Capítulo 91: Secretos del pasado

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Estoy acostada en el diván, hay muchas que quiero decir, pero pocas que creo que sean buenas.

No hables de Ethan —me advierte Ocho.

Creo que tiene razón, lo mejor será no hablar de él porque hacerlo es mencionar que ha estado en mi cuarto. Aparte, sé que mi psiquiatra piensa que es peligroso, tal como el resto de personas que lo conoce. No quiero que le diga a mis padres nada sobre él porque no quiero perderlo a él también

¡Qué tierna! —exclama Maddison.

Volteo a mi psiquiatra, ella está esperando que diga algo. Encima de sus piernas tiene una carpeta.

—¿Qué es eso? —pregunto.

—¿No quieres hablar de algo más? Hace mucho que no me cuentas nada sobre tus amigos, ¿cómo están?

—No tengo amigos —ella entrecierra los ojos, como tratando de descubrir que oculto.

—¿Ken ya no es tu amigo?

—Es mi exnovio y extutor, ya no hay nada que nos una.

—¿Alice?

—Se cambió de escuela.

—¿Hannah?

—No creo que pueda decir que somos amigas. Y Maddison está muerta, así que se nos terminaron los nombres.

—No aun hay un nombre, Ethan.

¡Diablos! —exclama Uno.

No le digas nada sobre él —me ordena Ocho.

—No creo poder considerarlo mi amigo, solo es mi compañero de mesa —duele decir eso.

La primera parte es verdad, Ethan es más que un amigo —dice Maddison.

Tienes que besarlo —dice Uno.

Estoy totalmente de acuerdo, se valiente y toma la iniciativa —dice Maddison, suena como una orden.

—La última vez me dijiste que te agrada.

—Un poco, no lo suficiente para considerarlo mi amigo.

—Bueno, ¿qué tal la escuela?

—Igual de aburrida de siempre.

—¿Tu cumpleaños?

—Fue bonito, mis primos de Pals me hicieron una videollamada, fue muy lindo.

—¡Genial! —anota algo.

—¿Ya me dirá que es eso que tiene ahí?

—¿Segura que no quieres hablar de nada más? —sigue escribiendo.

—Sí, no tengo nada que reportar por el momento.

—Bueno. Ya cumpliste 18 años, ya eres mayor de edad.

—¿Ya no será mi psiquiatra? ¿Es mi expediente? ¿Se lo pasará a otro psiquiatra, a uno de adultos?

No quiero que ella me abandone, no quiero dejar de ser su paciente. Más preguntas se arremolinan en mi mente y las voces y Maddison hablan todas a la vez.

—No, Every —mi mente guarda silencio—. No dejaré de ser tu psiquiatra ni pasaré tu caso a nadie más. Soy psiquiatra infantil, pero también atiendo adultos. Pero este si es tu expediente —señala la carpeta—. Es todo lo que sé sobre ti, desde tu nacimiento. Mi regalo para ti por tu cumpleaños es hablar un poco sobre tu pasado, ¿quieres?

Parpadeo varias veces mientras ordeno mi cabeza. El pasado nunca me ha preocupado, nunca he necesitado saber nada sobre él, ¿por qué ahora sería diferente?

Hay que saber —dice Uno.

—Bueno —la obedezco.

Mi psiquiatra asiente con la cabeza y abre mi expediente.

—Sabes que tu madre tuvo esquizofrenia, ¿te interesa saber su nombre?

—dice Uno.

—Bueno —solo acepto por Uno.

—Tu madre biológica se llama Constance Devir, fue diagnosticada con esquizofrenia a los 22 años y su familia la abandonó. Estuvo internada por un tiempo en un hospital psiquiátrico hasta que la dejaron salir porque parecía mejorar. Ella trabajó por un tiempo y tomó sus medicamentos, hasta que el psiquiátrico cerró y ya no le surtieron más su receta.

Mi psiquiatra voltea a verme, ¿tendré que decir algo sobre la historia que me va contando? Hasta ahora nada parece relacionarse conmigo. Mi apellido no es Devir y yo no conocí a esa señora. Puede que me haya llevado en su vientre por nueve meses, pero eso no hace que estemos conectadas.

—A los 27 años fue agredida sexualmente por un desconocido y todo se fue cuesta abajo para ella. A los 28 años murió dando a luz a una niña en un hospital. Por los antecedentes de la madre y el poco interés de los familiares de cuidar a la recién nacida, ella se quedó dentro del hospital en el área de psiquiatría bajo observación.

—Eso ya lo sabía.

—Pero hay mucho que no, ¿cómo te sientes?

—Tranquila porque ella no es mi madre, solo es la mujer que me llevó en su vientre y murió el día que nací.

—¿No te interesa saber sobre ella?

—No le veo la importancia —ella suspira.

—¿Quieres que pare?

No —dice Uno.

—No —ella entrecierra los ojos.

—¿Alguien te dijo que dijeras eso?

No le digas la verdad —me dice Ocho.

—Sí.

—¿Quién?

—Uno.

—¿Ella quiere saber?

—Eso parece.

—Bueno, solo quiero que seas consciente de que tengo toda esta información sobre tu pasado y, cuando la necesites o la quieras, puedes tenerla.

—Está bien.

Ella asiente con la cabeza, pero noto su frustración. Dejará el tema aquí porque es buena psiquiatra, pero odia que no tenga interés por mi pasado.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora