3:30pm
Agotado se detiene frente a la puerta principal de la casa de Los García y se apoya con ambas manos en el lumbral para recuperar el aliento, su corazón todavía palpita rápidamente. Introduce las llaves en el cerrojo agradeciendo en voz baja estar bajo la sombra del tejado.
Al entrar puede escuchar voces en la sala, mentalmente se prepara para dar una respuesta convincente acerca de dónde pasó las últimas dos horas después de la escuela. A medida que se acerca puede reconocer la voz de Alexandra, exhala aliviado sabiendo que a ella no tiene que ocultarle nada. Mientras más se acerca puede notar que, desde luego, no está sola.
–¡Alex! –exclama Matheo entusiasmado cuando el pelinegro asoma la cabeza.
–Hola –saluda sin apartar la vista de la castaña que tan pronto como lo ve, se pone de pie.
–Ya te estabas tardando –le regaña su amigo con mirada desaprobatoria.
–Es bueno que al fin estés en casa –habla la castaña, distante–. Yo, los dejaré solos –se apresura a decir antes de siquiera permitirle a Alex explicarse.
–Alexandra –le detiene tomando con cuidado su brazo.
–Hay comida en la nevera, puedes calentarla –dice, asiente levemente soltándose del débil agarre del muchacho y desaparece al subir con rapidez las escaleras.
–¿Qué haces aquí? –le pregunta al moreno mientras se dirige a la cocina, realmente hambriento.
–No contestabas mis llamadas, ni los mensajes –responde siguiendo sus pasos–. No tuve otra opción.
–Ya, me quedé sin batería –explica mostrando su móvil apagado.
–¿Lo que tenías que hacer tiene que ver con la cadena? –inquiere curioso.
–Alexandra te contó –dice más como afirmación que como pregunta.
–¿Por qué no lo hiciste tú? –replica–. ¿Por qué tengo que enterarme por una chica que apenas conozco? –se cuestiona en voz baja mirando alrededor.
–No puedes culparme, no hablamos desde lo que dijiste... y lo que yo dije –dice mientras presiona los botones en el microondas–. Además, quería hacer algo antes de poder contarte todo.
–¿De qué se trata? –se cruza de brazos y espera impaciente.
–Alexandra cree que la cadena que encontró le pertenece a mi padre, así que fui a una tienda de empeño para saber si es legítima o una copia.
–¿Y es real?
–Lo es –asiente con la cabeza–. Es de las pocas cosas de mi padre que puedo conservar, al menos, mientras se soluciona lo de mi casa.
–Deberías decírselo... a Alexandra –termina al ver la cara de confusión del pelinegro.
–Sí, lo haré.
–Alex, a ella realmente le importas.
–¿Cómo podrías saber eso? ¿No que apenas la conoces?
–Se puso como loca porque no llegabas, ni hablar de la mirada que me dedicó cuando le dije que habías ido a hacer algo después de clases.
–Ya, creo que ella es así –admite desilusionado consigo mismo.
–Es realmente como una hermana mayor, aunque menor que tú –comenta divertido–, sí logró asustarme –su expresión cambia de repente.
–Sí, como una hermana... –susurra sacando el plato de comida del microondas.
–Hay algo más, ¿cierto? –vuelve a preguntar su amigo mientras se sienta junto a él a la mesa del comedor para acompañarlo.
–¿Sobre la cadena? –repregunta nervioso–. No –niega con la boca llena–¸eso es todo.
–No sobre eso, hay algo más que no me estás diciendo. ¿Te pasó algo? –entrecierra los ojos.
–¿De qué hablas? –empieza a hiperventilar.
–Llegaste agitado pero no estabas sudando, por lo que no viniste a pie. Seguramente tomaste un taxi, pero sabiendo que prefieres caminar desde que no usas la férula... debe ser porque pasó algo. ¿Qué fue? –
–A veces puedes asustarme –admite limpiando sus labios con una servilleta de papel.
–¿Entonces?
–Encontré a ese reportero, o él me encontró a mí –empieza a contar, de pronto el apetito desaparece y es reemplazado por náuseas–. Parece que siempre sabe dónde estoy y para dónde voy, y no sé cómo.
–Es un reportero, ese es su trabajo. Aunque es un tipejo de mucho cuidado. ¿Le dijiste algo sobre las fotos que recibiste?
–No pude hacerlo, pero cada vez tengo menos dudas de que fue él quien nos siguió a Alexandra y a mí ese día –afirma recordando a la castaña bailar con él en la casa de su madre.
–Creo que alguien debería ponerlo en su lugar –dice con las manos echas puños.
–Lo amenacé –suelta–, le dije que me encargaría de él si no dejaba de seguirme –confiesa y al instante se ríe de sí mismo.
–¿De verdad eso hiciste? –pregunta Matheo asombrado–. ¿De dónde sacaste el valor?
–Ni siquiera yo lo sé. Tampoco sé si haya servido de algo, es decir, solo mírame. ¿Quién se tomaría en serio una amenaza viniendo de mí? –alza las manos en señal de rendición.
–Espero que él te haya tomado en serio, porque si sigue detrás de ti, se topará conmigo... y con Sebástian –titubea.
–Sí, tres adolescentes que no han golpeado a nadie en sus vidas.
–Pero, él no lo sabe. Podemos usar eso a nuestro favor.
–No quiero simplemente asustarlo Math –niega con la cabeza–. Quiero que me deje en paz para siempre.
–Encontraremos la forma de hacerlo –le consuela– ¿Acaso olvidas que vives en esta casa? ¿Con esta familia? Alex, siento que ellos no dejarán que te pase nadie y sabes que mi familia tampoco lo permitirá. ¿Puedes entender que no estás solo?
–Gracias Math –dice con sinceridad –, pero también debo empezar a hacerme cargo de mí mismo.
–No puedes ignorar que nosotros te cuidaremos las espaldas, y eso... incluye a Alexandra.
–Es lo que menos quiero –confiesa angustiado.
–Ya es algo tarde para eso...
– ¿Sacas esas conclusiones tan pronto?
–Ella lo hace fácil, es bastante transparente.
–Ya lo creo –concuerda con la vista hacia la puerta, esperando porque ella apareciera en cualquier momento.
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Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...