53. Boca llena

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Buenos Aires. Septiembre 2019.

Anahí Markhez

Me despierto con un resoplido que no fue el mío.

Cristo.

Me costó asimilar la idea de cómo me había quedado dormida.

—...te quiero porque simplemente te dejas querer. Y todo esto sólo demuestra que el cariño que recibes no es suficiente, por lo que hay que mimarte y malcriarte mucho más. Por eso estoy aquí. No te dejaré sola.-

Dejó de ser el peor de todos para pasar a ser el ...

Ni se te ocurra.

Pero sí tengo que admitir que por primera vez me sentí completamente transparente con alguien y el hecho de que me hayan aceptado tal cual soy y hayan decidido quedarse a pesar de todo, me daba una alegría diferente de cualquier otra.

El agarre de Juan Pablo se mantenía en mi cintura, cuidando celosamente mis heridas. Mi mano estaba entrelazada con la de él en su pecho.

Me sentía extraña. Me sentía bien, me sentía feliz de poder estar bien con él. Esta vez todo era diferente. No había compromisos, no habían ataduras. No había culpa.

Se veía como si hubiese sido atacado por muertos vivos. Tenía sangre al rededor de su cuello y en su ropa.

Que vergüenza.

Si...

Era momento de levantarme y ducharme, cambiar mis vendas.

Me costó, pero logré separarme de él sin despertarlo.

Tome una larga ducha. Me puse la ropa interior y me envolví en mi bata.

Vuelvo a la habitación y pienso que debería de curarme en el baño.

El tipo ya nos vio en interiores dos veces, nos sacó el corpiño y durmió con nosotras, creo que va a poder tolerar que te cures mientras él duerme.

Suspiro y saco las cosas para pararme frente al espejo a un costado y comenzar con las costillas.

Estaba difícil, dolía mucho. Pero al menos logré la primera parte.

Hasta que...

Escucho que alguien se aclara la garganta.

Villamil.

Tenía una sonrisa un tanto pícara con sus brazos sobre la nuca.

La sangre sube a mis mejillas pero siempre cortes.— Buen día.- mientras vuelvo mi mirada al espejo.

— Y si que son buenos...- ni siquiera quise verlo, por lo que me estiré y puse la gasa, la cual ardió y mi cara lo dijo todo.— Dejeme lavarme y le ayudo.-

Iba a objetar, pero es obvio que ese señor ya no estaba.

Unos segundos después se aparece en el reflejo del espejo.

— Permíteme.- me dice y me hago a un costado, dejándole ver bien.

El se agacha un poco y limpia ágilmente para luego cubrir.

— 'Perá.- le digo y le paso una crema.— poneme esto, por fas.-

— Qué es?.- lo mira y lo abre.

— Es crema analgésica, tiene cicatrizante. Me calma el dolor.-

— Por lo que veo tu ya... estás en todo esto, no?.- un poco incómodo.

— Lamentablemente recordamos los malos hábitos.-

Termina de detallar con sus dedos la extensión de la herida y veo en el reflejo del espejo lo angustiado que estaba.

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