en los bolsillos de la casaca.

–Hola –responde serio.

–Llámame después –susurra Jessica en su oído, y él solo asiente.

Se despide de sus amigos y ya puede sentir la mirada del muchacho quemarle la nuca.

–Hola – le saluda el castaño.

Alex solo atina a asentir con la cabeza, su forma de saludo cuando no quiere pronunciar ninguna palabra.

–De seguro Alexandra ya te dijo a lo que vine.

– ¿A disculparte? –pregunta incrédulo.

–Así es –cruza los brazos, parece algo nervioso–. Alex, yo no te conozco y no debí haber dicho lo que dije ese día.

– ¿Decir qué?

–Ya sabes, que te alejaras de Alexandra.

– ¿Por qué te disculparías por eso? Dijiste lo que querías –replica con semblante serio.

–Sí... sonó muy grosero –agacha la cabeza, en un gesto que le hace ver avergonzado.

– ¿Para ti o para mí?

–Para Alexandra –reconoce sin reparo.

–Entonces, ¿estás aquí fingiendo disculparte solo por ella?

–No finjo disculparme, realmente lo estoy haciendo.

–Ya lo había olvidado.

– ¿Aceptas mis disculpas?

–No te escuché mencionarlas.

–Vamos Alex...

–No importa –admite restándole importancia al asunto.

–Bien. Entiendo que tu situación es complicada y es necesaria la ayuda que te brindan Carla y Felipe. Pero...

–Creo que, no deberías hablar de lo que no sabes.

–Esto es lo que sé, Alexandra y yo llevamos ocho meses juntos y nadie va acabar con lo que tenemos. Deberías saberlo tú también.

–Es asunto de ustedes, me tiene sin cuidado.

–Entonces te será sencillo no acercarte a ella.

–Descuida, no tenía pensado hacerlo –reconoce y se gira para entrar en la casa.

–Hablo en serio –insiste Ernesto tomándole del brazo, provocando que suelte una de sus muletas.

–No vuelvas a hacer eso –advierte zafándose del agarre.

Entra en el recibidor y el apetito lo ha perdido tan repentinamente como la noción de lo que pasa a su alrededor. Tras responder algunas preguntas que le hace Mara, se encierra en la habitación de invitados.

De pie frente a la ventana que lleva la cortina corrida aumentándole oscuridad al lugar, se quita la camiseta y la tira al suelo.

¿Cuándo ha perdido autoridad sobre sí mismo? ¿Cuándo ha empezado a aparentar ser insuficiente y vulnerable? ¿En qué momento perdió el respeto de los demás?

Demasiadas preguntas se formulan en su mente. Se acuesta sintiéndose inútil, mientras le enerva no tener las respuestas a cada una de ellas.

La guitarra empieza a sonar en la habitación, abrumado coge el móvil y atiende a la llamada.

– Buenas noches, ¿Alex? ¿Alex Noriega? –duda la voz de mujer que escucha.

–Sí, ¿quién habla? –pregunta extrañado.

–Mariana Chávez, la abogada del Señor Rodrigo Noriega.

Su expresión cambia a estar desencajada por completo. En casi diez años de no haber tenido contacto con ellos, ¿de pronto aparecen?

–Le hablaba para coordinar una cita con usted, debemos tratar el asunto cuanto antes –continúa la mujer.

– ¿Asunto? ¿Cuál asunto? –cuestiona al momento en que se incorpora sobre la cama.

–La herencia, claro –dice con simpleza, como restándole importancia.

–Creo que todo quedó claro en la lectura del testamento de mi padre, día en el que ellos no se presentaron.

–Es de vital importancia que nos reunamos, hay algunos acuerdos que debemos establecer.

–Sé que solo está haciendo su trabajo, pero le voy a pedir que no vuelva a llamar –corta la llamada y tira el móvil sobre la cama.

La cabeza le da vueltas, son demasiadas emociones en un solo día. Toma el móvil nuevamente y hábilmente marca el número aún con los ojos húmedos impidiéndole ver con claridad a sus dedos teclear.

–Te necesito –susurra cuando escucha la respiración de la chica al otro lado de la línea.

– Alex, ¿estás despierto? –escucha que pregunta una voz fuera de la habitación.

Sin ánimos de cortar con la comunicación, responde en voz alta.

–Sí, adelante.

Felipe entra con un aire misterioso y se para frente a la cama.

–Toma lo que necesites para dormir y vienes conmigo.

– ¿A dónde? –le pregunta frunciendo el entrecejo.

–A tu nueva habitación.

Se queda perplejo por un momento, hasta que Felipe enciende la luz de la habitación. No se lo esperaba, pero cree saber quién es la responsable de eso. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora