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La catedral de Canterbury estaba llena. Adornada en colores blancos, dorados, azules y plateados desde los listones hasta los arreglos florales de color rojo que contrastaban perfectamente con las luces amarillentas de los candelabros colgando del techo. El arzobispo había oficiado la ceremonia en un cántico mientras ambos príncipes se mantenían de rodillas frente a él, con la mirada al suelo y cada una de las manos del anciano sobre sus cabezas. Nina y Leo se acercaron, cada uno con un estuche en sus manos y los abrieron ante el arzobispo quien bendijo las coronas dentro y dijo a los príncipes aún de rodillas:

— Como sucesores de sus majestades, están comprometidos a buscar el desarrollo y el bien del país, así como a mantener paz y brindar seguridad y una buena calidad de vida. Que la luz divina los iluminé cada día y les dé sabiduría para ser reyes de bien. —Una por una tomó las coronas y las puso sobre la cabeza de los príncipes mientras ellos decían:

 —Una por una tomó las coronas y las puso sobre la cabeza de los príncipes mientras ellos decían:

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— Acepto mis responsabilidades, compromisos y deberes al recibir esta corona

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— Acepto mis responsabilidades, compromisos y deberes al recibir esta corona.

— 🎵Los cielos han abierto paso y la luz se posó entre la multitud señalando a los soberanos.🎵
Sus majestades Hwang, reyes de Reino Unido. —Ambos se pusieron de pie y se giraron de frente a la corte, todos hicieron una reverencia; en ese momento, como un reflejo, la mirada de Ren se dirigió a la banca reservada para su familia, pero estaba vacía, aún con la pequeña hoja que mostraba el apellido de estos, su mirada se nubló por un momento, pero no hizo más que suspirar y volver a alzar la mirada a la corte.

Tras terminar la ceremonia con la bendición general del arzobispo, los primeros en caminar fuera de la iglesia fueron los esposos recién coronados, todos aplaudían y los reverenciaron conforme pasaban de vuelta a su auto y tras despedirse con la mano y entrar a este, se pusieron en camino de regreso a Londres. En el camino pudieron ver montones de gente en la acera aplaudiendo y saludando al auto que evidentemente llevaba a los nuevos reyes, así que durante todo el camino ambos saludaron con una mano y una sonrisa desde el interior del vehículo. Se detuvieron antes de llegar al hospital, en la catedral de hecho.

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora