Mayo 03 | Alex

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𝑴𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔

Tras salir del salón de clases,  camina apresurado hasta su casillero para guardar los libros que significan una gran carga que ahora mismo considera innecesaria. Matheo no le acompaña después de casi haber discutido. 

–¡Alex! –exclama alguien llamando su atención, curioso gira en busca de la voz y se encuentra con un hombre alto y fornido vestido deportivamente caminando a paso apresurado esquivando a los estudiantes.

–Buenas tardes entrenador Domínguez –saluda cuando el hombre llega hasta él.

–Veo que te has recuperado de maravilla –comenta frotando su hombro fraternalmente–. Algunos chicos del equipo me han dicho que piensas unirte esta temporada, al fin.

Las palabras que pronuncia parecen ser simples para el profesor, pero no lo son para Alex. Recordar la última conversación con sus padres, le provoca una sensación extraña en el pecho y le dificulta la respiración.

–Alex, ¿te encuentras bien? –pregunta el fornido hombre con aire preocupado cuando nota al pelinegro llevarse una mano al pecho.

–Sí... sí –musita recuperando el aliento–. Verá entrenador, todavía estoy bajo revisión de mi doctor.

–Naturalmente Alex, como todo tratamiento lo requiere –intenta animarle–. Como sabrás, Lucas Estrada fue suspendido del equipo por mala conducta. Él es muy bueno y ha sido una pérdida significativa para el equipo.

–Y espera que yo ocupe su lugar –dice más en una afirmación que a modo de interrogante.

–Así es Alex, te necesitamos de titular. No ocuparás el banquillo esta temporada.

–Por mucho que me gustaría ser parte del equipo –habla con sinceridad–, debería consultarlo con mi doctor. Nadie mejor que él para saber qué puedo hacer y qué no.

–Lo entiendo perfectamente Alex –dice con decepción en sus penetrantes ojos oscuros–. Espero que puedas unirte a nosotros, estamos próximos a enfrentarnos con un equipo importante y necesitamos ocupar ese lugar cuanto antes.

–Si no soy yo, ¿quién podría suplir a Lucas profesor?

–Hemos abierto inscripciones para que los estudiantes participen y así elegir al clasificado. No me opuse a la idea cuando el director Morris nos lo sugirió. De hecho, ayer fue la primera convocatoria.

–Sí, escuché algo de eso en el almuerzo. Cualquiera podría reemplazar a su jugador fácilmente –le anima.

–Nadie como tú Alex, es más, tú ya habías quedado seleccionado en las pruebas de verano. Por eso vine a ti, solo faltaba la autorización de tus padres.

–Nunca sabré si aceptarían que me uniera al equipo... –susurra.

–Lo lamento mucho Alex, siento no haber podido acercame antes a ti para decírtelo personalmente.

–Gracias por no hacerlo –se precipita a decir–. La atención de la gente, fue agobiante –explica al percatarse de la expresión de confusión del profesor.

–Me alivia sentir que ayudé indirectamente –confiesa esbozando una sonrisa cálida bajo el crecido bigote.

–Si yo pudiera ayudarle ahora, realmente lo haría...

Después de despedirse del entrenador de fútbol y más amistoso profesor de educación física que tuvo en toda su vida, guarda sus libros y libretas apresuradamente en el casillero y lo cierra fuertemente provocando que algunos chicos giraran en su dirección. 

Mira la hora en el móvil y se dirige a la salida del colegio. Distraído, apenas puede notar a la gente que se dirige en dirección contraria a la suya.

–Alex –escucha que alguien le llama. 

Alza la vista en busca de la voz que le nombra y puede vislumbrar a la castaña a unos escasos metros de la salida. Aunque lleva prisa, reconoce que le debe una conversación a la chica que lastimó de alguna forma, sin saberlo.

–Eva –musita cuando sus ojos se posan sobre los de ella, que va en medio de otras dos estudiantes. 

–Chicas, en un momento las alcanzo –se apresura a decirles. Ambas asienten, al parecer, nada convencidas y giran al mismo tiempo hacia el pelinegro dedicándole una mirada de desaprobación antes de marcharse haciendo sonar sus zapatos contra el reluciente suelo de mármol.

–Parece que no les agrado–comenta incómodo frotando su cabello.

–Lo siento, supongo que es porque les cuento todo –explica y todo le queda claro al instante.

–¿Cómo has estado? –pregunta Alex cuando la adolescente se acerca más a él.

–No tan bien como tú –dice mientras esboza una sonrisa–. Solo mírate, luces tan... revitalizado –menciona sonrojándose.

–Gracias Eva –responde ante el cumplido–. También luces bien –dice amigable.

–Tú siempre queriendo quedar bien –reprocha la castaña–. Ya que te quitaron la férula, oí que posiblemente entrarás al equipo. ¿Es cierto?

–Al parecer hay muchas personas interesadas en que ocupe el lugar de Lucas –resopla cruzándose de brazos.

–No creo que solo seas el reemplazo de ese idiota –replica rodando los ojos–. Escuché a Matías y a su grupo hablar sobre ti en el almuerzo.

–Supe algo de eso –replica serio.

–¿Él no te agrada? –inquiere frunciendo el ceño.

–No estaba muy feliz cuando hice las pruebas hace unos meses –le cuenta brevemente.

–Tal vez ahora lo esté. Sería bueno que pudieras pertenecer al equipo.

–No creo que eso sea posible –niega con la cabeza, retomando su postura erguida.

–¿Por qué no? ¿Y si te lo piensas un poco más? Sería bueno que despejaras tu mente, nada mejor que el deporte, ¿no lo crees?

–Gracias por preocuparte Eva, pero ya hablé con el entrenador.

–Claro –susurra cabizbaja–. Espero que tengas una oportunidad como esta otra vez.

–Si la vuelvo a tener, no la dejaré ir –confiesa pensativo–. Fue bueno volverte a ver –la chica parece nerviosa cuando sus miradas se encuentran–, en serio.

–Es bueno saber que estás bien, Alex. Cuídate –le sonríe sutilmente presionando sus libros contra su pecho.

–Cuídate Eva –dice y sigue recto en la dirección hacia la salida del Valle Dorado, antes de pasar el lumbral su teléfono vibra entre sus manos. En la pantalla, el mensaje de Alexandra aparece. Al fin, la respuesta que tanto esperaba.

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