Abril 17 | Alex

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𝑫𝒐𝒎𝒊𝒏𝒈𝒐

Repite una y otra vez las palabras que planea decir frente al oficial de policía y su esposa, seguramente. Dentro de su cabeza, su historia parece creíble, pero cuando gira a la derecha y ve a la castaña nerviosa, todo empieza a perder sentido.

No le había resultado tan difícil ir a casa de los García desde la primera vez que llegó hasta allí, sabiendo que también sería su casa. La misma ansiedad de aquel día le carcome justo ahora que aguarda a que le abran la puerta.

– ¿Dónde estuvieron? –los recibe alterada la madre de Alexandra –. ¡Alexandra! –exclama tomando a la chica de los hombros agitándolos.

Alex entra nervioso detrás de la castaña, mientras su mentira se derrumba poco a poco antes de contarla.

–Cariño, ya llegaron –anuncia la madre de Alexandra mirando hacia la sala de estar.

–Lo siento mamá, puedo explicarlo. Cálmate por favor.

–No, de hecho yo lo explicaré –se anticipa a decir cuando ve a Felipe bajar las escaleras.

Finalmente no puede decir todo lo que en mente tenía preparado, pero cree haberse defendido todo lo que pudo. Y es que no le apetecía dar explicaciones o pedir disculpas precisamente, mucho menos después de recordar el motivo que lo llevó a salir de manera tan abrupta del restaurante.

–Pueden irse –les dice Felipe y sin esperar un minuto más se dirige a las escaleras que con pesar sube hasta llegar a la habitación a la que no se acostumbra aún.

¿Qué es lo que pasó hace una hora? Todo estaba bien. ¿Debió decirle que piensa en ella?  En su cabeza surge un torbellino de preguntas a las cuales no puede dar respuesta, necesita de alguien para eso. Necesita de Alexandra.

Pero... no es el único que tiene dudas, sabe que les debe explicaciones a sus amigos y se dispone a hacerlo. Marca el número y enseguida alguien responde al otro lado de la línea:

–Alex, ¿quieres decirme dónde carajos te metiste? –pregunta alarmada.– Te estuve marcando todo el tiempo.

–Lo siento, no podía quedarme a escuchar todo eso.

–Y en parte estuvo bien que no te quedaras... pero pudiste haberme avisado, tan solo un mensaje si es que no querías hablar.

–Perdí la noción del tiempo. No tenía planeado irme, solo surgió.

– ¿Te fuiste con ella?

–Sí, eso hice –susurra cayendo en cuenta de que fue una pésima idea–. Y no debí haberlo hecho –reafirma para convencerse más a sí mismo que a su amiga.

– ¿Tienes idea de cuánto me preocupé? –le regaña.

–Lo siento Jess, en verdad lo siento.

–Mañana me contarás lo que pasó, me lo debes. Ahora, ve a dormir, que mañana hay escuela.

–Eso haré. ¿Puedes avisarle a Math que estoy bien? Casi no tengo batería –pide mientras silencia un bostezo que le humedece los ojos.

Después de tomar una ducha, lo que le hace sentir más relajado pero no menos curioso, se acuesta e intenta dormir, sabe que tiene que hacerlo o de otro modo se sentirá indispuesto para asistir a clases al día siguiente.

Cuando al fin parece haberlo logrado, los toques en la puerta arruinan su propósito.

–Adelante –dice en voz alta después de ponerse una camiseta.

–Perdona si te desperté –escucha la voz del padre de Alexandra al momento en que este cierra la puerta de la habitación y enciende las luces.

–No... no se preocupe –responde disimulando su nerviosismo. Y se incorpora al instante quedando sentado sobre la cama.

–Quería hablar un momento contigo, Alex –dice el hombre sentándose en el borde de la cama.

–Si es por lo que pasó, déjeme volver a decirle que no repetirá –dice firme.

–Eso espero Alex, pero no es de eso de lo que venía a hablarte –se pasa la mano por la bigote crecido.

– ¿Entonces? –pregunta confundido sin perder el contacto visual.

–Venía a decirte que... mañana después de la escuela iremos a tu casa –anuncia y una ráfaga de felicidad se hace presente en su rostro–. Debes traer todas tus pertenencias Alex, es hora de instalarte por completo en esta habitación.

– ¿Qué? ¿Eso quiere decir que...? –una punzada de decepción y enojo ocupa el lugar de lo efímera que fue la felicidad que empezaba a sentir.

–No, no –se apresura en decir Felipe–. Calma –dice poniendo una mano sobre el hombro del muchacho–. Estoy trabajando en eso Alex, lo prometo. Pero el proceso tardará un poco más de lo que creí.

–Si voy a perder mi casa, solo dígamelo por favor. No me dé falsas esperanzas –pide frustrado.

–Solo te diré que estoy trabajando en eso y que confíes en mí. Hago todo lo que puedo, pido que seas paciente Alex.

– ¿Cuánto más debo esperar?

–Es complicado porque tus padres encontraron un comprador antes del accidente.

– ¿Un comprador? Ni siquiera sabía que habían puesto mi casa en venta –dice evidentemente sorprendido.

–Si tus padres no te lo dijeron, era porque no querían que te preocuparas por nada. Solo querían que te concentraras en la escuela, Alex.

–No lo entiendo... –confiesa abrumado por tantas dudas.

–Te pido que traigamos tus cosas para que te sientas más cómodo. Sé que tocas la guitarra, pero no la tienes aquí, sé que te gusta escribir y no tienes el ordenador aquí. No quiero que pierdas tus pasatiempos por estar aquí. No es lo que Iván querría. Piénsalo –dice con aire fraternal.

–Bien, después de la escuela... –concuerda pensativo.

–Buenas noches Alex, que descanses –dice antes de salir de la habitación.

Apenas tiene tiempo para procesar todo lo que le dijo el colega de su padre, cuando suena su móvil indicando que ha recibido un mensaje. Duda un momento en revisar de que se trata, pero finalmente lo hace. Íconos de fotografías desde un número sin registrar. Abre el chat y lo que ve, le deja completamente perplejo.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora