Mayo 03 | Alex

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𝑴𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔, 7:40pm

Pensativo, pasa los dedos sintiendo la áspera textura del papel, lo alza para tratar de ver algo a través de él sin la intención de abrir por completo la carta. Retrocede sobre la silla, apoya sus manos en el escritorio y respira profundamente. 

–Vamos Alex –se anima a sí mismo–. Es solo una carta –intenta convencerse.

Saca el abridor de cartas que había tomado prestado del escritorio del padre de Alexandra y lo desliza sobre la hoja para soltar la solapa. Cuando ya se encuentra abierta, alguien llama a la puerta produciendo un eco por lo silenciosa que se encuentra la habitación.

–Alex –llama la menor de los García abriendo la puerta– ¿Estás presentable? –pregunta cubriendo sus ojos con una mano.

–Lo estoy –responde el pelinegro conteniendo la risa.

–Mi madre me mandó llamarte –avisa descubriendo sus brillantes ojos oscuros.

–Bajo en un segundo –se anticipa a decir para terminar lo que ya había empezado.

–Bajemos ahora por favor... está algo ansiosa –dice apoyándose en el lumbral de la puerta.

–Claro –musita guardando rápidamente el sobre en el cajón de la mesita junto a su cama.

–Perdona si te interrumpí –dice apenada.

–Ya, no pasa nada –le tranquiliza.

–Vale –suelta el aire que parecía haber estado conteniendo.

–Mara, me gustaría preguntarte algo –se anima a decir.

–Estoy soltera por si Matheo tiene el pendiente –ríe mientras se adentra en la habitación.

–Ya –sonríe y baja la cabeza–. ¿Alexandra se encuentra bien? –pregunta y Mara le mira frunciendo el ceño con evidente confusión–. No estaba muy... animada cuando pasaron por mí a la escuela –explica.

–Lo estará –suelta un largo suspiro–, solo necesita tiempo para superar... ya sabes, todo el asunto de Ernesto.

–Claro –dice con un tono de voz neutro. 

–Gracias... por preocuparte por ella, me contó lo que pasó en la fiesta y quería agradecerte. 

–No me lo agradezcas, cualquiera habría intentado hacerle sentir mejor en ese momento.

–De todos modos, muchas gracias por haber estado con ella –la sinceridad se puede percibir en su voz.

–Solo, estuve en el lugar correcto –sonríe para sus adentros. 

–Alexandra es un poco dura a veces, pero muy sensible otras tantas. No confía fácilmente en cualquiera, pero te permitió estar con ella en ese momento, eso es bueno.

–Realmente, es bueno saberlo –admite.

–Y no creo que mi hermana quiera que pienses que no le agrada pasar por ti hasta el Valle Dorado –comenta poniéndose de pie.

–Empezaba a pensar que no era así –confiesa, mientras la sigue.

–No te preocupes, a ella le gusta ir hasta tu colegio. Aun más ahora porque ya no tiene que bajar a esperarte; está feliz de que puedas subir por tu cuenta –habla rápidamente y le dedica una amplia sonrisa mientras sale por completo de la habitación, dejando al pelinegro con una sensación familiar de alivio súbito.

<<Línea de división>>

–Espero que lo hayan disfrutado –empieza a decir Carla limpiándose sutilmente la comisura de los labios con la blanca servilleta–, creo que es momento de anunciarles que los abuelos vendrán a visitarnos dentro de un par de semanas –su amplia sonrisa es contagiosa.

–¿Tus padres? –pregunta la castaña mirando a su madre con asombro. La mujer asiente sin dejar de sonreír.

–Así es, saben que acogemos a Alex y quieren conocerle –comenta tranquilamente. Alex no puede ocultar su nerviosismo frente a la inesperada revelación.

–¡Sí! –exclama Mara en un gritito de emoción–. Ya ha pasado mucho desde la última vez que les vimos.

–No exageres Mara –menciona Alexandra frente a él–, los vimos hace unos meses en mi cumpleaños.

–Da igual, ya quiero verlos de nuevo.

–Pues los tendrás aquí dentro de poco –dice Felipe bebiendo de su copa.

–Alex –le llama Carla poniéndose de pie–. Quiero pedirte un pequeño favor –dice volviendo a la mesa con una tarta que parecer ser de queso y naranja.

–Sí, claro. ¿De qué se trata? –inquiere de manera cordial.

–Mis padres se quedarán en la habitación de huéspedes, la que ocupabas hace un tiempo. Sé que aún tienes algunas pertenecías dentro, ¿podrías llevarlas a tu nueva habitación? –pregunta cortando la tarta en rebanadas.

–Claro, lo haré ahora mismo –se anticipa a decir.

–Después del postre Alex –le sugiere ofreciéndole un plato pequeño con un trozo del exquisito manjar.

–Tómate tu tiempo –dice Felipe que permanecía muy callado–, aún debes guardar reposo para recuperarte por completo. Es lo que todos esperamos Alex, incluyendo a mis suegros.

–Gracias –musita tímido.

–Yo puedo ayudarte con tus cosas –se ofrece Alexandra–, si te parece bien.

–Sí –responde al instante y sin pensarlo, llevándose a la boca una cucharada de tarta.

– ¿No tienes deberes Alexandra? –pregunta Carla con semblante serio.

–Ahora que lo pienso, hay algo importante que debo hacer. Lo siento –se disculpa con la cabeza gacha, da las gracias por la comida y sale de la cocina apresurando el paso.

Alex se queda confundido y el silencio que se formó en la mesa incrementa esa desagradable sensación. Repentinamente pierde el apetito y aleja con disimulo el plato de su lado.

–Qué extraño –dice Felipe con voz grave–. Alexandra dejando el postre, no lo creo –comenta divertido.

–No te preocupes Alex, ya te ayudo yo –le susurra Mara a su costado buscándole con la mirada.

–No hace falta –niega sutilmente con la cabeza y sonríe decepcionado.

–Insisto –repite la chica firme.

–Puedo hacerlo por mi cuenta –le susurra antes de levantarse de la mesa–. Gracias con todos –vuelve a decir tras asegurarse de que Mara asiente con la cabeza ante su oposición. 


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