Abril 30 | Alex

664 59 11
                                    

𝑺á𝒃𝒂𝒅𝒐

El incesante pitido de la alarma inunda la habitación por completo, ayudándole a despertar de su pesadilla. Otra vez, húmedo por el sudor se remueve entre las sábanas para apagar el aparato que sigue sonando.

No hay nada nuevo en sentirse asustado. Es más, en las últimas semanas la sensación de miedo al dormir, se ha disipado gradualmente siendo reemplazado por agradecimiento de poder evocar el recuerdo más reciente sobre sus padres. De la manera que menos esperaba, agradece verlos aunque sea en sueños.

Después de ducharse se detiene frente a la maleta para elegir al azar la ropa a usar. Niega decepcionado de sí mismo por mantenerse sin desempacar sus prendas aún y echa un vistazo al resto de la habitación observando sus pertenencias traídas hace poco, por doquier.

–Vaya, que fiasco –resopla cansado.

Tras vestirse, observa su imagen frente al espejo. Definitivamente luce mucho mejor, las heridas cicatrizaron bien y han disminuido su apariencia y color. Su rostro parece volver a ser el mismo antes de que ocurriese todo.

Toma el móvil de la mesita de noche y lo desconecta, 8:30 indica la pantalla, tiempo suficiente para llegar a la consulta. Repentinamente empieza a vibrar sobre su mano izquierda.

–Hola –musita al contestar la llamada.

– ¿Alex? ¿Estás bien? Por favor dime que te encuentras bien... –le pregunta su amiga, bastante exaltada.

–Jess, relájate. Estoy bien, ¿por qué lo preguntas? –replica totalmente confundido.

­– ¿Por qué demonios no respondías a mis llamadas? –inquiere ignorando las preguntas que hace el pelinegro.

–Se me agotó la batería Jess. ¿Puedes explicarme qué está pasando? –insiste con voz dura.

–Hablo de la pelea que hubo en la fiesta –responde con simpleza, como si se tratase de algo obvio.

–No sé de qué pelea hablas, pero te prometo que no hice nada estúpido y regresé a casa antes de presenciar algo por el estilo –asegura sentándose sobre la cama sin hacer.

– ¿Entonces no sabías nada?

–No claro que no –dice rodando los ojos.

–Solo quería asegurarme –su tono de voz es apacible. 

–Pues estoy bien y realmente me molesta que pienses que fui parte de algo de lo que no tenía ni idea. Hablamos después –cuelga sin esperar respuesta y sale de la habitación con dirección a la cocina.

–Buenos días Alex –le saluda Carla con una sonrisa–. ¿Por qué tan temprano? ¡Y luego de una fiesta! –exclama realmente sorprendida.

–Buenos días –le corresponde al saludo–. Hoy tengo una cita con Iván –responde afirmándose en una de las sillas del comedor.

–Oh, ¡es cierto! –dice con una gran sonrisa–. Por favor, siéntate a desayunar –pide rodeando la mesa del comedor.

–No se moleste, no tengo apetito –se limita a decir. 

–Al menos bebe algo de zumo –insiste–. ¿Cómo es que se me olvidó? –se regaña a sí misma palmeando su frente–. ¿Quién irá contigo? ¿Quieres que yo te lleve? –se ofrece apresuradamente.

 –No hace falta mamá, yo iré con él –dice una voz que reconoce rápidamente–. Y bebe algo Alex –vuelve a decir apareciendo por la puerta–, por favor –dice y le es imposible negarse a aceptar el vaso lleno de jugo que Carla le había ofrecido.

<<Línea de división>>

Se sienta reconfortado sobre el acolchonado asiento de la sala de espera y exhala un largo suspiro por mero cansancio. Definitivamente fue una larga noche y la conversación con Jessica no ayudó en absoluto.

– ¿Te sientes bien? –pregunta la voz femenina a su costado.

– ¿Qué hay de ti? –pregunta en respuesta al reparar en los ojos café que se ven bastante cansados –. Luces como si no hubieses dormido en días.

–Ya –responde vagamente–. La verdad es que no podido dormir muy bien –reconoce bajando la cabeza–, no después de todo –suspira.

–Pudiste haberte quedado en casa, yo lo habría entendido –rasca su nuca, nervioso.

–Ni hablar, te lo prometí –le recuerda a lo que el pelinegro asiente.

– ¿Te encuentras así por lo que pasó con tu novio? –inquiere incómodo retirando la mirada de sus ojos café. 

–Ex novio –recalca seria; vuelve la mirada a ella, tiene expresión triste–. Sí, es por él y por lo que pasó.

– ¿Lo que pasó? –le pregunta con recelo frunciendo el ceño. 

–Ernesto se peleó con alguien –suelta sin más–, al parecer discutió con uno de sus amigos y la cosa... se puso intensa –cuenta apoyando su mejilla en la mano.

–Vaya, esa pelea... –susurra estupefacto cayendo en cuenta de que su mejor amiga tenía una preocupación fundada–, ocurrió después de irnos –reafirma y la castaña asiente levemente.

– ¿Lo sabías? –cuestiona sorprendida.

–Jessica me lo contó por la mañana. Pero no me quedé a escuchar detalles, creo que incluso ella misma los desconocía –dice con la mirada en el techo, pensativo.

–Ya, también es mi situación. Desconozco los detalles –admite preocupada.

–Pero no te sientes a gusto así –suena más como afirmación que como una pregunta.

–No lo entiendo –confiesa con voz profunda–. No es algo que Ernesto haría...

–Tú, no podrías saberlo –intenta aplacar su molestia–. No deberías ser tan dura contigo misma.

–Creí que lo conocía, pero últimamente... hizo cosas bizarras que no me habría imaginado nunca de él –oculta su expresión decepcionada–; no lo sé. ¿Está mal si quiero saber cómo se encuentra? –parece vulnerable con su pregunta, necesitada de un consejo. 

–Yo... no lo creo. Salieron juntos hace poco al fin y al cabo –murmura con desaliento.

–Pero creo que él lo ha olvidado demasiado pronto –sus hermosos ojos se tornan rojos.

– ¿Lo dices por la chica que lo buscaba? –inquiere, aunque la respuesta es clara.

–Era lo último que me esperaba de él –no intenta ocultar su tristeza–. Lo siento Alex, no debería hablar de esto contigo. 

–No –niega con la cabeza–. Está bien. De hecho, debo confesar que te he mentido –dice en un hilo de voz.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora