130. Cualquier vida. 3/4

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Cordoba. Agosto 2024.

Narrador omnisciente.

Hector e Ítalo esperaban impacientes a las mujeres que escoltarían al altar tras la puerta principal.

Héctor no dejaba de tocar su corbata, por lo que le pidió ayuda a Ítalo. Pero no llego ni a sacar las manos de sus bolsillos, porque una voz lo paralizó.

— Yo lo hago.- dijo la mismísima novia, y los ojos de ambos se iluminaron.

Las razones de Héctor son obvias, es su chiquita, la que creció con grandes dificultades, la que creció sola y maduró como pudo, la que enfrentó todas las adversidades y siempre trató de poner una sonrisa en su rostro, la luchadora, una mujer con todas las letras.

Ahora Ítalo... no se puede explicar la relación que llevan. Es increíble el cariño que siente por Ana, y es que si, se parece a su mamá, con el tiempo fue descubriendo diferencias, claramente. Sus ojos, por ejemplo, su madre los tenía más claros, y quizá Anabella no haya sido tan terca como Ana, pero aún así, sabe que su amiga es muchísimo más fuerte y persistente en cualquier ámbito, la niña pone el pecho a la bala, y hasta se atreve a decir que esa afirmación es literal.

La novia acomodó la corbata de su papá, quien la miraba rendido y con adoración, estaba desarmado, daría el mundo por verla así de radiante el resto de su vida.

— Listo.- dijo en secreto y dejó un beso en su mejilla.

Una lágrima escapó de sus ojos y ella sonrió mientras su pulgar la quitaba.

Lo miró a Ítalo quien la abrazo tan fuerte que creía no poder soltarla.

Ella estaba contenta de poder compartir esto con su amigo, es más, estaba feliz de que su futuro esposo haya podido ver lo mismo que vió ella en él. No se arrepiente de los golpes que le dió, porque eso los llevó a esa bonita amistad. Esta segura de que Ítalo habría intentado algo con ella de no haber sido así.

Detrás viene corriendo en tacos color nude, Caro, que llevaba aquel "vestido de dama de honor", el cual era un pantalón de vestir blanco, un palazo, que llega hasta su cintura, donde se encuentra con una blusa de encaje dorado.

Esa había sido la elección de Emilia y todas sus damas estaban emocionadas, era algo original, nuevo para todos.

Ítalo sonríe al ver que traía el ramo de la novia, a veces es despistada, pero bueno, para eso estaban las damas.

— Lista?.- le pregunta Ítalo como ya lo habrá hecho varias veces.

— Para caminar lenta y tortuosamente hacia un lugar donde me espera un tipo para responderle a otro tipo que me pregunta si quiero pasar el resto de mi vida con un chabon que me golpeó en la cabeza el día en que lo conocí, en frente de todos nuestros seres queridos que viajaron kilómetros hacia la nada misma, y tratar de no morir de un ataque de pánico en el medio?.- luego de un suspiro asiente la cabeza con voluntad.— más que lista.- aunque su cara no decía lo mismo.

Su amigo sonríe ante tan tierna mirada, él iba a estar a su lado. Dejó un beso en su mejilla y le ofreció su brazo a Caro que se ríe de las payasadas del mimado.

Ellos también desarrollaron una linda amistad, ella es muy parecida a su hermana, aunque más suelta, para nada estricta, ella y él son más parecidos, si bien Caro estudio por insistencia de sus padres, pero una vez terminada la escuela, ella no trabajó de ello, y la empresa le es de completo aburrimiento, su hermana siempre fue la indicada para aquello.

La Markhez menor cruzó su brazo derecho con el izquierdo del padrino, y acto seguido éste le hizo una seña a sus guardaespaldas para que den pie al inicio de la ceremonia.

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