Especial VI

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La vida era irónica, irónica y cruel con él ¿Tenía que estallar la Guerra entre clanes justo cuando llegaba a la tan ansiada madurez? Por obligación y tal vez compromiso con su propio clan, se encontraba en medio de una horrible batalla campal, llena de gritos, sangre, dolor y pérdidas. Sus ojos recorrieron el lugar con desesperación, ubicó a MinSeok y Jongdae peleando espalda con espalda, cubriéndose mutuamente.


Por favor, no...— una voz infantil.


¿Un niño en un campo de batalla? ¿De quién fue la idea? Corrió hacia el origen de aquella súplica, eran dos niños Lee, podía saberlo por el cabello blanco perteneciente solo a ese clan. Estaban sentados llorando y abrazándose en busca de protección de aquel vampiro despiadado que planeaba atacar dos niños indefensos, frunció el ceño y en un parpadeo atacó, atacarlo por la espalda no era digno de un Kim pero estaban en guerra después de todo, ¿no? Además el desconocido fue el primero en aprovecharse de su ventaja.


Tranquilos, no les haré dañosusurró.


Miró a todos lados en busca de algo, de alguien que pudiera ayudar a esos pequeños pero nada. Sus ojos dieron con su padre, el Príncipe Kim asintió al cruzar miradas, como si le diera su aprobación en silencio. Suspiró mirando nuevamente a los pequeños que no dejaban de temblar, los alzó tomando cada uno en un brazo y corrió, el lugar más seguro era su Aquelarre. Se internó en el bosque para poder perder a sus perseguidores, probablemente creían que era algún desertor.


Arg...


No supo como más reaccionar, solo alcanzó a agacharse hacia el frente y proteger a los pequeños en sus brazos mientras su abdomen era atravesado por una mano con uñas semejantes a garras, escupió algo de sangre mientras se reincorporaba, haciendo acopio de su fuerza sostuvo a uno de los pequeños con su antebrazo y usando su mano tomó la que lo atravesaba de lado a lado. La sostuvo con fuerza al tiempo que daba un salto y giraba para patear a quien lo había atacado de esa manera.


—No miren...— ordenó en un murmullo.


Los niños aún temblorosos y llorando, asintieron cerrando los ojos y ocultándose en su cuello, aferrándose a su salvador. Terminó de sacar el brazo que lo atravesaba, se lo había arrancado a su atacante, lo tiró a los pies del desconocido que lo miraba con odio y le enseñaba los colmillos con rabia. Sonrió de lado y atacó, no había misericordia ni dudas, teniendo al vampiro en el suelo le aplastó la cabeza con uno de sus pies. Protegería a esos niños, costará lo que costará.


—¡JungMyeon!— era Jin.


El mayor corría a su encuentro a la entrada del castillo con expresión preocupada, siendo seguido por dos adolescentes también preocupados, YuGyeom y Mark. Este último había corrido con suerte, pues había ido de visita al Aquelarre justo cuando la guerra estalló y no se había visto envuelto es esa catástrofe, al menos no directamente implicado. Dejó a los niños en el suelo y les sonrió para desplomarse, los pequeños lloraron mientras se aferraban a él suplicando que estuviera bien.

Jin se vio obligado a cargarlo y cuidar que todos los menores entrarán con ellos al castillo, dejó a JungMyeon en el sofá de la sala mientras corría a la cocina por sangre fresca, el primogénito del Príncipe estaba en pésimas condiciones; tenía heridas que deberían sanar en minutos, el agujero que atravesaba su abdomen aún no iniciaba la regeneración y las quemaduras estaban por todo su cuerpo debilitandolo más de lo que ya estaba.


—¿Quienes son, pequeños?— Jin preguntó más tranquilo.


JungMyeon había bebido la sangre a tiempo, su cuerpo lucia mucho mejor, aunque seguía tumbado en el sofá inconsciente. Los niños que había rescatado y protegido del sol, estaban arrodillados en el suelo mirándolo con preocupación y ojos cristalizados, YuGyeom y Mark estaban tras el sofá también esperando a que despertará. Jin repitió su pregunta mientras les brindaba una sonrisa para darles un poco de confianza.


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