Mayo 03 | Alexandra

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𝑴𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔 

La revelación de Alex fue algo inesperado y sin duda, de las peores cosas que se hubiera esperado. Por una parte le agradece que contase con ella para sincerarse sobre algo realmente importante, y por otra, desearía todavía ignorarlo para no sentirse cómo se siente ahora mismo, con la agobiante sensación de que alguien la observa continuamente.

–Alex –le dice alguien por detrás mientras le sacuden ambos hombros–. ¿Dónde carajos tienes la cabeza?

–Lo... lo siento –titubea volviendo a la realidad–. Estaba pensando en algo...

–Eso es claro –afirma la pelirroja volviendo con un pesado libro en manos.

–Dinos Alex, ¿qué te tiene tan pensativa? –pregunta Sara en un susurro acercándose más a ella.

–Sí Alex, cuéntanos –insiste Adrián juntando ambas manos y apoyando su mentón sobre ellas, mirando con expectación a su amiga.

–No es nada importante –evade la castaña pensando en Alex–, o mejor dicho... no es sobre mí –concluye volviendo la vista a sus apuntes y al libro abierto frente a ella.

–Vamos Alex –dicen Sara y Adrián al unísono, se miran para luego reírse por lo bajo esperando no llamar la atención de la bibliotecaria.

–Ya –susurra Emily reprochándoles con la mirada, Alexandra siente un atisbo de esperanza de dejar el tema de lado–, dejen a nuestra chica en paz. Mejor cuéntanos cómo te fue ayer con Ernesto –dice y la castaña resopla con fuerza. 

–¿Será que podemos volver a la tarea? –pide con tono molesto.

–Tienes que hablarlo con alguien Alex –sugiere Adrián con ojos compasivos–. ¿Qué mejor que con tus amigos?

–No me apetece hablar de él –confiesa sin alzar la vista y empieza a mover el bolígrafo garabateando sobre el papel.

–Bien, lo haremos cuando estés dispuesta a hacerlo –le asegura Sara acariciando su hombro.

–Hablando del rey de Roma –susurra Emily que seguía de pie junto a la mesa que eligieron al llegar y encontrar la biblioteca casi vacía.

Alexandra nerviosa, sigue con los ojos puestos sobre los papeles que había llenado de pequeñas letras de color azul y negro durante la hora que llevaban allí.

–No mires Alexa –le susurra Sara a su lado–. Terminemos esto y salgamos de aquí –pide dirigiéndose a los otros dos chicos.

–Es inevitable nena –balbucea Adrián mientras escribe–, lo tendrás que ver por unos seis meses más.

–Vamos Adrián –le reprocha Emily–, debemos ayudarle a olvidarlo, no a recordarlo más de lo que ya lo hace.

–¿Podrían no hablar como si yo no estuviera aquí? –pregunta Alexandra perdiendo la poca paciencia que le restaba–. No quiero hablar de él y quiero olvidarle. ¿Es posible que me ayuden con eso?

–Entonces, ¿terminaron oficialmente? –pregunta Sara ganándose las fulminantes miradas de Adrián y Emily. 

–Así es... –musita Alexandra cabizbaja.

<<Línea de división>>

–Joder –maldice por lo bajo deteniéndose en medio del pasillo–. Olvidé mi móvil –dice con las manos sacando los bolsillos del blazer.

–¿No lo llevas en la mochila? –señala Adrián.

–Vamos, te acompaño a buscarlo –se ofrece Emily.

–Adelántense, iré enseguida –se apresura a decir, empieza a correr hacia la biblioteca sin esperar ninguna respuesta por parte de sus amigos.

Esquiva hábilmente a los estudiantes que encuentra en el camino. Cuando divisa la biblioteca, baja el ritmo y lo hace trotando para asimilar el peso de la mochila sobre ella. 

Al llegar se detiene en la puerta para recuperar el aliento. Saluda a Lita, la bibliotecaria, con una sonrisa que la mujer le devuelve cálidamente a pesar de su cansado aspecto.

Busca con la mirada la mesa que ocupaba con sus amigos hace unos minutos, pero todas le parecen iguales ahora y observa que hay muchos más estudiantes que antes, lo que le confunde aún más.

–¿Buscas esto? –pregunta una voz familiar. Gira sobre sus pies, sabiendo de quién se trata.

–Sí... sí –musita al ver su teléfono móvil en la mano del castaño.

–Hola Alex –saluda sombrío. La cicatriz en su labio aún es evidente, y Alexandra no puede desviar la vista de allí tan fácilmente como su mente se lo exige.

–Hola –susurra.

–Te lo iba a llevar –le asegura devolviéndole el teléfono.

–¿Cómo ibas a saber dónde estaría? –pregunta confundida.

–Conozco tu horario al derecho y al revés. Ahora mismo, Filosofía aula 13A.

–Pensé que lo habías olvidado –musita bajando la vista a sus zapatillas–, ni siquiera yo lo recuerdo a veces –comenta saboreando la sinceridad de sus palabras.

–No podría... –susurra Ernesto–. Aún recuerdo cuando me lo enseñaste, marcamos las horas libres en tu horario y en el mío para poder vernos. ¿Tú lo recuerdas?

–No tiene caso ahora Ernesto –intenta ignorar el gran nudo que siente en el estómago.

–Solo responde Alex... ¿aún recuerdas? Dime que no lo has olvidado –susurra un paso más cerca de ella–, dime que no te has olvidado de mí –pide suplicante.

–¿Cómo podría? –pregunta con rencor–. Te veré todos los... –se contiene por un instante–...días por más de medio año. ¿Cómo te voy a olvidar? –inquiere en voz baja para evitar la atención de los demás.

–Siento no poder ayudarte con eso –dice el muchacho con los ojos vidriosos–. No quiero que te olvides de mí y de lo que tuvimos porque para mí también me resulta difícil siquiera intentarlo.

–No, no será tan complicado para ti. Irás a la universidad el año próximo, entonces verás lo rápido que lo superas.

–No por eso deja de ser acojonante, la sensación de saber que ya no estás más conmigo me sigue a dondequiera que vaya Alex.

–No tiene caso hablar de esto Ernesto –dice dando un paso hacia atrás–, mucho menos aquí –dice detestando la idea de ser observada por los estudiantes que se encuentran próximos a ellos.

–Vale –exhala rascando su nuca, algo avergonzado–. Ten, esto te pertenece –dice entregándole su teléfono móvil–. Parece que tienes un mensaje –Alexandra lo toma, sin dejar de dedicarle una mirada de extrañeza a su exnovio. Sin decir una sola palabra más se gira para salir del lugar.

–Alex –le detiene tomando su mano.

–Déjalo Ernesto –pide con los labios y la mirada.

–Bien, hice la promesa de no presionarte y ser paciente –dice tratando de sostenerle la mirada a la castaña frente a él.

–Entonces, por favor, cúmplela –replica dejando el silencioso lugar y algunas tantas miradas siguiéndole hasta alejarse por completo, sintiendo en cada paso, el temblor de sus rodillas. 

Cuando gira en la esquina, apoya su cuerpo contra la fría pared y toma una gran bocanada de aire. Aligera la presión ejercida en torno a su móvil y lo enciende, no se esperaba el mensaje, pero lo agradece y antes de volver con sus amigos teclea rápidamente sobre la pantalla: "Estoy bien".

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora