Una amistad verdadera

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Los días han pasado algo rápido, he decidió alejarme un poco de las amistades y en eso hablo también de Rebeca, Ignacio, Roberto, prefiero concentrarme en mi trabajo que es lo único que me importa en estos momentos. He salido un poco con Kris y Louis, los he llevado a realizar algunas actividades que pueden gustarles y me di cuenta que el psicólogo tenía razón, compartir algunos momentos con Kris para ver si la amistad que estamos creando pues, es leal a mi. Luego de tanto tiempo me hacía falta ver a mi amigo, así que quedamos en ir al autódromo a jugar unas carreras.
De pronto nos encontrábamos con mi motocicleta preferida y el bueno, el en una pequeña.

—Te veo en unos minutos— le dije sonriente. Y luego avancé, dimos alrededor de 20 vueltas, me encantaba la velocidad y el exceso, era como sentirme libre, como si pudiera volar y hacer cosas grandiosas. El sonido de la moto me hacía sentir escalofríos de lo genial que sonaba, el viento  y todo era perfecto, este era mi segundo lugar favorito en el mundo. Luego de tanto pensar y divertirme, llegamos a entregar las motos.

—¿Cómo carajos es que no te cansas? Yo di 4 vuelta y estoy muerto.

—La costumbre supongo, déjame decirte una cosa, que si no hubiese sido abogado me hubiese encantado ser piloto.

—Cálmate, lo bueno que no. Sino jamás te conocería.

—¿Bromeas, cierto? Hubiese sido tan famoso y el mejor, incluso serias mi mayor fan y rogarías por pagar boletos para verme.

—Si wey, como si eso fuera posible en una realidad alterna— comenzamos a reír. 

—Bueno ya me divertí yo, ya que tú no. ¿Qué quieres hacer? Nena— subimos al coche y yo iba manejando.

—Primero ir a comer, muero de hambre. Y segundo, ¿Vamos a jugar billar? Ya sabes como los viejos tiempos.

—Ya veo que te encanta que te patee el culo eh, que humilde, eres mi súbdito.

—Ese vez fue solo práctica y tuve consideración contigo, pues dijiste que no sabías maldito mentiroso.

—¿Qué no fuiste tú, quien me dijo que no debes confiar en el oponente?— pregunté riendo.

—Vaya vaya, al parecer el alumno superó al maestro más guapo del mundo.

—Como eres mamon— seguimos riendo. De pronto nos encontrábamos en el centro, llegando a un buen restaurante mexicano. Ambos ordenamos algo riquísimo y unas aguas frescas.

—Ya me estaba acostumbrado a la comida mexicana, ¿Cómo vez? Cuando llegue allá buscaba con urgencia unos tacos.

—Y no te culpo, te acostumbras al paladar de la delicia mexicana. Y eso que no has probado los tamales de mi mamá, que delicia.

—En mi vida he comido un tamal, Damián, no se que son— casi se me atraganto la comida.

—¿No sabes que es un tamal? Te juro que te voy a matar— le advertí riendo. —¿Qué piensas que es un tamal? Haber dime.

—Un tamal me suena a un dulce, ¿Si es?

—Wey qué pedo contigo pinché gringo— le dije muriendo de risa. —Un tamal es una masa de harina de maíz relleno de variedad como carne, pollo, chile, queso, entre otros ingredientes.

—Ohhhhhh bueno eso suena mejor a lo que yo dije.

—¿Es en serio que nunca has visto un tamal? Ya en buen pedo.

—Te lo juro que no— quería atacarme a reír.

—Eres afortunado de que me tienes aquí, yo seré tu maestro para enseñarte todo, ah y no solo probarás los tamales sino también te enseñaré a hacerlos.

Una razón para quedarme. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora