85. Vestirse. (2/2)

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Segundo capítulo del día de hoy!

Este es quizá uno de los que más me costó escribir, pero es quizá de mis favoritos, ustedes le encontrarán el sentido.

Cuéntenme qué les pareció.

Nos vemos en un futuro no muy lejano.

Los quiero mucho lectorxs poco activxs.

H

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Buenos Aires. Junio 2020.

Juan Pablo Villamil.

El cumpleaños de Marena fue claramente todo lo opuesto a lo que Ana creía que iba a ser.

La obligaron a sentarse en una silla a mi lado, pero de igual manera no soltó mi mano, no perdió contacto conmigo, si no era mi mano, era mi brazo sobre su hombro, mi mano sobre su pierna o viceversa, o ella sobre mi hombro. No perdíamos el contacto ni de broma.

Algo que siempre nos llamó la atención de los eventos en Argentina, es que todo dura hasta tarde.

En este caso, eran las cuatro de la mañana y todos seguían despiertos.

Ana se disculpó y decidió volver a casa, ya que al día siguiente tenía un día largo, además de sus clases de post grado.

Honestamente, estaba muerto, moría por descansar.

Ana no dejaba mi cansado ser. Hizo que la cargue en mi espalda para subir por el ascensor, ella abrazándome sin soltar su agarre.

— Ya me piensas soltar?.- le pregunto.

Ella bufa y se baja dejando un beso en mi mejilla.

— Quieren un te o algo?.- nos ofrece pero los muchachos estaban más dormidos que otra cosa.

— Sólo queremos dormir hasta el año que viene... y tú qué?.- le pregunta Isaza al oso que le envié a Ana para su cumpleaños, ese rolo ya estaba pasado. El papá de Marena no dejaba de servirnos cerveza artesanal, aunque sólo tomé un vaso, los demás... digamos que se entusiasmaron.

— Mire... ese es el amante de su novia. Yo le tengo y usted le da.-me dice Moncho.

— Ya, vayan a dormir, traten de bañarse, apestan.-

Ellos siguen mi comanda y se van. Ana golpea sus espaldas mientras desfilan a la habitación.

Apago las luces y aseguro la puerta, la tomo de la mano y la llevo a su habitación. Ni bien cierro la puerta la atraigo a mi para jugar con nuestras respiraciones. Se acercaba para dar con mis labios, pero torturarla me resultaba más tentador, una y otra vez.

— Te va a costar muy caro si no besas ahora.- me dice en un susurro que activó todos mis sentidos. La distancia por la que pasábamos ayudaba a mi sensibilidad y reacción.

Una mano en su cintura la empuja contra la pared y mi otra mano domina su cuello.

Observo sus labios voluptuosos, algo secos por el labial que usó en el día que ya no estaba, separados esperando deseosos a ser atacados por los míos hambrientos desde hace unos cuatro jodidos meses.

Bastante divertido de mi horrible juego, me acerco y mis labios se pegan a su comisura.

Un suspiro sale de ella ante el calor de mi insinuante beso. Sus labios pelean por correrse y alcanzar los míos, rozando apenas mi piel.

Nuevamente mi mano guía su cuello y me abro paso para besarla a mi antojo.

Repentinamente tira de mi camisa hacia ella.— Si no me vas a hacer el amor, no veo justificada tu tortura.- sintiendo su pesada respiración y sus mejillas rojas.

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