Epílogo

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Día de sorpresa!
Si, señoras y señores, tenemos epílogo, ya que en las dos historias el final lo cuenta Juan Pablo, decidí que el epílogo lo cuente Ana, de lo merece.

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Anahí Markhez.

No entienden el dolor de una madre si no se es una.

Ni Juan podría expresar ese dolor. Si, suena egoísta, y yo siempre lo creí así... pero les digo una cosa, eso es verdad.

Cuando vi que no había respuestas de mi hija sentí mi mundo venirse abajo, tenía tantas expectativas...

Creí morir cuando la dieron por muerta, una parte de mí se fue ese día.

El llanto de mi Nara me trajo de nuevo a la vida, aunque lamentablemente ese hecho de tenerla sin vida en mis brazos me perseguirá por el resto de mi vida.

Una vez superado el trauma, todo siguió igual, sólo que ahora todo era más agotador.

Los dos trabajando, Inara llorando.

Paul, enamorado de nuestra bella Nara, me ofreció tenerla en la oficina mientras trabajo y tener a una acompañante.

Por el momento, somos nosotras dos... y Juan Pablo que ahora exige sus reuniones en el mismo edificio para poder estar con nosotras.

Si, ya habremos tenido problemas sobre la paternidad compartida.

Como cuando le pedí que cuide de la nena un tiempo mientras hablaba por teléfono en mi oficina.

Ani, necesito que tengas a Nara un rato, no deja de llorar y tratamos de terminar esto!.-

— Voy!.- le digo desde mi oficina, escuchando los gritos de la pobre.

Llego y la levanto mientras hablo por teléfono y agarro unos papeles. Buscábamos una buena colaboración, pero por lo visto no podíamos.

El edificio era un lío, los chicos metidos en eso, hablando y arreglando, yo en el teléfono y hablando con mi asistente que me preguntaba algunas cosas, las refacciones del lugar, todo es un real caos.

Inara no paraba de llorar y mi interlocutor prácticamente gritaba por tanto ruido.

—Ani, lleva a Nara, por favor.- me pide y yo hago como me dice, pero una de sus asistentes me llama nuevamente deteniendo mi camino, haciendo que pida dos segundos a mi conexión telefónica. Trato de calmar a mi hija en el medio, pero no funciona.— Ana...-

— Voy.- ya alcanzando el límite de mi paciencia.— tenemos que averiguar cómo hacer para que no viajen tanto, ya los escuché quejarse.- le digo a su asistente y es entonces cuando pega el grito Villamil.

— Ana! Que te lleves a Inara del maldito lugar!.- todos enmudecieron.

La banda abrió los ojos como platos, los obreros dejaron los taladros, las asistentes silenciaron, mi interlocutor al teléfono se calló y hasta la misma Inara dejó de llorar.

Suspiré y me acerqué a él.

— Bien.- le digo en un tono bajo y moderado.— eso es lo que voy a hacer, pero vos después te fijarás cómo mierda le haces con las visitas restringidas en Argentina, pedazo de imbécil!.-

Dicho eso, le dejé el teléfono con bronca en el pecho y me fui con Inara en brazos.

Pensaba hacerlo, estaba decidida a irme de Colombia, es más estaba llamando a mi amiga abogada para que me ayude con los papeles de la nena mientras hacía las valijas.

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