Abril 18 | Alexandra

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔

La luz entrando por la ventana, brilla en su rostro y le obliga a levantarse aun cuando la alarma no ha sonado siquiera.

Desganada se viste y arregla su alborotado cabello. Se amarra un cinto rojo haciendo un bonito lazo que esconde debajo de su cabello. Baja las escaleras algo dormida y va hacia la cocina.

Apenas prueba bocado. Solo se dedica a jugar con la cuchara removiendo el cereal, bajo la atenta mirada de su hermana.

–Fue una locura lo de anoche. Debes contarme todo –le susurra como si hubiese alguien más con ellas–. ¿Alexandra?

–Perdona, ¿dijiste algo? –pregunta sacudiendo levemente la cabeza.

–No importa –dice Mara, restándole importancia–. Ya hablaremos de esto después –dice más como orden que como petición.

– ¿Hablar de qué? –pregunta completamente distraída.

Una cabellera un poco larga y de un negro intenso capta su atención al cruzar el umbral de la puerta de la cocina. Evita seguirle con la mirada, pero le resulta casi imposible.

–No tardes, te veo afuera en cinco –le dice a su hermana en voz baja. Se pone de pie rápidamente dejando su desayuno intacto sobre la mesa y sale a paso ligero hacia la sala.

Con la mirada pegada al suelo, apenas nota que su madre va en la misma dirección que ella, chocando fuertemente contra su cuerpo.

– ¡Ay! –exclama Carla–. Hija, ¿estás bien? –le pregunta acariciando su cabellera castaña.

–Lo siento mamá, no me fijé –dice sobando su codo.

– ¿Está todo bien? –vuelve a preguntarle, examinando su rostro de manera curiosa–. Que sepas que tu padre y yo ya no estamos enojados por lo de anoche.

– ¿Ah no? –inquiere asombrada y ve a su madre negar con la cabeza–. Que alivio.

–No pareces contenta. ¿Pasa algo más? ¿Algo que quieras contarme?

–No, todo está bien –responde y sonríe para convencerle.

–Bueno, sabes que puedes contarme lo que sea. Lo sabes, ¿verdad? –dice acariciando su mejilla.

–Lo sé –musita acongojada–. Se me hace tarde, iré a por mis cosas.

–A mí también. Encenderé el auto, llama a tu hermana... ya sabes cómo se tarda esa niña –comenta rodando los ojos. Asiente frenéticamente y regresa hacia la cocina arrastrando los pies.

– ¡Mara! –exclama esperando que esta se asome por la puerta de la cocina. Pero nada.

–Mamá nos espera –bufa desde el umbral de la puerta. Le dedica una rápida mirada al pelinegro y sale de ahí a paso rápido.

Sube corriendo las escaleras hasta su habitación. Toma la mochila del escritorio y desconecta su teléfono móvil.

Al hacerlo, nota una notificación en la pantalla. Desliza para desbloquear, y el mensaje aparece. Es de Ernesto: "Nos vemos cerca al campo en media hora"

Por primera vez en mucho tiempo, siente nervios de ver a su novio. Por primera vez en muchísimo tiempo. Cree saber lo que va a pasar y eso, le da un vuelvo a su corazón. 

<<Línea de división>>

–Hola –susurra apenas audible al verle.

–Hola Alexandra –responde serio–. No tengo mucho tiempo, entro en veinte minutos –dice viendo el reloj que ella le regaló, en su muñeca.

–Ernesto... lo siento por lo que pasó ayer –dice incapaz de verle a la cara.

–¿Realmente lo sientes? –pregunta incrédulo.

–Sé que estuvo mal que te dejara ahí –empieza a decir–. No tenía planeado hacerlo, solo quería ayudar a Alex.

–No dudo que así haya sido Alexandra. Pero, ¿era necesario desaparecer con él? ¿Durante una hora? –su rostro se contrae, parece afectarle cada pregunta que hace.

–Debí avisarte que me iría, lo sé.  Alex no se sentía bien y yo solo quise ayudarle –vuelve a jugar con sus manos en un gesto de nerviosismo.

–No quería reconocerlo Alexandra y no quería tener esta conversación contigo, pero sé que desde que él llegó todo ha cambiado entre nosotros. Tú has cambiado.

–No digas eso Ernesto –murmura e intenta tomarle de la mano, pero el chico no se lo permite–. No culpes a Alex. 

–¿Entonces? ¿Quién es el responsable de todo esto?

–Es él quien menos participación tiene en esto. Él solo necesitaba que alguien lo escuchara ayer.

–Y vuelvo a decirte que no me molesta que lo escucharas o ayudaras en lo necesitaba en ese momento.

–Entonces no hagas esto...

–Me enoja que te hayas marchado con él. ¿Sabes lo humillante que es que tu novia te deje por irse con otro? –pregunta molesto–. ¿Tienes alguna idea de cómo me sentí? –sus ojos reflejan decepción, lo que lastima a la castaña más de la cuenta.

–Yo... lo siento –balbucea con un nudo en la garganta.

–Creí que ocho meses le ganarían al tiempo que tienes de conocerlo –murmura cabizbajo–. Pero es cierto, no es cuestión de tiempo.

–Ni de tiempo ni de nada. No voy a negar que con el tiempo se ha vuelto importante para la familia, pero eso es todo –sus ojos están encharcados en lágrimas.

–No lo demostraste ayer. Desde que él llegó a nuestras vidas, ha complicado las cosas.

–No creo que ese sea el problema Ernesto, el que Alex viva conmigo –dice negando con la cabeza–. El problema es que tú ya no confías en mí y creí que ocho meses bastarían para eso, pero veo que no.

– ¿Hablas de confianza? No hay otra persona en la que yo confíe tanto como en ti, Alexandra. Y si te pasara lo mismo, habrías preferido quedarte conmigo antes que ir con él.

–No hagas esto Ernesto –vuelve a pedir frustrada.

–Dime algo, ¿Qué harías si yo hubiese hecho lo que tú? –cuestiona quebrándose un poco, como si luchara con su propio nudo difícil de disipar.

Ella sabe perfectamente la respuesta a esa pregunta. Y aunque quisiera negarlo, sus labios solo pueden pronunciar la verdad:

–Rompería contigo –confiesa agachando la cabeza para dejar caer pequeñas lágrimas.

–Creo que no hay nada más que decir –sentencia el castaño alzando los brazos en señal de rendición.

–Ernesto –le llama pero este empieza a alejarse a paso apresurado, dejándole sola. 

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora