Abril 18 | Alexandra

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔

–Solo caminé, detrás de él –susurra mientras afirma levemente con la cabeza.

– ¿En qué pensabas mientras lo hacías? –pregunta el chico a su lado, quien no deja de acariciarle el cabello tiernamente a modo de tranquilizarla.

–No lo sé, es eso lo que me tiene confundida. No pensaba en nada ni nadie, fue más bien como un impulso –suelta y esboza una sonrisa tonta–, ¿Lo entiendes? Parece que he perdido la cabeza.

–Entiendo lo que sentiste, me pasó en mi primera cita con Oliver –comenta Adrián y enseguida sus mejillas se ruborizan–. Pero... por lo que sé, eso te sucede con la persona que te gusta –sus ojos marrones saltan curiosos.

–No, no es eso lo que me pasa con Alex. ¿Recuerdas el día en que lo golpearon?

–Sí, ¿pero eso viene a cuenta? –duda el muchacho por un instante.

–Esa noche –empieza a hablar con la mirada en un punto fijo–. ...cuando lo vi acostado ahí, inconsciente, incapaz de reaccionar a lo que le había pasado. Yo... yo sentí ganas de protegerlo.

–Porque te sentías culpable –dice más como una afirmación que como una pregunta.

–Tal vez, pero él me dijo que no me sintiera responsable por lo que le habían hecho. Dejé de pensar que tenía la culpa.

–Entonces, ¿por qué otra razón sientes la responsabilidad de protegerle si no es porque estabas arrepentida de no haber ido con él aquel día? –pregunta el chico haciendo una pausa entre cada palabra, para evitar dudas por parte de su amiga.

–No estoy segura –confiesa–. Lo que sé con certeza es que no quiero que le pase algo así otra vez.

–Nadie lo desea, Alex.

–Ya –murmura con la cabeza gacha–. Por eso decidí ir con él, para asegurarme de que estaría bien –dice tratando de convencerse más a sí misma, que al chico frente a ella.

– ¿Qué pasó después? –le pregunta dando palmaditas en su hombro, incitándole a continuar.

–Fuimos a la casa de su madre –cuenta y en su mente reaparecen los recuerdos aún frescos de la noche anterior–. Todo estaba oscuro, y me asusté por un momento –reconoce sinceramente–. ...pero él estaba ahí, y eso de alguna manera me dio tranquilidad.

– ¿Te sentiste protegida?

–Más que eso... me sentí como en casa –confiesa con un brillo especial en su ojos cafés.

Perpleja contempla que todo es distinto cuando lo dice en voz alta, no sabía que el pelinegro que había llegado sin previo aviso, le cambiaría la vida repentinamente.

Adrián examina minuciosamente el rostro de su amiga, sin dar crédito a lo que él parece percibir a simple vista y sin mayores explicaciones.

– ¿Valió la pena ir con él? –pregunta el rizado y Alexandra le mira incrédula. Adrián parece tener preguntas y respuestas que dejan entrever que posiblemente sabe más de la cuenta, aunque no hubiese estado allí.

–No lo sé...

–Alexandra Darian García, te conozco... ya dime –insiste el muchacho con ojos saltones.

–Di... dijo que piensa en mí –tartamueda nerviosa.

–Bien, voy a fingir que esto no me causa emoción –dice calmado–. Pero, ¡Alexandra! ¡Alex piensa en ti! –exclama haciendo porras.

–No seas tonto –le reprocha riendo sin parar.

–No Alex, tú eres la tonta si no te das cuenta de lo que Alex quiso decir con eso –replica alzando las manos en señal de rendición.

–Antes de eso, bailé con él –dice en voz baja y rápidamente detiene cualquier reacción que pueda expresar su amigo.

–Incluso bailaron –repite emocionado exhalando un gran suspiro.

–¿Recuerdas la canción que no dejaba de escuchar en sexto grado? 

– ¡Sí, sí! –responde emocionado–. La misma que bailamos en nuestra graduación de la primaria. ¿Cómo olvidarla?

–Es la que bailamos Alex y yo, ayer –continúa relatando–. No creí que volvería a escuchar esa canción después de que Molly muriera, pero ahí estaba dejándome llevar por él –dice triste recordando a su fiel cachorra. 

–Lo de Molly dejó un recuerdo amargo Alexa, necesitabas recordar esa canción sin llorar. Ahora gracias a Alex, tienes un nuevo recuerdo.

–No ayudas Adrián. No debo tener recuerdos con Alex, tengo novio –suelta exhausta, y se arrepiente al instante–. Es la costumbre... –susurra recuperando el sentimiento de tristeza que parecía haber perdido por un momento.

–Alexandra, yo soy tu amigo y siempre te voy a decir la verdad –habla recuperando el aliento después de haber fingido estar gritando.

–Lo sé –reconoce sin saber a qué punto quiere llegar este.

–Así que, por un minuto, miremos las cosas desde el punto de vista de Ernesto, imaginemos cómo se sintió. ¿Te digo cómo me sentiría si alguien me dejara de esa manera? –pregunta y espera la aceptación de la castaña para seguir–. Pues me sentiría fatal, no quisiera volver a ver a esa persona, al menos no en un buen tiempo.

–Ya... –quiere hablar, pero el nudo en su garganta empieza a formarse nuevamente.

– ¿Cómo te sentirías tú en su lugar? –le pregunta aun sabiendo que le lastima imaginarse en la posición de su ex–novio, pero teniendo en cuenta de lo necesaria que resulta la suposición.

–No me perdonaré haberle hecho eso a Ernesto –confiesa mientras una traviesa lágrima resbala humedeciendo su mejilla, otra vez.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora