CLXXII

60 9 1
                                    

— Minhyun.

— ¿Sí, mi vida?

— ¿Quién fue la persona que le dijo a los policías dónde estaba mi abuelita?

— Uh. Un turista. Dijo que fue secuestrado para internar a tu abuela.

— Mm. ¿Crees que haya terminado ya su viaje aquí? —Minhyun lo miró de reojo.

— Quizá. Han pasado ya tres meses. —Dejó la carpeta que revisaba. — ¿Por qué lo preguntas?

— ¿Uh? Oh. Quería... —Jugó con el lapicero—. Quería agradecerle.

— ¿Por?

— Por haber cooperado para encontrarla. Imaginé qué hubiera pasado si no hubiese estado ahí él; quizá no la habríamos visto de nuevo, ella hubiera estado sola, y... aún si fueron pocos los días que pudo seguir con nosotros, no quisiera que se hubiera visto sin alguien a su lado. Pensé en cómo agradecerle a ese testigo, aunque no me decidí antes porque no sabía qué hacer. —Se inclinó hacia adelante sobre la silla en la que había estado sentado desde minutos antes. — ¿Crees que sea suficiente si lo invito a una comida? No creo que sea mucho, pero quisiera darle las gracias en persona y estrechar su mano. —Minhyun sonrió.

— Seo Juwon.

— ¿Uh?

— Dijo que ese es su nombre.

— Oh. Seo. —Pensó un momento. — ¿Coreano?

— O de familia coreana. No dijo de dónde es.

— Ah. Pero... te enviaron un informe, ¿verdad?

— Sí.

— ¿Hay alguna fotografía o un número de contacto?

— Pues... no dejó número, y tampoco me enviaron una fotografía.

— Oh. —Se desilusionó. — Creo que me tardé demasiado.

— Oye —Caminó hasta estar delante de su esposo, le tomó la barbilla con cariño y lo hizo levantar la cara—, no te preocupes por eso, ¿sí?

— Realmente quería darle las gracias.

— Bueno, tus padres ofrecían una recompensa, ¿cierto? Si la cobró, deben tener un contacto.

— Depositaron un cheque. Es todo lo que sé. Y que un oficial fue el encargado de entregarlo.

— Jmm, policías. —Pensó llevándose el dedo índice a los labios. — Okay, podemos averiguar si hay cintas.

— ¿Qué cintas?

— Algunas estaciones de policía tienen cámaras en las entradas y salidas. Si tenemos suerte, habrá alguna.

— ¿Crees que podamos verlas?

— Cariño, somos los reyes. —Apretó suavemente la nariz de su esposo. — La pregunta es ¿esa estación tendrá cámaras?

— ¿Y si no?

— Entonces no podremos hacer nada más, mi vida. —Le alborotó el cabello. — Pero no te preocupes. Cobró la recompensa, y creo que con eso se dio por bien servido.

— Ojalá. —Suspiró. |


Minki, aún sentado frente al escritorio, suspiró antes de dirigir su mirada a un montón de hojas a su lado. Tomó varias y comenzó a leerlas. Había estado ocupado revisando las cuentas y los recientes ingresos de la fundación, aunque se distrajo un momento pensando en lo que había hablado con su marido el día anterior.

Cien millones de razones para amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora