XLVI

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— ¡Majestad! No corra, por favor. —Pedían los nobles detrás del castaño que corría abriendo puerta tras puerta acompañado de los guardias.

— Guardias, busquen a mi esposo en cada una de las habitaciones del palacio, dos vengan conmigo. ¡Ya! —Los hombres no tardaron en obedecer la orden y él continuó recorriendo los pasillos.
— "La oficina 13 está vacía.... ¿Cómo es posible que ni uno solo de los guardias o empleados sepa dónde..." —En eso su oído se percató del grito aterrado y a punto de quebrarse en llanto de su esposo.
— Rennie... —Buscó de donde venía el sonido. — "Alto... hay otra oficina. La que antes era la 13... ahora nadie la visita. Rennie." —Corrió más rápido guiando a los guardias.

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— ¡No! ¡Déjeme! —Gritaba desesperado tratando de apartar al hombre mayor mientras éste le besaba el cuello. — ¡No! ¡Suélteme! —Forcejeó más. Neeson lo tomó y le dio vuelta dejándolo boca abajo sobre la mesa y lo despojó de su saco color vino. — ¡No! —Gritó con más fuerza pataleando

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— Rennie. —Murmuró preocupado. Corrió más rápido en dirección a la misma puerta que Ren y Neeson habían cruzado minutos atrás. La última puerta en el único pasillo donde ya no había guardias: la antigua oficina de la duquesa Sarah.

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— ¡No! —Volvió a gritar. Esta vez encogió una de sus piernas hacia su estómago y pateó con fuerza al mayor. Se incorporó y corrió a la puerta, pero fue detenido por el otro.

— Eres un niño idiota. —Le dijo aprisionando al joven contra sí mismo. — Ni siquiera Hwang Minhyun podría hacerte sentir todo lo que yo te haré sentir. —Ren trató de apartarlo, pero antes de lograrlo los labios del mayor besaron bruscamente los suyos haciéndolo soltar un "mmmm" muy agudo. Mordió con fuerza el labio ajeno logrando que Neeson apartara su rostro. Lo soltó de un brazo y se limpió la boca.
— Me mordiste, maldita perra. —Ren se apartó completamente, mas antes de salir corriendo el puño del mayor lo golpeó haciéndolo caer al suelo.

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— ¡Rennie!

— ¡Majestad! —. Ignorando el llamado e impulsado por su propia velocidad, de una patada Minhyun abrió la puerta y entró seguido de los guardias.

— Rennie. —Fue lo primero que dijo al ver a su esposo tirado en el suelo sangrando de sus labios. El menor alzó la mirada y su marido la descubrió llorosa.

— Minhyun. —Gateó rápidamente hasta él y se abrazó de una de sus largas piernas, cual niño asustado en su primer día de clases. Minhyun observó al otro también en la habitación.

— ¿Qué crees que hacías, imbécil!

— ¿Qué crees que hacías, imbécil!

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Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora