𝑴𝒊é𝒓𝒄𝒐𝒍𝒆𝒔
–¿Por qué? –pregunta en un susurra.
–No pienso dejarte solo después de lo que me contaste –responde sin más.
–Ya –suspira–, no te lo conté para que te preocuparas ni estuvieras al pendiente de mi todo el tiempo –replica resignado.
–¿Y cómo esperas que esté al respecto? –pregunta con semblante serio–. ¿Esperas que finja que nada pasa y que todo está bien?
–No debí decírtelo... –suelta sin levantar la mirada del suelo.
–Alex, si no le cuentas a nadie lo que te ocurre, terminará por consumirte.
–Y ahora te consume a ti –murmura arrepentido.
–No quiero que te arrepientas de habérmelo dicho –le pide como leyendo su mente.
–No puedo evitarlo, siento culpa de que tengas la misma sensación que llevo experimentando desde esa noche. Es lo que menos quería.
–No deberías preocuparte por lo que siento.
–¿Cómo podría no hacerlo si yo lo provoqué? –inquiere alejándose por instinto.
–¿Ahora lo entiendes? ¿Entiendes cómo se siente pedirme que no me preocupe por ti y por lo que podría pasarte? –pregunta pausadamente–. Es así de absurdo.
–¿Entonces qué? ¿Pretendes cuidarme las espaldas? –sugiere con sorna.
–No estoy segura de estar capacitada para eso –advierte en tono divertido y relaja los hombros–, pero lo intentaría de ser necesario.
–Espero que no sea necesario –dice apoyando la cabeza en la pared, mirando al techo–, no entiendo por qué haces esto, y sí –detiene con una mano en el aire a la castaña antes de que esta pronuncie palabra–, ya sé que me dirás que ahora soy parte de tu familia. Aun así, sigo sin entenderlo.
–Lo único que deberías entender es que nosotros no vamos a dejarte solo. Mi padre se lo prometió al tuyo.
–Lo sé, mi padre sabía que yo estaría bien aquí. Aunque aún me parece extraña la promesa que se hicieron, ¿a ti no? –gira en torno a la chica.
–He pensado en eso y no, no me parece extraña. Siempre estuvieron expuestos... a todo, ¿a ti no te parece? –pregunta apoyando su barbilla sobre su mano derecha.
–Tal vez... –admite no muy convencido–. Lo que me parece aún más extraño es que tu madre no quiera que pasemos tiempo... juntos –traga con dificultad.
–Ya, tampoco lo entiendo –dice mirando en dirección a sus pies descalzos.
–¿No te asusta que se despierte y baje hasta aquí y te encuentre? –pregunta conteniendo la risa.
–Parece que eso te divierte –reclama la castaña.
–¿Y si yo se lo pregunto? –insinúa tímido–. Tal vez a mí me diga porqué no quiere que esté cerca de ti.
–No lo hagas Alex –se opone rápidamente mientras niega con la cabeza.
–Tú sabes –la mira con sorpresa y Alexandra baja la mirada otra vez, ocultado sus ojos bajo los mechones de cabello que le cubren sutilmente el rostro–. Alexandra –llama Alex–¸ tú lo sabes.
–Ella cree que podríamos involucrarnos de otra forma...
–¿En sentido romántico? –cuestiona incrédulo.
–Al parecer –sostiene su rostro cabizbajo.
–¿Y piensa eso porque nos vio juntos una vez?
–Es mejor no darle vueltas al asunto, cuando una idea ronda su mente, no hay nada ni nadie que se lo quite, solo ella sola.
–Vale, pero es completamente absurdo, ¿a ti no te parece?
–Sí... absurdo –susurra sin mirar al pelinegro en absoluto.
–Debería decirle que no tiene de qué preocuparse –empieza a decir imaginando el posible escenario.
–No creo que sea buena idea, sabrá que te dije lo que piensa y... solo déjalo así, no le digas nada. ¿Bueno? –pide con ojos suplicantes.
–Si no se lo digo le molestará la idea de que pasemos tiempo juntos, ¿Cómo me acerco a ti entonces? –suelta sin pensarlo dos veces.
–Ya te dije que no pienso obedecer todo lo que me diga, y tú solo debes fingir que no sabes que le disgusta y ya –intenta convencerle.
–Esto –se señala y después a ella–, no le parecería bien. No quiero provocarle disgustos a tu madre Alexandra. Tal vez deberías ir a dormir.
–Alex, si no obedezco las órdenes de mi madre, ¿Qué te hace creer que te obedeceré a ti?
–No es una orden Alexandra, es solo una sugerencia. Además, aún no me has dicho porqué estás despierta.
–No podía dormir y decidí bajar por agua para beber –responde desinteresada mientras su rostro evidencia una mueca de desagrado–. ¿Y tú? ¿Por qué no esperaste a que amanezca siquiera para recoger tus cosas?
–Iba a venir más temprano, pero Jessica me entretuvo y se me hizo tarde. No quise esperar –exhala pesadamente al ver el desorden que causó al remover sus pertenencias.
–Te la has liado eh –comenta divertida.
–Ya te digo –se frota los adormilados ojos verdes–. ¿Siempre te pasa?
–¿El qué? –ladea la cabeza confundida.
–¿Te despiertas a mitad de la noche o no puedes conciliar el sueño? –pregunta en respuesta.
–Casi no suelo despertarme a la mitad de un sueño, a menos que no sea nada agradable.
–Una pesadilla... –susurra.
–Exacto, pero mayormente no logro quedarme dormida. Es tal vez porque bebí café en la cena –comenta llevándose la mano a la barbilla, pensativa.
–O tal vez porque tu mente está ocupada pensando en algo –menciona y Alexandra parece asentir inconscientemente–. ¿Qué te mantiene despierta realmente, Alexandra?
–Prefiero no hablar de eso –dice al momento en que baja la vista hacia el suelo donde se encuentran sentados uno junto al otro–. Alex, ¿sigues teniendo pesadillas?
–Creo que prefiero no hablar de eso –le imita–. Alexandra, deberías saber que, nada es tan importante o especial que te prive de la fuerza suficiente que tú tienes para aplacarlo. No hay nada que no puedas hacer, eres más grande en tus propios sueños.
–Vaya –susurra–. Eso es bastante especial Alex, gracias –dice sonriendo ampliamente–. No preguntaré de dónde lo sacaste.
–Mi madre siempre me lo decía –dice sin más–, deberías sonreír más –sugiere de manera sincera.
–No siempre hay motivos para hacerlo –murmura mirando hacia el frente–. Bueno, al menos hasta dentro de un par de días más.
–¿A qué te refieres? –cuestiona curioso.
–A mis abuelos, por supuesto. No dejo de sonreír cuando ellos están aquí –confiesa sin borrar la sonrisa de su rostro–. Yo... lo siento Alex.
–¿Por qué te disculpas?
–No es justo que yo hable de mis abuelos cuando sé que tú no ves a los tuyos –las palabras de la castaña solo le vuelven a recordar la carta apenas abierta sobre su escritorio.
–No es justo que avances un paso y retrocedas dos.
–¿Y si mejor me dejas ayudarte? –cambia hábilmente de tema.
–No puedo negarme –acepta al verla sonreír–. Quiero terminar esto pronto.
–¿Por dónde empezamos entonces? –pregunta con ánimo, se pone de pie extendiendo una mano hacia el pelinegro y este la toma al instante.
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Todo por Alex
Teen FictionAlex Noriega lleva una vida normal, como la de cualquier adolescente, le va muy bien. Pero todo cambia repentinamente al sufrir la tragedia más grande de todas. Tras perder a sus padres en extrañas circunstancias, su vida no vuelve a ser la misma...