Capítulo 88: Resultados

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Estoy ligeramente nerviosa por la entrega de calificaciones de hoy, siento como se me revuelve el estómago desde mi lugar en el salón. Hoy Ethan no está de tan buen humor, me mencionó una pelea con su madre y fue lo último que dijo. Desde entonces, el timbre sonó y mis voces me atraparon en un mar de dudas e insultos. Siento la mano de Ethan sobre la mía, volteo a verlo.

—Te fue bien, no tienes nada que temer.

—Y no es importante, ¿no?

—Para mí no, pero para ti parece serlo.

La maestra de literatura entra en el salón, es nuestra primera hora y por lo tanto es la encargada de darnos las listas de nuestras calificaciones. Ella sonríe y habla sobre algo que no llego a escuchar porque las voces siguen gritando cosas. Uno duda si nos fue bien, Ocho quiere que huya y Rojo y Negro están insultándome; todo como de costumbre.

En la marea de comentarios que parece querer hundirme siento como Ethan jala mi mano por debajo de la mesa. Veo lo que hace, él entrelaza nuestros dedos y me sostiene con firmeza.

Cuidado —recita Ocho.

No creo que quiera lastimarnos —dice Uno.

Y estoy de acuerdo, esto parece más como que intenta reconfortarme. Miro su rostro, él no me está viendo, pero desvía brevemente su mirada hacia mí y me sonríe.

—Para que recuerdes que soy real —dice regresando su mirada a la maestra.

Asiento con la cabeza y también miro a la maestra, pero la sensación de su mano tomando la mía hace que las voces se callen.

—Las voy a entregar revueltas porque odiaba cuando los maestros lo entregaban del peor al mejor —dice ella sonriendo.

—Y porque no quiere evidenciar cierta mesa a la que seguro no le fue muy bien —dice Mackenzie, pero nadie ríe.

Todos sabemos que se refiere a nosotros. La falta de interacción me hace dudar que eso haya sido real, pero veo a Ethan apretar la mandíbula. Ahora soy yo la que hace presión en su mano para evitar que haga algo demasiado malo. Él me voltea a ver, busca algo en mi rostro y asiente con la cabeza.

—Tus burlas cada vez son peores, parece que el oxígeno no te llega bien al cerebro —dice sin voltear a verla.

Eso hace que algunos se rían. La maestra sonríe con nerviosismo, no sabe qué hacer.

—¿Necesita ayuda para repartir las listas? —no soy especialmente participativa, pero su cara perpleja y Uno me obligaron a decir eso.

—No, yo los llamo y vienen a recoger su lista. Van a firmarme esta hoja para aceptar que la recibieron y podrán regresar a sus asientos, ¿entendido?

Algunos le contestan en voz alta, yo me limito a asentir con la cabeza. La maestra va llamando gente y en el salón la gente empieza a hablar un poco.

—¿Qué le pasa a Mackenzie? Así se llama, ¿no? —él la está viendo con el ceño fruncido.

No menciones su bulimia —me advierte Ocho y estoy de acuerdo.

—Me odia.

—Eso pude deducirlo solo, pero ¿por qué? —me mira.

—No puedo hablar sobre ello.

—¿Te da miedo? —sonríe.

—Hubo un problema unos días antes de que llegaras y ella prometió no molestarme mientras yo no dijera algo que es verdad, pero que ella no quiere aceptar.

—Eso me da más curiosidad.

—Tendrás que enterarte por ella, yo ya no puedo decirlo.

—Bueno, ¿qué pasó antes de que llegara?

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora