Capítulo 33: Intentando cosas nuevas

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Diablos —exclama Uno.

No eres buena ni en lo que llevas haciendo toda tu vida, ¿cómo pretenden qué logres hacer algo que nunca has hecho? —exclama Rojo.

Todos se burlarán de ti —dice Ocho.

—¿Estás bien? —me pregunta Kenneth.

Lo veo, mi expresión de confusión debe contestarle por mí. Chase White tuvo la brillante idea de que hoy no hagamos las mismas actividades que hemos hecho antes. Él cree que debemos probar cosas nuevas. Pero yo solo soy buena dibujando y ni siquiera soy extraordinaria en ello.

—Every, hola —la psicóloga de la escuela llega hasta nosotros—. Los instructores, los maestros y yo hablamos y creemos que sería mejor que tu hagas la misma actividad que has hecho hasta ahora —frunzo el ceño, ¿trato especial?—. Así que, si quieres continuar en dibujo hoy, puedes hacerlo.

—No creo que sea justo que todos mis compañeros hagan algo nuevo y yo siga en lo mismo. Tengo un trastorno mental, pero eso no me impide llevar una vida normal.

—Entonces, ¿cambiarás de actividad como todos?

—Sí —eso la hace sonreír.

—Me alegra mucho, diviértanse —agrega eso último viendo a los demás.

—Desaprovechaste tu oportunidad de salvarte de esto, ¿por qué? —Maddison suena incrédula.

—No me gustan los tratos especiales y quiero intentar algo nuevo con ustedes, creo que será divertido.

—Así se habla —Me dice Kenneth, suena orgulloso.

—¿Qué harán? Yo no pienso hacer nada deportivo, es demasiado sucio. Creo que entraré a dibujo —Dice Alice, no suena tan convencida y tiene cara de asco.

—¡Diablos! Me hubiera gustado que entráramos al desafío de baloncesto, es en tríos. Hasta pensé en el nombre —dice Maddison algo desilusionada.

—Entrenos nosotros tres —las tres lo volteamos a ver—. Casi no he jugado baloncesto, pero será divertido.

—No soy tan mala —dice Maddison, la emoción vuelve a ella.

—Jamás lo he jugado, pero si me explican lo básico puedo no apestar tanto.

—Excelente, tres personas inexpertas en un desafío de un juego de destreza y puntería —definitivamente está emocionada.

—Podremos hacerlo —nos alienta Kenneth.

—Al menos no es una competencia real.

—Y competirán con personas tan inexpertas como ustedes —agrega Alice, parece bastante positiva—. Espero poder salir rápido de dibujo para verlos perdiendo, digo, jugando.

—Eres de lo peor —le dice Maddison negando con la cabeza.

—Tal vez, suerte haciendo el ridículo. Me reiré de ustedes después, adiós —se levanta y se va.

Nosotros la imitamos, pero vamos juntos a la cancha de baloncesto, está cerca de la playa. Caminamos algo rápido, junto con el resto de nuestros compañeros. La mayoría van animados hablando, varios chicos le sacan plática a Kenneth y Maddison. Yo me concentro en caminar y en tratar de comprender porque estoy haciendo esto.

No hay diferencia, apestas en todo —me dice Rojo.

En dibujo soy buena, pero en los deportes no lo soy tanto. Nunca he sido el tipo de chica deportista, pero tampoco soy una completa inútil. Me las arreglaré, puedo hacerlo. Llegamos a la cancha y vemos a más chicos allí, en medio hay uno de los instructores con un silbato colgando de su cuello. Otro instructor llega hasta nosotros y nos da unos uniformes rojos con blanco.

—Usarán estos para la actividad y pueden conservarlos como recuerdo —sonríe y se va.

—Siempre quise un uniforme de recuerdo —exclama Maddison.

—Al menos es lindo —lo veo atentamente.

—Vamos a cambiarnos, rarita.

Maddison pone su brazo sobre mi hombro y me lleva con ella hacia el lado derecho de la cancha. Veo el uniforme y me pregunto cómo es que él supo nuestras tallas.

Tal vez te vigilan —Ocho suena asustado.

Su advertencia hace que me ponga algo paranoica, volteo hacia detrás de nosotras, pero no parece que haya alguien vigilando. Regreso mi mirada al frente y veo dos puertas, en uno hay un dibujo de una persona con vestido y en el otro solo es la típica persona que representa a los hombres. Maddison y yo vamos a la de la derecha, cuando entramos vemos a un par de chicas viéndose en el espejo.

—Hay algunos casilleros vacíos por si quieren dejar su ropa en ellos —dice amablemente una de ellas.

—Gracias —le contesta Maddison con una sonrisa.

Ambas caminamos hacia el área de los casilleros, a la izquierda veo una puerta que lleva a las duchas. Veo un casilleros abierto y vacío, supongo que aquí guardaré mi ropa. Me quito la blusa y la doblo.

—Me entristece un poco qué Alice no quisiera hacer esto con nosotras.

—Bueno, la conocemos —digo poniéndome la blusa del uniforme rojo—. Por cierto, ¿qué nombre querías usar?

—Es obvio, el trío de locas —suena complacida—. Pero no se podrá usar ese por Ken.

—Sí y "la depresiva, la esquizofrénica y el chico normal" no suena tan bien.

—Pero él chiste se cuenta solo —dice ella entre risas.

Me quito el pantalón y lo doblo lentamente. Lo guardo junto a mi blusa y cierro el casillero.

—Ken ha tratado de decirte algo —escucho a Maddison y me pongo algo tensa.

—Si quiere confesarme que le gusto, ya lo sé. Me lo ha dicho varias veces—. Me pongo rápido el short del uniforme, me queda ligeramente holgado, pero creo que está bien.

—Tal vez ya se cansó de decirlo y ahora quiere demostrarlo.

Volteo a verla, ella está de frente a su casillero, la puerta le tapa el cuerpo, pero puedo ver sus piernas y su cabeza. Camino hasta el espejo y veo mi reflejo, no me veo tan mal.

—Sé lo que siente y creo que sus sentimientos son reales, pero no sé si pueda corresponderle.

—Puedes intentarlo —ella llega hasta donde estoy, ve su reflejo y después me ve a mí a través del espejo.

—Tal vez algún día.

—La esperanza es lo último que se pierde —sonríe—. Te ves injustamente bien.

—Tú también te ves bien —ella hace una mueca con ese comentario.

Me amarro una coleta alta rápidamente que queda desordenada, aun así, creo que estoy lista para salir a intentar jugar medianamente bien.

O sea, apestarás como siempre —grita Negro

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora