Abril 11 | Alexandra

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔 

–Ya casi no te veo Adri –dice haciendo un puchero.

–Eh, no me culpes –alza las manos en defensa–. Sino a él –señala con la cabeza al hombre que pasa frente a ellos.

–Buen día director –saludan al unísono.

–Sí, lo detesto –susurra Alexandra.

–Gracias a él tampoco puedo ver a Emily ni a Sara.

–Tampoco veo mucho a Sara, apenas y compartimos una clase.

– Vaya que las extraño...

–Ellas también te extrañan.

–Hmm, ¿y tú Alex? ¿También me extrañas?

–No seas tonto, claro que sí –dice sonriendo –. Ven a mi casa esta tarde, así recuperamos el tiempo perdido y podemos hacer la tarea juntos.

–Claro pero, ¿qué tarea? –pregunta con burla sacando los libros del casillero.

–La de matemáticas.

–Ya la hice, es más, ya la presenté.

– ¿Entonces me ayudarías? –pide repitiendo el puchero.

– ¿Cómo negarme? –vuelve a preguntar sonriendo y abrazándole por los hombros.

–Debo ir a química. ¿Nos vemos para almorzar? Estoy segura de que tienes mucho que contarme.

–No puedo, tengo prácticas de baloncesto ¿recuerdas?

–Vaya, entonces te veo por la tarde –acepta resignada–. ¿A las cuatro está bien? –pregunta con ánimo renovado.

–Ahí estaré. Saluda a Ernesto de mi parte.

–Sí, se lo diré.

***

– Y recuerden que como proyecto de este mes, que resultará ser el veinticinco por ciento de su calificación, deben visitar otras instituciones y averiguar sobre sus métodos de enseñanza. En que se deferencia y asemeja nuestra institución de las demás –explica la maestra.

–Alex, Alex –susurra alguien a sus espaldas.

Se gira para ver a Emily arrugando una hoja de papel, que probablemente le lanzaría. Alza una ceja y su amiga se ríe nerviosa al verse descubierta.

– ¿A qué escuela irás?

La castaña se encoge de hombros, el proyecto fue dado hace una semana, y aún no tiene claro qué es lo que hará.

–Pues yo creo que iré al Sir Francis.

Alexandra levanta ambos pulgares en señal de aprobación.

–Señoritas, los ojos en el pizarrón por favor –les llama la atención la maestra–. Y aprovechando que tenemos esta clase adicional, seguiremos evaluando las preguntas en concreto que necesitaré que respondan en las fichas que les entregaré al finalizar.

Sus ojos están puestos en la señora al frente de la clase, fingiendo atención pero su mente divaga entre sus posibles alternativas sin inclinarse por una en específico.

Cuando la clase termina sale del aula sosteniendo las hojas en una mano, mientras empieza a replantearse la interrogante nuevamente: ¿Qué escuela podría visitar?

Llega al auto donde su hermana y su madre ya la esperan, al parecer, algo impacientes.

– ¿Dónde estabas? –le pregunta Mara.

–Lo siento, ya podemos irnos a casa.

–Antes pasaremos por Alex –dice Carla encendiendo el coche.

–Alex –menciona en un susurro audible para sí misma.

El camino hasta la escuela Valle dorado no es muy largo en automóvil.

Esta vez es la chica de cabello oscuro la que se baja del Chevrolet para esperar al muchacho de ojos verdes.

Desde su asiento la castaña puede ver la fachada del Valle Dorado, nunca en las incontables veces que espero a Alex frente a ella, se había dado cuenta lo grande que era.

El color azul de las columnas y el blanco de las paredes, los mismos que se aprecian en el atuendo del muchacho con el que desayuna todas las mañanas, sin excepción.

Los árboles que decoran la entrada dando realce al nombre tan natural que aparece en las grandes letras de color dorado precisamente diciendo: Valle Dorado.

Las grandes puertas abiertas de par en par, por la que salen chicos a montones, tantos que no le es fácil encontrar al único que busca ahora.

–Ahí está –le escucha decir a su hermana–. Y como siempre... nunca solo.

Alexandra fija la vista donde la tiene Mara y ve al muchacho con la mochila en un solo hombro apoyado en la pared, hablando con una chica.

En su memoria se refleja aquella tarde de marzo cuando salía a llamar a Alex, y lo encontró besando a una niña, la misma con la que se encuentra precisamente.

Desvía la mirada hacia sus manos, cruzadas sobre su regazo. Espera unos minutos más, en la misma posición sin levantar la vista, deseando estar ya en casa.

–Pero mírenlo, es un conquistador –vuelve a mencionar su hermana.

Levanta la vista sin querer hacerlo realmente, para ver a la chica dejando un beso en la mejilla de Alex y posteriormente al mismo avanzar hacia donde ella se encuentra.

–Buenas tardes –le escucha decir mientras cierra la puerta del auto.

Su madre y su hermana saludan, pero sus labios ni siquiera se separan para pronunciar palabra. Desearía tener a alguien más que la ayude en el proyecto que debe entregar al final de abril.


Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora