Capítulo 11: Llamada desesperada

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Me detengo fuera de la oficina de la psicóloga, tal vez no deba hablar con ella. Si hablo con mi psiquiatra no tengo porqué meter en problemas a Mackenzie.

Bien pensado —me felicita Uno.

Asiento con la cabeza lentamente y continúo caminando hacia el patio de la escuela, un lugar tranquilo donde podré hablar tranquilamente con mi psiquiatra. Mientras camino saco mi celular de mi mochila y lo enciendo, siempre lo apago al salir de casa porque nunca lo he necesitado. Esta es una de las pocas veces en que lo usaré en toda mi vida.

Cuando llego al patio el celular ya está encendido y listo para usar, lo desbloqueo y me voy a los contactos mientras me acerco a las gradas de la cancha de soccer. Busco el nombre April Hale y cuando lo encuentro le marco por primera vez. Espero que no esté ocupada con otro paciente.

Escucho el teléfono sonar tres veces hasta que finalmente responde.

—¿Every, estás bien? ¿Te pasó algo? ¿Dónde estás? —me pregunta ella muy preocupada.

—Estoy bien en la escuela, solo que si me pasó algo peculiar —le cuento mientras subo las gradas para sentarme.

—¿Qué pasó?

—Me peleé con una chica de la escuela, ella tiene bulimia y yo se lo dije en medio de la cafetería.

—Every, ya hemos hablado del tacto y la forma y lugar adecuados donde debemos abordar ciertos temas.

—Perdón, pero es la chica que nos molesta a mis amigas y a mí —trato de justificarme.

—Aun así, no puedes obligar a otros a aceptar problemas que no creen tener —me regaña.

—Bueno. Pero esto ni siquiera era lo que quería contarle. Quería decirle que a media pelea una amiga me dijo que me callara y las voces dijeron que estaban de acuerdo.

—¿Qué voces? —pregunta con curiosidad.

—Todas ellas.

—¿Las cuatro? —no me cree.

—Sí, las cuatro lo dijeron al mismo tiempo.

—¿Se pusieron de acuerdo?

—Por primera vez en casi ocho años —le contesto con una sonrisa, no sé porque creo que esto es bueno.

—Bueno, aparentemente ellas están para procurar que pases desapercibida y que no salgas lastimada.

—Pero Negro y Rojo siempre me están molestando, insultando y diciéndome cosas para que me descontrole. ¿Será que están mejorando?

—Bueno, es relativo. Recuerda Every que la esquizofrenia no es curable y que es muy posible que nunca dejes de escuchar voces y ver cosas que los demás no.

Escucho eso último y cuelgo, definitivamente no es lo que quería escuchar. Ya sé que la esquizofrenia no es curable, sé que nací con ella y moriré con ella, no me lo tiene que recordar siempre que tengo una chispa de positividad. Apago el teléfono antes de que April me regrese la llamada. Estoy cansada, no quiero estar más aquí ni escuchar a nadie más decir nada sobre mí y mi enfermedad.

Guardo el teléfono en mi mochila, veo la cancha y a los chicos jugando en ella. ¿Y si me voy a casa?

Creo que ahora si nos llevaremos muy bien —exclama Rojo.

¡Vámonos, vámonos! —me alienta Negro.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora