Especial XIII

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La sociedad era hipócrita, racista, temerosa, humillante, descarada, horrible, impaciente, desobediente, desordenada, ambiciosa, confiada, confusa... Tan tóxica... Tan putrida. Actuando a su conveniencia, actuando en base a sus estúpidas creencias y principios incomprensibles, actuando solo para su propio bien. Así era la sociedad que ellos habitaban, la sociedad que los había criado, que los había visto crecer. Su sociedad.

La clase alta llena de prejuicios y traición, a esa pequeña parte de la sociedad pertenecían, nacidos en cuna de oro con una cuchara de plata en la boca y cualquier lujo en el que se pudiera pensar. Hijos de los comerciantes más ricos, con demasiadas riquezas e influencias, incluso con la bendición de ser los primogénitos saludables y por sobretodo, varones. Los herederos que estaban comprometidos con lindas niñas de pueblos vecinos con la misma suerte monetaria.

Nacidos por apenas unos años de diferencia que conforme crecían poco se notaban, siendo niños llenos de beneficios se criaron prácticamente juntos, como hermanos de negocios que prosperarían y les darían aún más estatus a sus familias adineradas. Sus vidas estaban planeadas, sus padres se habían encargado de cada detalle, menos del más importante: Amor. Que se enamorarán estaba fuera de cualquier regla dictada, fuera de cualquier estatuto impuesto, fuera de sus perfectas vidas futuras.


Conoceré a mi prometida este fin de semana— comentó el mayor, viéndolo de reojo.


—No me interesa— fue cortante, le había molestado la noticia.


Mi hermoso sol, sabes que tampoco quiero esto— rápidamente se defendió.


—No veo que hagas algo al respecto, Jackson— le reclamó más herido que molesto.


tampoco lo has hecho, YoungJae— también se había molestado.


Guardaron silencio mientras seguían caminando distraídamente por la plaza, varias personas pasaban por ahí, era una hora bastante concurrida pero no les molestaba ser vistos. Después de todo, frente a los demás eran hijos de los mejores mercaderes y amigos de infancia. Durante las horas nulas, esas horas en que nadie estaba cerca y podían tener toda la privacidad del mundo eran amantes.

Las discusiones habían iniciado precisamente por problemas simples como:

No llegar a una cita planeada varios días atrás porque sus padres habían querido que estudiarán su futuro oficio hasta muy tarde. Otras veces era porque pasaban más tiempo con otras chicas y/o chicos o simplemente conocían personas nuevas que lucían agradables y una nueva amistad surgía pero últimamente las discusiones se volvieron frecuentes por un único motivo: El matrimonio.

Estaban alcanzando la edad acta para hacer que sus compromisos se concretarán, así como Jackson conocería ese fin de semana a su futura esposa, YoungJae tendría que salir con su prometida unas lunas después y eso lo molestaba, los molestaba. Sus vidas tranquilas y llenas de lujo terminarían ¿De qué les serviría tener riqueza sin amor? ¿Tendrían un romance ilícito aún después del matrimonio? No. No habían sido criados para algo tan ruin y bajo.


Supongo, entonces, que pronto no seremos más que conocidos— YoungJae había hablado sin ninguna emoción.


Mi sol, no...— era clara la pena en Jackson.


YoungJae— le aclaró —Los apodos cursis son para las parejas— lo miró, serio.


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