CXLVIII

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Un mes más pasó. Todo parecía estar tranquilo y resolviéndose poco a poco.

Minhyun y Ren sabían que Lizzy había decidido ir a una casa que sus padres le habían regalado un par de años atrás, y que al parecer estaba decidida a no salir de ahí.

Por otra parte, Minhyun había vuelto a su trabajo, aunque aún no habían vuelto a Seúl, principalmente porque su departamento estaba en reconstrucción y Jimin prefería que se quedaran en un lugar que fuera menos propenso a un ataque, así que además aún los cuidaba todo el tiempo la escolta; pero no podrían decir que estaban incómodos ya, y el tiempo en la playa les había venido bien, ya que él clima era bueno en todo el verano.

Minsoo había comenzado a caminar prácticamente solo, con pasos cortos y distancias que no exigieran mucho para sus piernitas, y también hablaba cada vez más, así que también comenzaba a platicar mucho con Namjoon, quien se había presentado como su profesor y había conseguido la confianza del niño para preguntarle muchas cosas. Él lo cuidaba uno o dos días a la semana, y generalmente lo llevaba a pasear mientras conversaban.

Ren era quien cuidaba de su hijo la mayor parte del día, pero a los tres se les había hecho costumbre salir a pasear y jugar en la costa a eso de las seis o siete de la noche; hora para la que Minhyun debía estar de vuelta en casa, pues no tenía ya demasiado trabajo.

A veces los tres iban a Seúl, cuando había algún asunto que resolver en la empresa y Minhyun no podía atenderlo rápido, después paseaban por las calles y finalmente volvían a Busán.

Este había sido uno de esos días en que Namjoon había cuidado de Minsoo, y pasadas las cuatro de la tarde, lo llevaba de vuelta con su madre, quien había aprovechado el tiempo para terminar de limpiar la casa y ordenar los últimos detalles que faltaban en la remodelación.

— Se ve muy lindo. —Comentó Namjoon recibiendo la taza de té que recién llevaba Ren.

— Gracias. Nos llevó un tiempo.

— Entra mucha más iluminación, eso es bueno. Los niños que viven en lugares iluminados suelen sentirse más animados.

— Ah, pues, déjame decirte que no es del todo cierto. —Se sentó junto a su invitado y observaron a Minsoo curiosear los cajones nuevos.

— ¿Qué vamo- a gua-dar ati, mami?

— Tus juguetes. —Explicó con tranquilidad. Minsoo miró el cajón analizándolo en silencio.

— ¿P-edo gua-da-los aho-ita?

— Mmm, de acuerdo. Ve por ellos. —Su hijo, con una sonrisa en sus labios, se dirigió a las cajas en las que aún permanecía sus juguetes y comenzó a arrastrarlas una por una acercándolas a la cajonera.

— ¿Tu casa era iluminada?

— Sí. A mamá le gustan los colores claros, y a papá le disgusta un poco la oscuridad.

— ¿Y no eras feliz?

— Ah, Namjoon. —Rió nervioso. — La iluminación no siempre ayuda a los niños a sentirse bien.

— ¿Qué fue lo que te hizo sentir mal?

— Eso no importa. Al menos ya no. Lo importante ahora es que me siento más feliz que nunca, y quiero que mi niño también sea feliz, que confíe en nosotros y que pueda contarnos si algo lo lastima, le incomoda o no le gusta.

— Eres un buen padre, Ren.

— Eres el primero en decirme eso.

— ¿Minhyun no cree que hagas un buen trabajo?

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora