𝑺á𝒃𝒂𝒅𝒐
Al reconocer la voz de Emilia, algo se rompió dentro de ella provocándole una sensación extraña que no había experimentado antes. Nada más imaginar a su ex novio junto a la amiga que perdió hace mucho, las lágrimas salen sin poder ejercer un control sobre ellas.
A través de la ventana admira las calles poco iluminadas a causa de los faros y seca rápidamente sus húmedas mejillas cuando siente la penetrante mirada de alguien sobre ella. Gira instintivamente chocando con los ojos verdes que expresan inquietud.
Sigue sin decir ninguna palabra y vuelve la vista a las oscuras calles, el tiempo pasa lento y desea con todas sus ganas poder estar en casa.
–Alexandra –escucha en un susurro.
Se niega a voltear el rostro, pero al sentir una mano sobre la suya, lo único que puede hacer es bajar la cabeza y tomar aire profundamente intentando reponerse.
–Falta poco –vuelve a susurrar la tranquilizadora voz del chico junto a ella. Aquello es lo último que escucha antes de desvanecerse lentamente.
***
–Hey Alex –siente que alguien susurra muy cerca a ella mientras sutilmente la sacude por los hombros.
– ¿Ya llegamos? –pregunta desorientada, tallándose los ojos.
–Sí –responde curvando los labios en una sonrisa. –Te lo agradezco Lucía – dice Alex, mientras se dispone a bajar del auto, para luego ofrecerle su mano y ayudarle.
–Sí, muchas gracias por traernos –habla la castaña sintiendo la garganta completamente seca, toma la mano del chico y sale por completo del coche.
–No agradezcan chicos, para mí es un gusto que sigan siendo responsables y llamen a mamá para regresar a casa. ¿No es cierto Math? –pregunta socarrona.
La castaña apenas y sonríe ante el comentario cuando puede ver al moreno cohibirse y vuelve a agradecer antes de dirigirse a la puerta de su casa.
– ¡Dale mis saludos a Carla! –exclama la mujer, Alexandra gira y asiente levemente con la cabeza.
– ¿Y bien? –pregunta el pelinegro llegando a su altura–. ¿Tocas tú o lo hago yo?
–No es necesario –musita sacando las llaves de debajo de un pequeño macetero colocado en la ventada–, ya lo hago yo.
Abre la puerta intentando hacer el menor ruido posible, pero la madera cruje un poco cuando pasa por el umbral. Alex entra y cierra la puerta tras él, cautelosamente.
–Alexandra –escucha tras ella y se sobresalta–, me asustaste –se voltea para ver a su madre–. Alex, ¿dónde estabas? –añade exaltada cuando repara en su presencia.
–Siento no haber llamado –susurra cuando su madre le hace una señal para que baje la voz–.Me encontré a Alex en la fiesta y aprovechamos para volver juntos –responde mirando a Alex a su lado.
–Fue una casualidad, lamento no haberle avisado que iría a una fiesta –dice en voz baja luciendo un poco nervioso.
–Oh, no te preocupes Alex. Hablé con Lucía y ella me dijo que estabas con Matheo. Chicos, pudieron llamarme para pasar por ustedes, ¿cómo regresaron? ¿A pie? –cuestiona con evidente preocupación.
–No mamá –le tranquiliza rápidamente–. Alex arregló que la señora Lucía nos trajera.
– ¿Lucía? Gracias Alex, fue muy responsable de tu parte. Hablaremos de esto por la mañana, ya es muy tarde –dice viendo el reloj sobre la pared de la sala–, regresaré a la cama. Ustedes deberían hacerlo también. Ah, y eviten hacer ruido por favor –pide subiendo las escaleras.
–Alex –le llama cuando su madre se ha ido–. Lo prometo –dice segura.
– ¿Eh? –inquiere extrañado.
–Prometo acompañarte a tu cita hoy, ya no te lo pude decir porque Matheo llegó –explica.
–Gracias –masculla desinteresado–. Alexandra... –empieza a decir.
–Ya, puedes adelantarte. Iré a la cocina a beber algo –anuncia interrumpiendo al pelinegro y empieza a alejarse.
–Alexandra –le detiene tomando su mano–. ¿Estarás bien?
–Cla... claro –tartamudea insegura–. Ve, no te preocupes por mí.
–Presumo que quizás prefieras estar sola por ahora, pero si necesitas algo solo llama a la puerta, ¿bien?
–Gracias Alex –murmura conmovida–. Gracias por ir a esa fiesta, la pasé muy bien a pesar de... todo –susurra cabizbaja.
–Ya, también yo... deberíamos agradecerle a Math, supongo –dice y esboza una sonrisa.
–Deberías sonreír más a menudo –sugiere sin pensarlo–. Y, deberías subir a descansar ya –cambia el tema.
–Bien, descansa Alexandra –susurra empezando a subir los escalones que lo llevan a su habitación–. Si necesitas algo, solo dime –le recuerda deteniéndose en la mitad del camino, quedando su rostro sutilmente iluminado por la tenue luz exterior que se filtra por las cortinas.
La castaña asiente mientras le ve subir y desaparecer de su campo de visión. Se dirige hacia la cocina arrastrando los pies, totalmente exhausta.
Mientras sostiene firmemente la jarra de jugo frío, escucha una canción que suena muy bajo. Tratando de reconocer el sonido, siente la vibración sobre su mulo. Abre el pequeño bolso y saca el teléfono móvil.
–Adrián –murmura en voz baja al tomar la llamada.
– ¡Alexa! ¿Puedes por favor decirme dónde estás? –exclama furioso, Alexandra aleja el teléfono de ella rápidamente.
–Estoy en casa Adrián, y regresé porque no te encontré por ningún lado.
–Pues si hubieses contestado a mis llamadas, me habrías encontrado. ¿Con quién te fuiste? –inquiere más calmado.
–Gracias a la música no escuché nada –dice rodando los ojos mientras bebe del jugo–, regresé a casa con Alex. Acabo de llegar.
– ¿Alex Noriega? –pregunta con un tono de verdadero asombro que Alexandra ya reconoce.
–Sí Adrián, ¿de quién más hablaría? –replica.
–Vaya, ya entiendo el porqué de la pelea –admite con un ápice de misterio en su voz.
Después de cortar la llamada, desconcertada por completo deja todo sobre la mesa del comedor sin prestarle demasiada atención a nada y sube las escaleras mientras la cabeza le da vueltas.
Se quita las zapatillas con torpeza, tambaleándose repetidas veces. Llega justo enfrente de la puerta y pone sus nudillos contra la fría madera. Al no escuchar nada del otro lado, abre la puerta con total confianza y entra sigilosamente. Sin pensarlo dos veces, se acuesta en el borde de la cama para no hacer ruido.
–Alex –le susurra la persona a su lado.
–No preguntes nada, solo abrázame –pide agotada.
Agradece interiormente no escuchar nada más, se gira quedando con la vista hacia la puerta. Antes de cerrar sus cansados ojos, siente un brazo rodear su cintura.
–Gracias Mara –susurra antes de quedarse dormida.
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Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...