Mayo 02 | Alexandra

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𝑳𝒖𝒏𝒆𝒔 

– ¡Adiós! –sacude la mano efusivamente mientras sonríe.

–Ya vamos Mara –le toma del brazo tirando de él–.. Adiós mamá, adiós Alex –dice al momento en que el pelinegro asoma la cabeza y sonríe asintiendo.

–Venga Alexandra, sé que es duro... pero enséñame una sonrisita –dice su hermana al lado.

– ¿Por qué tan animada Mara? –le pregunta caminando junto a ella en dirección a la entrada de la escuela.

–Por nada, simplemente intento ayudarte –comenta adentrándose al recinto abarrotado de estudiantes.

–No puedes salvarme de un examen –dice socarrona.

–Lo harás de maravilla, ya verás –le anima sin éxito.

–No lo creo –niega cerrando los ojos por unos segundos.

Apenas se acerca a las grandes puertas del San Gabriel, las miradas se dirigen a ella y comienzan los murmullos bajos y otros no tanto. Tímida por la repentina atención camina lentamente con la mirada en el suelo.

– ¿Es ella? –le señalan sin disimulo alguno.

–Es una tonta por haber dejado a su novio –comenta un grupo de chicas que no había visto antes.

–No escuches lo que dicen hermana –sugiere Mara mirándole con compasión. Nerviosa, se dispone a revisar su locker, sacando apresuradamente lo que necesita para su primera clase.

–Me voy –le susurra al oído–. Suerte en tu examen –deposita un beso sobre su mejilla y desaparece entre el tumulto.

– ¡Alexa! –escucha a alguien exclamar en mitad del corredor–. Hasta que al fin te dejas ver –le reprocha el joven llegando hasta ella.

–Ha sido un fin de semana agitado –murmura mientras cierra el casillero–. Hola Adri –le abraza disfrutando el efímero contacto.

–Ya te digo, con todo lo que pasó... –resopla–. La escuela entera está hablando de eso –anuncia apoyándose sobre el frío metal del casillero contiguo al suyo.

–Me he enterado nada más entrar aquí. Pero no entiendo qué pinto yo en todo esto –confiesa abrumada–, ni siquiera estuve ahí cuando ocurrió. ¿Tú lo viste? –pregunta curiosa.

–Tú eres la causa de que haya sucedido –dice en voz baja.

– ¿Intentas decir que tengo la culpa de que Ernesto se peleara? 

–No es tu culpa ni responsabilidad, pero sí que pintas en esto. No lo presencié, pero vi a Ernesto salir de esa casa siendo otro –comenta mirando por sobre su hombro–. Ya sabes, tenía el labio partido y el cabello alborotado. Estaba irreconocible, hecho una furia.

– ¿Crees que se encuentre bien? –inquiere con notoria incomodidad–, es decir... ¿Crees que deba preguntarle? Alex me dijo que no estaría mal que lo hiciese.

– ¿Alex? ¿Eso te dijo? –cuestiona sorprendido aferrando su mochila a él–. No cabe duda de que es un gran chico.

– ¿Por qué lo dices? ¿Tú no crees que sea buena idea hablar con Ernesto? –luce confundida y mira nerviosa su reloj de mano.

–Aconsejarte ir con él a pesar de que en alguna ocasión le amenazó, demuestra su madurez. Alexa, tú debes hacer lo que consideres que esté bien, ¿de acuerdo? –aconseja–. No importa lo que yo crea.

–Me confundes aún más –rueda los ojos agotada. 

–Venga o no llegamos y no puedo suspender por no presentarme a un parcial –dice volviéndole a la realidad.

<<Línea de división>>

–Bien jóvenes, pasen los exámenes desde el final de la clase hacia adelante por favor –ordena el hombre de pronunciado bigote arrastrando las palabras–. Ahora.

–Pss –susurra alguien tras ella–. Alexandra –llama levantando la voz.

– ¿Qué? –pregunta irritada mientras gira a ver.

– ¿Cómo te fue? –cuestiona la pelirroja recogiendo sus cosas de la carpeta.

–Bien... supongo –responde insegura–. ¿Qué tal tú? –imita a su amiga guardando todo en la mochila.

–Lo he hecho mejor en otras ocasiones –murmura tranquilamente levantándose de su asiento–. ¿Lista para almorzar?

–No tengo apetito realmente –contesta desanimada saliendo del salón de clases junto a la chica que mira distraída el teléfono móvil.

– ¿Quieres que hablemos de eso? –le pregunta con mirada expectante–. Entenderé si no quieres hacerlo.

– ¿De qué? –inquiere con la vista en sus zapatillas.

–De lo que media escuela está hablando.

– ¿Por qué siguen mirándome así? –inquiere cansada de las atención–, no lo soporto.

–Ignóralos Alexa, solo saben lo que vieron en esa fiesta. Pasa de ellos –recomienda frotando suavemente su hombro para reconfortarle–, sabes cómo hacer eso.

–Necesito saber qué es lo que pasó exactamente –balbucea sin dejar de caminar.

–Yo no lo sé, bebí lo suficiente como para no notar que ya no estabas con nosotros. ¿En qué momento desapareciste? –pregunta frunciendo el ceño.

–Fui a buscar el baño y cuando regresé ya se habían ido –le reprocha–, ustedes desaparecieron.

– ¿Y por eso te fuiste de ahí? –pregunta algo ofendida.

–No me fui al instante –susurra–, me quedé con Alex.

– ¿Noriega? –abre los ojos como platos.

–Sí, nos encontramos allí. Nos fuimos antes de que pasara lo de Ernesto y es por eso que quiero saber.

–Solo hay una persona que te dirá lo que sucedió realmente –expresa con mirada inquisitiva.

– ¿Crees que deba ir a hablar con él? –vuelve a preguntar llegando a la entrada de la cafetería.

–Ya, creo que sería lo mejor.

–Es que aún no te he dicho lo que pasó, él... estuvo con Emilia durante la fiesta –cuenta recordando aquel incómodo e indeseable momento.

–No puede ser –murmura incrédula–. Con mucha más razón Alex, preguntarle si está bien a pesar de lo que sea que haya hecho esa noche demuestra que no eres como él.

–Entonces debería ir a buscarle... –inhala una gran bocanada de aire fresco decidida a acabar con el asunto lo más pronto posible.

–Hmm... no creo que haga falta, ahí viene –señala sutilmente ladeando la cabeza. El castaño se acerca a paso lento a ella, provocando que su corazón palpite rápidamente.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora