Capítulo 84: Peligroso

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Me despido de mis padres, quienes van a su cuarto a dormir. Sigo por el pasillo subo las pequeñas escaleras y abro la puerta de mi cuarto, me llevo un gran susto cuando veo a Ethan sentado en mi cama. Paso rápidamente y cierro la puerta detrás de mí.

—¿Qué haces aquí?

—¿Por qué le dijiste a Ken que entré en tu casa?

—¡Yo pregunté primero! —no grito porque no quiero alertar a nadie.

—Es obvio —se pone de pie y se ve amenazante—, quiero saber que tanto le dijiste a tu estúpido tutor.

Me jala y me obliga a sentarme en la cama a empujones, me lastima ligeramente las muñecas y solo espero que nada de eso deje marcas. Me suelta rápido, como si se acabara de dar cuenta de que me lastima. Se aleja unos pasos y me mira, esperando mi respuesta.

—Fue una tontería, apenas una conversación —digo apresuradamente, con miedo.

—Pero le dijiste lo suficiente para que fuera a amenazarme con denunciarme.

—No puede acusarte de nada, yo te ayudé a entrar, básicamente te metí a escondidas de mis padres. Hasta donde sé, eso no es un delito —digo después de pensarlo por unos segundos.

—La diferencia es que ya soy mayor de edad y tú no. Y tú tienes un trastorno mental que, en teoría, te hace vulnerable a manipulaciones y abusos —parece que está recitando algo que leyó o le dijeron.

—¿Recuerdas que ni siquiera puedo diferenciar si esto es real o mentira?

Se relaja un poco, pasa su mano por su cabello y lo despeina. Se acerca a mí, se agacha frente a mi cama y tomas mis manos con delicadeza.

—Perdón. Hoy no hablamos mucho y antes de irme de la escuela tu tutor me persiguió y me amenazó con denunciarme si volvía a venir aquí.

—¿Y tu mejor opción fue volver aquí a gritarme y jalarme de las muñecas para dejarme marcas y cuando las vea mañana se de cuenta de que me hiciste daño?

Baja su mirada a mis brazos y los examina.

—Perdón, de nuevo, fue un arrebato, no pretendía lastimarte.

—Solo no conoces maneras sanas de demostrar tus emociones —repito, eso lo hace sonreír—. Debes considerar ir a terapia, te ayudaría.

—Lo pensaré y espero no haberte lastimado. Odio que tu tutor esté tan obsesionado contigo, parece que tiene contados cada uno de tus cabellos.

¿Será eso posible? —pregunta Uno inocentemente.

—Sí, no ayuda que nos veamos siempre después de clases para hacer tarea.

—¿Ya acabaste todas?

—Sí, hoy viniste más tarde que ayer.

—Traté de no venir, pero el enojo me ganó. Salí a caminar y cuando me di cuenta ya estaba frente a tu casa. Espero no haberte asustado cuando entraste.

—Me dio un poco de miedo que mis padres te vieran.

—¿Sabías que vendría? Tu ventana estaba abierta.

—Contaba con ello —eso lo hace sonreír complacido.

—¿Ya te vas a dormir?

—Sí.

—Lástima, tendré que irme —se inclina hacia mí y me da un beso en la frente—. Para qué no olvides que soy real.

Me sonríe, se levanta y se aleja lentamente hacia mi ventana. Antes de salir por ella se voltea hacia mí.

—Nos vemos mañana —sonríe.

Lo veo trepar la ventana y desaparecer.

¿Se llevo puesto mi suéter? —volteo a Maddison, quien está recargada en la puerta.

Me levanto y busco el suéter de Maddison, no está encima de la silla de mi escritorio que es el lugar que le asigné. No noté que llevaba puesto.

Supongo que lo averiguaremos mañana —Maddison se encoge de hombros.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora