CLXIX

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Al principio todo parecía un manojo de nervios. Salir del estacionamiento del hotel pareció correr en segundos eternos. La respiración del joven frente al volante era lenta, pero su corazón se aceleraba cada vez más al acercarse a la entrada; afuera esperaban guardias, y era claro que no podía ser coincidencia.

Finalmente salieron.

No fue como en una escena de películas de acción: salir y ser identificados de inmediato por los guardias; una persecución y escape perfecto. De hecho fue bastante común fuera de ese auto. Ninguno de los guardias alrededor alarmó al resto con un grito, ni tampoco había patrullas por todos lados, lo que facilitó que el auto pasara. A pesar de eso, el ambiente dentro era tensó, la mirada del más joven se mantenía fija al frente y sus manos bien aferradas al volante.

— ¿Ya salimos?

— Guarde silencio. —Susurró pasando junto a la acera en la que antes había visto a los guardias. — ¿Dónde están? —Miró rápidamente a los lados. — No están. —Habló con un tono entre victorioso y nervioso. Aceleró un poco más, pasando de lado a varios autos que antes había dejado pasar.
— Ya puede levantarse. —Anunció tras un rato.

— Por fin. —Se quejó sentándose con un poco de esfuerzo. — ¿Por qué tardaste tanto?

— Porque podría haber aparecido otro guardia, pero parece que ya no hay ninguno —. Aprovechó un semáforo en rojo para volver a tomar su teléfono y girarse un poco hacia Neeson. — Puede avisar a los Choi que ya no va a darles a la abuela. —Le ofreció el aparato.

— ¿De qué me serviría eso?

— Satisfacción. Diversión. Usted piense. Era usted quien quería verlos.

— Pues ya no.

— Usted es aburrido.

— Si lo que pretendes es angustiarlos más, llámalos por ti mismo.

— Yo no sé cuál es el número. Usted marque.

— Te dije que no.

— Yo no puedo hablar por teléfono y conducir. No es seguro. —Sacudió el teléfono suavemente. — Por favor.

— ¿Y qué harás si lo hago?

— Me divertiré. Ande. —Le tomó una mano y le dio el teléfono. — Llame. Apuesto que también le divertirá. —Volvió a poner en marcha el auto.

Neeson miró el teléfono un momento. No estaba del todo convencido, pero era cierto que sería divertido para él, así que finalmente buscó el ícono de llamadas y comenzó a marcar.

(Japonés)
~ ¿Diga?

(Inglés)
~ Señora Choi —Comenzó—, que gusto volver a escucharla. —Hubo silencio por parte de ella.
~ ¿Están listos para ver a la anciana? —La escuchó hablar nuevamente en Japonés, y luego otro murmullo.

~ Escúcheme, no le hagan daño a mi madre.
~ Negociemos.

~ El negocio queda cerrado ahora, señor.

~ ¿Cómo dice?

~ Ya no hay negocio.
~ ¿Creen que no sé que desobedecieron las indicaciones?

~ ¡No les daremos a nuestro nieto! —Se quebró Haesoo comenzando a llorar.

Neeson, por su parte, no había terminado de hablar cuando las palabras de ella lo dejaron en silencio. V tenía razón: no les entregarían al niño.

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora