Mayo 03 | Alexandra

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𝑴𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔 

– ¿Cómo diablos le resulta tan fácil hablar de nosotros? Es como si no hubiera pasado nada, es como si no hubiera cortado conmigo ese día. Como si no hubiera besado a Emilia, como si no hubiera golpeado a nadie –habla tan rápido que casi se le olvida respirar.

–Lo siento Alex, no tengo la respuesta a tu pregunta. Supongo que ni el mismo Ernesto la tiene.

–Ya no tengo hambre –asegura mirando asqueada el sándwich sobre el plato.

–Tranquila, ya me lo como yo –dice al momento que lo toma rápidamente.

–Al parecer alguien no ha perdido el apetito –comenta asombrada por la forma de comer de Sara.

–Lo siento, salí tan rápido de casa que no tuve tiempo – responde secando la comisura de sus labios delicadamente con una servilleta–. Tú sí desayunaste, ¿verdad?

–No te preocupes por mí –se apresura a decir.

–No puedo decirte que sé cómo te sientes –empieza a decir acercándose más al rostro de Alexandra–, bien sabes que apenas me relaciono sentimentalmente con las personas. 

–No es necesario Sara... –apoya su cabeza sobre su mano izquierda puesta sobre la mesa.

– Ya, pero no es lo mismo hablar de ese tema conmigo que con los chicos. Ni de cerca tengo la experiencia de nuestro querido Adrián –comenta mientras lo ven bailar desde la fila para comprar comida y Emily a su lado sin saber dónde ocultarse, la escena sin duda provoca que ambas estallen en carcajadas–. O la de Emily, en absoluto.

–Tampoco yo, eso es seguro –murmura la castaña sin dejar de reír.

–Pero sé que lo que hagas, lo que sea que decidas hacer... estará bien –le asegura frotando su hombro con cariño.

–Ese es el asunto Sara –reconoce cabizbaja–, ahora mismo no sé qué hacer. Me siento muy confundida y triste al mismo tiempo. Creí que las cosas con Ernesto irían bien hasta cuando se fuera a estudiar a la ciudad. Creí que iríamos juntos a su graduación, que bailaríamos toda la noche – suspira como recordando las promesas pasadas.

–Pero nada dura para siempre...

–Quería creer que sí –sus hermosos ojos empiezan a humedecerse poco a poco.

–Te enamorarás otra vez, conocerás a otra persona, miles en realidad. Nada dura para siempre, es cierto, pero esto que sientea ahora mismo tampoco será por siempre.

–¿Estás segura?

–Estoy segura. No entiendo cómo funciona la mente de los chicos y tampoco quiero hacerlo, pero sé que no todos actúan mal, no todos te lastimarán.

–Espero que el chico con el que estás saliendo no te lastime, porque el resultaría peor que tú –asegura con bastante seriedad mostrando su puño por debajo de la mesa.

–¿Qué? ¿De... de qué hablas? –tartamudea con real sorpresa.

–No tienes que ocultármelo Sara –le anima.

–Pero... ¿Cómo lo sabes?

–Mi hermana te vio ayer –responde confundida por el repentino cambio de actitud de su amiga– ¿Por qué no nos contaste nada?

–Por favor Alexandra, prométeme que no se lo dirás a nadie –su expresión pasa de neutra a nerviosismo puro.

–¿Por qué? ¿De quién se trata Sara? –pregunta frunciendo el ceño–. ¿Con quién estás saliendo?

–No sé si deba decírtelo realmente... –murmura apenas audible–. No sería justo ponerte en esta situación.

–Dímelo ya, me estás asustando – pide encarecidamente.

–Lo haré si prometes no decírselo a nadie más –le condiciona.

–Vale, vale. Lo prometo –dice levantando la mano derecha–. ¿me dirás ya?

–Estoy saliendo con Zack –susurra bajando la mirada, como avergonzada.

– ¿Zack? –se pregunta la castaña pensando de quién se trata.

–No es nada serio, pero él en serio me gusta mucho –confiesa soltando el aire que estaba conteniendo.

– ¿Zack? ¿Qué Zack? –sigue preguntando más para sí misma que para Sara–. ¿Zackarías Duarte? – cuestiona pensando en el jugador de baloncesto un año menor que ellas.

–No, claro que no –niega con la cabeza.

–¿Entonces? ¿Quién? Ya dímelo Sara, no se lo diré a nadie.

–Zack Smith... –susurra, Alexandra no puede disimular su asombro y abre los ojos como platos.

–¿El hermano de Emily? ¿De nuestra Emily? –inquiere esperando equivocarse.

–Regresó hace un par de semanas de Camville*, pero estamos en contacto desde hace más de un mes.

–¿Son novios? –interroga tras la breve explicación de su relación a distancia.

–No lo creo, pero somos algo parecido a eso. Alexandra, creo que podría enamorarme de él.

–Pero sabes que no debes hacerlo –sentencia–, no sabiendo lo que pasó entre él y la mejor amiga de Emily antes de nosotras.

–Ya, ya me sé muy bien esa historia. Pero piénsalo, solo conocemos la versión que ella le contó a Emily, nunca le dimos el beneficio de la duda a Zack.

–Aunque tienes razón, darle el beneficio de la duda no lo exculparía de lo que pasó. No puedo ni siquiera imaginarme en lo que pasaría si Emily se llegara a enterar de esto.

–No puedes contárselo a nadie, me lo prometiste.

–No quiero encontrarme entre las dos ocultando esto, nos odiaría.

–Te advertí que no quería ponerte en esta situación Alex, por favor... no se lo puedes decir.

–Sara...

–No diremos nada, al menos no antes de saber si lo mío con Zack anda o no. Entonces se lo contaremos, ¿bien? 

Alexandra asiente poco convencida pero firme en su decisión de guardar el secreto de su amiga, le anima con unas palmaditas y se levantan para ir a su próxima clase.



*𝑪𝒂𝒎𝒗𝒊𝒍𝒍𝒆: 𝒄𝒊𝒖𝒅𝒂𝒅 𝒇𝒊𝒄𝒕𝒊𝒄𝒊𝒂 𝒑𝒆𝒓𝒕𝒆𝒏𝒆𝒄𝒊𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒆𝒙𝒄𝒍𝒖𝒔𝒊𝒗𝒂𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒏𝒐𝒗𝒆𝒍𝒂.

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