CLXIV

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— Señoñita Noh, ya me qu-e-o ir a mi casa.

— Aún falta algo de tiempo, pequeño. Ya es un poco tarde. ¿Quieres comer algo?

— Ti. Me do-mí en el avión —Sollozó— y... —Exhaló— ya no comí nada. —Volvió a llorar.

— Ouh, ¿no has comido? Pobrecito. Con razón estás de tan mal humor. —Le dio unas palmaditas en su pequeña espalda. — Ya, ya. No llores, ahorita pido algo. ¿Qué quieres comer?

— F-uta. —Sollozó.

— ¿Fruta?

— Ti.

— Okay. Mira —Tomó un vaso de fruta que tenía a un lado de su computadora —. ¿Te gusta el mango?

— Ti.

— Bien. Tengo mango y naranja aquí. Comemos mientras te pido algo de comer. —Revisó su reloj mientras, con la mano libre, entregaba el vaso de frutas al niño. — Ya pasa de mediodía. Sí desayunaste, ¿verdad? Porqué tus papás se van a enojar mucho si no has comido nada de nada.

— Ti. Mi ab-elita me dio deche y uno- pane-es dedondos.

— Ah, comiste pan redondo. —Rió tomando el teléfono y marcando unos números.

— Ti. Con mied y deche, y f-esas, tamb-én fidedos con zanadodia y vevo.

— Okay, entonces comiste bien antes del avión.

— Ti, pe-o... —Sus ojitos volvieron a llenarse de lágrimas— me do-mí en el avión.

— No, no, no. No llores ya, pequeño. No hay nada de malo en dormiste en el avión.

— ¿No?

— No. Hasta es mejor, porque te hubieras aburrido de estar sentado todo el tiempo. —Le apretó una mejilla. — Anda, come fruta. —Volvió su atención a la bocina del teléfono.

Minsoo la miró atento llevando un gajo de mango a la boca. Ella pedía comida que sonaba sabrosa para el niño, luego dio la dirección de la empresa y dejó el teléfono tras despedirse.

.

Habían pasado ya algunas horas desde que los Choi habían llegado con el pequeño Minsoo para irse directamente a la sala donde la reunión se llevaba a cabo.

La señorita Noh tenía mucho trabajo, así que mantuvo al niño entretenido con el vaso por un rato, después respondiéndole preguntas y escuchándolo contar todo lo que había hecho en Japón y después con la comida que llegó a buena temperatura para él; mientras ella retomaba sus labores, atendía a la gente que entraba o tomaba las llamadas.

— E-tonce- mi pad-ino me ayudó a mete- a Mrs. Apple y sus bebés, pe-o me tijo que e-pedada pada deci-le a mi- papá-, y se quedadon en ed ca-tillo.

~ Oficinas de distribución Hwang, ¿cómo podemos servirle?

— Tady Nina dice que gua-dadá el dequeto, y tamb-én dos cuidadá ha-ta que vo-vamo-.

~ Comunicaré su llamada de inmediato.
~ Por favor manténgase en línea.

— Señoñita Noh, ¿tabe que ten-o un mae-t-o de hapkido?

— ¿Uh? Oh, no. No lo sabía.
~ El señor Xie está en línea, por favor atiéndalo.

— De llama Huang Zi Tao, y vino con nodot-os a Codea pada que me ent-ene.

— Ah, ya veo. —Volvió a marcar un número de extensión en el teléfono.
~ Contador, necesito que revise los libros y me envíe los datos de cierre de año.

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora