LXXXV

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— Ya, ya, hombre. —Decía Hoshi dando palmaditas en el hombro de su amigo mientras le pasaba por la frente una bolsa de hielo envuelta en una toalla

— Hoshi, no me acuerdo de nada.

— Ya, ya. Creo que estás bien así.

— No. No puedo estar así, porque lo último que recuerdo es... —Se frotó los ojos y soltó un suspiro. — estaba hablando con alguien. Recuerdo que... que había una bebida... yo... yo la estaba tomando y...

— Tranquilo.

— No. No me acuerdo.

— Ya. No te presiones.

— Gracias por acompañarme de vuelta a Inglaterra, Hoshi.

— No me agradezcas, es lo menos que puedo hacer ahora.

— Mi cabeza da muchas vueltas aún y... no sé...
¿Te puedo decir algo, Hoshi?

— Me puedes decir lo que sea, tú lo sabes.

— Es... es que es un poco vergonzoso para mí.

— ¿Vergonzoso? ¿Te acordaste cuando de niños salimos corriendo desnudos por tu jardín? —Ambos rieron.

— No, pero gracias por recordármelo. —Dijo cubriéndose de nuevo la cara.

— Vale. Entonces, ¿por qué es vergonzoso?

— Simplemente lo es. Me siento... no sé... me da la impresión de ser un adolescente alborotado y... no sé.

— ¿Por? —Minhyun se cubrió la cara y rió nervioso. Hoshi le siguió la risa. — ¿Qué?

— Creo que soñé con Ren.

— ¿Y? Lo hacías desde hace tiempo.

— Pero hace tiempo que no lo soñaba así. Tan lindo, tan sexy... tan provocativo.

— Ah, creo que entiendo. ¿Otro sueño erotico con tu esposo? —Minhyun rió y Hoshi asintió siguiéndole la risa. — Yo creo que es normal si llevan casi... a ver... febrero, marzo, abril, ¿en qué mes estamos? Bueno, es igual, ya ha sido un buen tiempo y no han...

— Hoshi. —Reprendió el moreno.

— ¿Qué? Lo dijiste tú, no yo.

— Lo sé, pero es por el bebé. No quiero que haya consecuencias.

— ¿Te incómoda? Quiero decir, al final es tu esposo, pero supongo que no imaginaban que llegaría el momento en que se "aguantaran" tanto tiempo, ¿no?
Que él no te lo diga no significa que tenga menos ganas que tú.

— Ay, Hoshi, pude esperarlo dos años, ¿qué son unos meses?

— Dímelo tú. —Minhyun se sentó lentamente y su amigo lo siguió con la mirada.
— Ya, ya, hombre.

— Estoy tan mareado.

— Ya, ya. Ven, recuéstate. Duerme un poco, aún faltan unas horas para llegar.

El moreno hizo caso y se recostó nuevamente en la piernas de su amigo. Cerró sus ojos y cayó en un profundo sueño.

 Cerró sus ojos y cayó en un profundo sueño

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Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora