𝑺á𝒃𝒂𝒅𝒐
– ¿A qué te refieres? –pregunta dedicándole una mirada furtiva.
–Yo, te dije que... –empieza a decir con evidente nerviosismo, le descoloca no saber el porqué.
– ¿Noriega Ortega? –le interrumpe una enfermera animadamente a pesar de su aspecto cansino.
–Sí –habla el pelinegro–, soy yo –señala.
–El doctor Ibáñez ya le está esperando –explica con una modesta sonrisa en los labios.
–Bien –dice poniéndose de pie bajo la atenta y confundida mirada de Alexandra–. ¿Puede ella entrar conmigo? –le pregunta a la mujer.
–Sí, claro –asegura–. Por aquí, por favor –indica al momento en que la castaña se levanta para acompañarle.
–Adelante –invita abriendo la puerta. Alexandra sigue los pasos del chico hasta entrar en una oficina de paredes blancas iluminada por la luz del sol que entra por la gran ventana y el aroma a productos nuevos invade sus fosas nasales.
–Buenos días Alex –saluda el hombre enérgicamente, mientras estira su brazo para apretar sus manos–. Oh, buenos días... –se acaricia la barbilla, pensativo.
–Alexandra –se anticipa a decir, terminando la frase del doctor–. Buenos días –saluda agitando sutilmente la mano.
–Sí, Alexandra. Perdona la desgastada memoria de este viejo –comenta rodeando su escritorio hasta llegar a ellos.
–No se preocupe –musita nerviosa.
–Bien Alex, ¿cómo te has sentido? –pregunta mientras le señala la camilla–. Me ha dicho Johanna que te has ausentado un par de días –le reprocha.
–Pues... he estado ocupado con la escuela –empieza a decir mientras busca apresuradamente con la mirada los ojos café.
–A... así es –murmura–. Tenemos muchos proyectos por terminar, asignaturas por aprobar –habla relajadamente cuando entiende lo que Alex le quiere decir–. Usted sabe, también fue a la secundaria –reafirma viendo al pelinegro subir a la camilla.
–Lo sé chicos –responde riendo–. Hace no mucho de eso eh –bromea. Alex y ella ríen mirándose con complicidad.
–Eso es seguro doctor –dice la misma voz de una mujer apareciendo por la puerta.
–Gracias Rita –responde con una sonrisa–. Pero, ¿no has dejado de hacer los ejercicios que Johanna te indicó verdad? –inquiere volviendo a Alex, colocándose un par de guantes quirúrgicos.
–No, no he dejado de practicarlos –dice con voz firme.
–Aquí están las placas del paciente –menciona la enfermera entregando un gran sobre de papel al hombre de bata blanca.
–Y veo que no usas más las muletas –le dice viendo las placas de su pierna–. Todo parece indicar que es el momento –dice devolviéndole las láminas a Rita, empieza quitando los seguros de la férula y liberando la pierna de Alex por completo–. Intenta moverla –insta.
–Vaya –se le escapa un jadeo de sus labios–. Se siente extraño –dice moviendo su pie izquierdo dibujando círculos en el aire.
–Recuperarás la costumbre poco a poco –le anima–. Es un proceso Alex –recuerda–, y parece que no estás solo –murmura reparando en la presencia de Alexandra junto a la camilla.
–Sí... sí claro –habla nerviosa–. Todos en casa te ayudaremos.
–Por lo pronto... necesito saber si quieres llevarte esto de recuerdo –dice el doctor señalando la férula azul.
– ¿Tú qué opinas? –los ojos verdes se posan sobre ella.
–Hmm –murmura pensativa–. No sería una mala idea, no sabes cuándo las necesitarás de nuevo –dice provocando la carcajada del señor que les observa por sobre las caídas gafas.
–Si es así, Rita empáqueselas de recuerdo y reserva.
–Con gusto lo haré –anuncia la joven tomando el dispositivo.
–Alex, para evaluar tu progreso serán necesarias unas placas en un par de semanas para comprobar que todo esté bien, ¿de acuerdo? –pregunta el señor de cana cabellera mientras el pelinegro asoma una bonita sonrisa en su rostro.
–Sí claro–asiente con la cabeza–, lo entiendo –dice bajando de la camilla. Al poner ambos pies en el suelo, tambalea un poco perdiendo el equilibrio.
En un acto reflejo Alexandra lo sostiene de la cintura y Alex se apoya en sus hombros rápidamente.
–Gracias –le susurra al oído.
–Tómalo con calma Alex, irás mejorando con el tiempo –indica el hombre sentándose tras su escritorio para luego tomar un bolígrafo.
–No se refería a recuperar esta costumbre –bromea Alexandra ayudándole a pararse bien–. ¿Cómo te sientes?
–Estoy bien –asegura mirándole fijamente a los ojos, suelta sus hombros y la castaña se aleja.
–Bien Alex, quiero que frotes tu pierna por las noches con esta crema –le dice sacando una pequeña cajita de un cajón de su escritorio.
–Está bien –murmura el muchacho caminando con lentitud hasta sostener la caja–. ¿Eso es todo? –pregunta algo impaciente.
–Leyla, mi secretaria programará la fecha para tomarte las radiografías –indica ofreciéndole una pequeña hoja de papel–. Y sí, eso es todo por hoy.
–Gracias doctor, por aceptarme aquí –dice Alex amablemente.
–Es un placer Alex, no dudes en llamarme si surge algún imprevisto. Cuídate mucho –concluye con una gran sonrisa.
–Eso haré –asegura con voz firme–. Muchas gracias, nuevamente.
–Dale mis saludos a tu padre –dice amablemente dirigiéndose a la adolescente.
–Lo haré, gracias. Adiós –murmura Alexandra antes de salir de la oficina, cerrando la puerta tras ella y sin esperar una respuesta del hombre de bata blanca.
–Oye Alex –llama al chico de espaldas a ella.
– ¿Sí? –gira lentamente quedando frente a la castaña.
– ¿A qué te referías con eso de aceptarte aquí? –pregunta intrigada.
–Ah, pues... es más privado que el hospital –responde.
– ¿Pretendes que nadie te vea? –inquiere con el ceño fruncido intentado descifrar las expresiones que el pelinegro manifiesta en su rostro.
–Aquí estoy lejos de ese reportero –admite relajado–. Por eso lo preferí antes que el hospital.
– ¿Aún está detrás de ti? –expresa fastidiada–. Ese.... –se imagina muchos calificativos, pero no dice ninguno.
–He descubierto que sí. ¿Nos vamos?
–¿Me dirás cómo? –exige intrigada.
– ¿Cómo volveremos a casa? –pregunta extrañado.
– ¿Cómo sabes que te sigue los pasos?
–No hablemos de esto aquí –pide dispuesto a seguir caminando.
–Alex, espera –le detiene del brazo–. ¿Respecto a qué me mentiste? –inquiere provocando un incómodo silencio.
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Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...