XCII

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[Octubre]

Recién comenzaba el mes con esos fríos vientos de otoño soplando.

La mañana estaba un poco nublada y se veía que en cualquier momento se podría soltar una lluvia, tal vez una tormenta.

Minhyun se había levantado casi a las siete de la mañana para atender unos asuntos del palacio que al parecer eran muy urgentes, aunque no tardó más de dos horas y media en resolver todo y entregar los papeles a la mujer que esperaba con paciencia la información que enviaría a Londres. Había desayunado apenas un par de tostadas con mermelada y un vaso de leche, esperando que su esposo se levantara para que comieran algo juntos, aunque al no verlo salir de la habitación pasadas las 10 finalmente decidió ir a verlo. Subió las escaleras un poco nervioso y extrañado de no escuchar un sólo ruido, y ya que tampoco había visto a Nina en toda la mañana comenzaba a preguntarse si hizo bien al dejar a su esposo solo. Un sirviente le abrió la puerta y él entró siendo la imagen del rubio sentado en la cama, con las manos entre sus piernas, su cabello despeinado y sus ojos adormilados lo primero que vio.

— Mi vida. —Llamó obteniendo la atención del menor. — Ah, mi cielo, mi todo, —Se acercó para abrazarlo. — por un momento temí que te pudiera pasar algo y por eso no bajabas, pero sólo seguías dormido. —Suspiró aliviado notando que su esposo aún estaba adormilado. Se sentó junto a él y lo acercó a su hombro. — ¿Aún estás cansado? —Y fue sólo entonces que Ren negó esbozando una sonrisa.

— No. Sólo estaba reaccionando. —Besó la mejilla de su marido y peinó sus dorados cabellos hacia atrás deshaciéndose de esos rebeldes mechones que siempre quedaban hacia arriba. — ¿Qué hora es?

— Casi mediodía.

— ¿Tan pronto?

— Sí, mi vida, pero te tengo una buena noticia.

— ¿Cuál?

— Ya terminé todos los pendientes y tenemos el día libre.

— ¿Todo el día?

— Todo el día. —Ren sonrió ampliamente y se apresuró a abrazarse del cuello del mayor plantándole un beso más en la mejilla. Minhyun lo tomó con gentileza y le devolvió el beso en los labios. — Te prepararé algo rico para comer, ¿qué dices?

— Mmm, ¿hace cuánto que no cocinas? —Rió y el mayor le siguió.

— Desde que llegamos a Inglaterra. —Besó la frente de su esposo. — ¿Te gustaría que te prepare un rico... tentempié? —Ren sonrió y asintió.

— Bien. ¿Qué se te antoja?

— Tú.

— ¿Uh?

— Tú escoge.

— Ah, ¿por qué me haces eso? —Se quejó frotándose la frente.

— ¿Qué? —Abrió los ojos grandes. — ¿Qué estabas pensando, Hwang Minhyun?

— Ay, pues tú tienes la culpa. Lindo, —Un beso. — tierno, sexy y... —Detuvo los cortos besos que dejaba en los labios de su esposo —. Ya. Voy a prepararte algo. —Volvió a ponerse de pie y Ren soltó una risita. — ¿Qué?

— Sólo... pensé. Pensé que tú... —Jugó con sus dedos. — tú...

— ¿Yo?

— Tú... —Se llevó una mano al vientre. — Uh. —Suspiró.

— ¿Qué sucede?

— Nada. Min está dando pataditas muy fuertes. —Miró su bulto. — Auh. —Volvió la mirada a su marido y divertido y coqueto le dijo: — Lo siento, amor, creo que Min estará demasiado inquieto como para cualquier cosa. —Minhyun bufó llevándose las manos a la cintura.

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora