Capítulo 77: Alumno nuevo

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La directora no se ve bien.

Levanto la mirada para corroborar lo que dice Uno, la directora parece preocupada mientras habla con mi maestra de Literatura. La expresión calmada de mi maestra cambia, noto que me ve de reojo. Frunzo del ceño y volteo a la puerta que está abierta. Allí veo a la psicóloga de la escuela hablando con un hombre que parece un oficial.

Vienen por ti.

Eso definitivamente no era lo que necesitaba escuchar. Siento que el corazón se me acelera, no he hecho nada malo y soy muy pequeña para ir a la cárcel. No sé si Ocho lo dice en serio, pero espero que no sea así. La directora se acerca al centro del salón, con lo que atrae las miradas curiosas de todos mis compañeros. Temo escuchar lo que tiene que decir.

—Chicos, hoy se unirá un alumno nuevo a nuestra clase, espero que lo reciban cálidamente —la directora voltea a ver la puerta del salón, parece ansiosa y preocupada por ver al alumno nuevo.

La directora no se pone así por tonterías.

Uno tiene razón.

El nuevo es peligroso.

Ocho también tiene razón.

Sigo la mirada de la directora hacia la puerta y veo a un chico con una sonrisa confiada entrando al salón. Él es alto y delgado, tiene el uniforme mal puesto en señal de rebeldía y el cabello castaño revuelto. Tiene el típico porte de chico malo que atrae a las chicas, volteo a ver al resto de mis compañeras, ellas parecen estar embobadas con él. Detrás del él pasa la psicóloga con una sonrisa nerviosa y en la puerta se queda el oficial, nadie parece notarlo. Nadie aparte de mí y Kenneth, quien frunce el ceño, lo sé porque está en mi campo de visión.

Si no vienen por mi supongo que estoy a salvo por ahora, volteo a ver la ventana con aburrimiento. Veo un pájaro volando fuera de la ventana, el pájaro ladea la cabeza y voltea hacia enfrente del salón donde está el nuevo. Sé que no es real, los pájaros nunca están tan interesados en las clases. Parpadeo y el pájaro desaparece, tal como sabía que pasaría.

—Preséntate —le dice la maestra, el chico la ve y su sonrisa se agranda.

—Soy Ethan Sorní, tengo dieciocho años, mi abuela me obligó a venir a esta escuela cuando nos mudamos hace unos meses, estoy soltero y, ¿qué más? —se toca la barbilla como pensando—. ¡Ah, sí! Tengo trastorno de la personalidad antisocial, o sea, soy un psicópata —escucho un grito ahogado detrás mío.

Eso consigue que Ethan sonría más, frunzo el ceño. Por eso el policía y la psicóloga, esta escuela está empezando a parecerse a un hospital psiquiátrico, abundan los locos aquí adentro. No sé si realmente tenga el trastorno que dice, generalmente las personas que lo tienen no lo andan divulgando, te enteras que lo tienen después de que se convierten en asesinos seriales con traumas severos.

En cierta manera esto me recuerda al primer día que estuve aquí, también me presenté y les hablé sobre mi trastorno mental; pero yo no lo hice para asustar a mis compañeros, lo hice porque era necesario que lo supieran. Ethan no se ve como alguien de fiar.

—Interesante introducción —le dice la psicóloga con la misma sonrisa cordial que usó conmigo cuando le dije mi diagnóstico de esquizofrenia.

—Muy bien, puedes sentarte donde quieras —le dice la maestra, noto que tiembla un poco—. Hay lugar junto a la puerta trasera y junto a Every en la ventana.

Veo al chico poner sus ojos sobre mí, sonríe con malicia.

¡Oh no! Nos hará daño.

Realmente no me importa compartir la mesa de los locos con un loco de su talla. Aunque la idea de tener compañero no me gusta, menos porque se sentará junto a la ventana y me la tapará. Por su sonrisa sé que elegirá el lugar junto a mí, así que tomo mi mochila de la silla y la cuelgo detrás de mi silla.

—Me gusta junto a la ventana —dice él volteando hacia la maestra.

Ella me ve con cierta tristeza y algo de pena. Asiente lentamente con la cabeza y el chico camina hacia mí, o bueno, hacia su lugar. Pasa detrás de mí y se sienta en la silla vacía a mi izquierda, tapándome la vista de la ventana.

—Bueno, chicos, continúen trabajando —la directora sonríe antes de salir junto con la psicóloga.

Me concentro en mi trabajo sin prestarle demasiada atención al chico nuevo que se sentó junto a mí y que no parece ni un poco preocupado por el trabajo de literatura. Estoy bien trabajando, cuando veo una araña aparecer lentamente por mi campo de visión. La veo acercarse a mi libreta, dudo un poco sin apartar la mirada de ella. No sé si es real, debe serlo porque el pájaro no lo fue. Tomo el libro del que estoy haciendo la reseña y me preparo para matar la araña. Cuando sé que no se me escapará golpeo la mesa con el libro, esto causa un ruido que retumba por las paredes del salón que está en un silencio incómodo. Siento que atraigo las miradas de todos.

—¿Qué te pasa? —me pregunta Ethan, veo sus ojos grises molestos fijarse en mí.

—Solo maté la araña —digo señalando el libro.

—¿Qué araña?

Él levanta el libro, veo la mesa donde no hay ninguna araña muerta, eso definitivamente no lo esperaba. Trago saliva con la mirada aún puesta en la mesa, fueron dos alucinaciones visuales en menos de una hora, creo que estoy empeorando.

—¡Estás loca! —exclama Ethan antes de ponerse de pie.

Escucho el timbre sonar, me quedo viendo la mesa mientras mis compañeros van abandonando el salón. Finalmente me paro y guardo mis cosas dentro de mi mochila. Veo a Kenneth acercarse a mí, suspiro antes de que llegue.

—No le hagas caso, no estás loca.

—Sí lo estoy, Kenneth. Veo cosas donde no las hay y escucho voces que nadie más escucha, definitivamente eso es estar loca.

—No, eso es tener esquizofrenia.

Suspiro, Kenneth es tan educado, cordial y respetuoso que es molesto.

—Igual, quería aconsejarte que no hables demasiado con él, parece peligroso —frunzo el ceño.

—¿Por qué tiene un trastorno mental? Porque te recuerdo que yo también, ¿yo también soy peligrosa?

—Eso no es a lo que me refiero —dice él con tristeza.

—Sé lo que quieres decir, lo que no sé es porqué te importa.

No espero su respuesta, tomo mis cosas y me voy. Lo único que necesito hoy es que me llamen peligrosa. Camino apresuradamente porque no quiero estar ni un segundo más aquí.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora