LXXIV

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El avión aterrizó con éxito, una vez más. Cuando la puerta se abrió, el primero en bajar fue el primer oficial, después dos soldados y detrás de ellos Ren, antes de descender por la escalerilla miró a los lados. Se acomodó las gafas y peinó su fleco. El auto ya lo esperaba a unos metros del jet, y el chófer, respetuoso, esperaba listo para abrir la puerta. Cuando el joven rubio bajó las escaleras, dos guardias más bajaron detrás de él, y junto a los otros tres, lo escoltaron hasta el vehículo.

— Bienvenido de vuelta, majestad. —Fue el saludo del chófer mientras abría la puerta.

— Gracias. —Respondió el rubio antes de subir. — ¿Y mi marido? —Preguntó antes de subir completamente.

— Su majestad, Hwang Minhyun I está en el palacio de Buckingham.

— Okay. —Se acomodó permitiendo que cerraran la puerta, después de que hubieran subido dos de los guardias, claro. El vehículo se puso en marcha poco después, y Ren se dedicó a mirar por la ventana, sintiendo el viento golpeando su rostro y pensando en todo lo que le había pasado esa mañana, después de haberse levantado casi a mediodía.

| — ¿Cómo te vas a ir así?

— Está bien, mamá. Minhyun dijo que vendrían a recogerme.

— Pero ni siquiera has comido algo.

— Ya se me hace tarde, y la verdad, ahora no tengo hambre.

— Mi niño, estás esperando, no es bueno que te saltes comidas.

— De verdad, mamá, no tengo hambre.

— Minki, tu madre tiene razón, baja a comer algo.

— Casi es mediodía...

— Y tú debes comer, así que baja y deja que Kikio se encargue de organizar tus cosas.

— Sí, papá.

La verdad era que, apenas había despertado, había comido dos paquetes de galletas y tres chocolates que llevaba en la mochila, así que realmente no tenía hambre. Aún así había bajado y sí, había comido, pero no había podido evitar correr al baño en cuanto terminó y sus padres y hermanos dejaron de mirarlo.

— Bebé, bebé, no me hagas esto, me harás pensar que realmente papi nos ha consentido mucho tanto a ti como a mí y eso no puede ser. Tenemos que... evitar que se den cuenta. —Acarició su vientre y salió del baño después de lavarse la boca.

Escuchó risas, seguramente de Lizzy y sus amigas, y al pasar por la sala para dirigirse a las escaleras, las vio mirando por la ventana. Su hermana volteó a verlo y de inmediato le llamó:

— Mira, Ren, hay unos hombres vestidos de rojo allá afuera.

— ¿Hombres vestidos de rojo? —Se extrañó y se acercó lentamente a su hermana.

— Ren —Le llamó Jeonghan antes de que el menor llegase junto a las chicas. Miró a su hermano. — hay unas personas afuera que buscan a su majestad, Minki I. —El menor sintió sus mejillas enrojecer y prefirió dirigirse a la puerta. Sí, ahí estaban los soldados, esperando por él junto a un chófer y dos patrullas de policía.

— "¿Por qué a mí?" —Rió enternecido por el detalle que su marido tenía al cuidarlo. Los vecinos, curiosos, se asomaban o salían de sus casas para ver lo que sucedía.
— Oh, santo cielo. —Murmuró. — Voy por mi mochila. Ya llegaron por mi.

— Minhyun no está feliz hasta que no te manda todo un circo, ¿verdad? —Dijo Jeonghan cruzándose de brazos.

— No es un circo...

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora