Marzo 25 | Alex

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 𝑽𝒊𝒆𝒓𝒏𝒆𝒔

Pequeñas gotas caen sobre él, mojando su cabello y la carretera en la que está parado. Se ve a sí mismo descalzo y con el pijama que traía puesto al acostarse.

A unos diez metros logra ver un auto fuera de la carretera, parece estar destruido. Da dos pasos pero se detiene de repente, sorprendido de poder andar con ambos pies.

Reconfortado por saberlo, y ansioso por saber qué hay más adelante, se echa a correr. El viento golpeando su cara es la mejor parte de hacerlo, recupera sensaciones en los diez metros hasta llegar frente al auto.

Reconoce la placa casi demolida y el miedo se apodera de él, sin querer darlo por sentado camina hasta el asiento de piloto.

La ventana está rota y por esta sale el cuerpo de su padre desde el torso hacia arriba. Inmediatamente y sin proponérselo las lágrimas llenan sus ojos.

Se arrodilla frente a él y se cubre el rostro para evitar verle.

El nudo en su garganta se hace imposible de pasar, y el aire comienza a faltarle, sensación desesperante que vivió solo una vez.

Se levanta con el propósito de encontrar a su madre, pero decide no correr. Si lo que le espera resulta ser demasiado para soportarlo, prefiere alargar la ignorancia.

Pero nadie se encuentra en el asiento de copiloto. Asustado aún, gira la vista a todas partes buscándola.

Y al mirar enfrente, se percata de un bulto en la carretera a una distancia que no le permite conocer de qué se trata, aunque ya lo intuye.

Las piernas le pesan al caminar y cuando llega hasta el bulto, se detiene otra vez, y esta vez para darse cuenta que está parado sobre un pie y sostiene las muletas a cada lado.

Las tira lejos, odiando volverlas a ver, provocando que caiga al suelo cerca del cuerpo que yace bajo la pista mojada.

El cabello le cubre la cara, solo puede ver su ojo izquierdo abierto, reflejando terror. Le retira el mechón del rostro y al hacerlo la sangre húmeda mancha sus dedos.

–Perdóname mamá...

–Alex, despierta –escucha una voz desde lejos.

No se inmuta por aquello y se abraza a su madre mientras empieza a llorar con amargura.

–No, no. Yo debí morir, no tú –pega su frente a la de María y siente la humedad de la sangre y el olor a metal se impregna en su memoria. 

***

Tiene de pronto la extraña sensación de que hay alguien más junto a ellos, no alcanza ver a nadie alrededor pero siente unas pequeñas manos sobre sus hombros que empiezan a sacudirle.

–Alex, Alex –vuelve a escuchar.

Cierra los ojos guardando, la que está seguro, es la peor imagen de su madre entre sus recuerdos.

Y al fin los abre en realidad, reconociendo a la dueña de la voz. Siente su pecho húmedo por el sudor que también recorre su frente.

La mirada de la castaña le incita a hacerlo, y sin pensarlo más se sienta sobre la cama y la abraza.

A los segundos siente los brazos de la chica rodeándole por la espalda. Y aunque sigue sin tener muy claro que es lo que está pasando, no puede ahogar el llanto.

–Realmente lo lamento Alex –le escuchar decir, mientras siente que esta le acaricia el cabello.

Cuando al fin parece estar completamente despierto y consiente de lo que hace, se separa de ella y se seca rápidamente las mejillas. No quiere dar la impresión de sentirse débil y asequible.

–Yo... no sabía –murmura Alexandra y se talla los ojos–. Lo siento.

– ¿Por qué te disculpas? –espeta y la mira extrañado.

–No sabía que tenías pesadillas con el accidente, fue desconsiderado... -habla atropelladamente hasta que él le detiene.

– ¿Qué haces aquí?

–Te escuché llorar...

–No estaba llorando –niega lo obvio.

–No tienes que fingir conmigo, Alex –dice y pone una mano sobre su pierna–. Solo quiero ayudarte.

– ¿Ayudar? ¡Todos quieren ayudar! Por si no lo han notado, estoy jodido –suelta con rencor y trata sutilmente de retirar la mano de la chica.

–No lo estás, déjame ayudarte.

No quiere escuchar más cuestiones que le hagan ver vulnerable. Se levanta de la cama por el lado contrario al de la castaña y tomando las muletas sale de la habitación.

Ya en el baño se quita la camiseta y seca su frente.

–Alex... -le llama nuevamente Alexandra apoyada en el marco de la puerta.

–No necesito a nadie –asegura y da un portazo con fuerza.

Todo por AlexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora