Capítulo 156: La verdad te liberará

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En el auto los ánimos son mejores, voy en la parte delantera con el cinturón abrochado y viendo por la ventana. Sophie ha hecho varias bromas para aligerar el ambiente y me he reído varias veces.

—Es raro, esta mañana no creí que terminaría viajando a la ciudad de al lado para ver a una psiquiatra —dice Sophie.

—Yo sabía que este día sería una mierda —digo.

—Lo lamento —dice el maestro.

—Nos hubieras avisado, hubiéramos comprado chocolate —dice Cind.

—Y golpeábamos a Ken, sin problema —dice Sophie.

—¿Ubicas que juega futbol? Nos aplastaría si se lo propone —dice Gast.

—¿Le temes al novio de Every?

—Exnovio —digo.

—¿Segura? —me pregunta el maestro.

—Me mintió durante meses, aprovechando que estaba vulnerable para meterse conmigo. Definitivamente ya no lo quiero a mi lado.

—Me parecía lindo como te cuidaba —dice Cind.

—A mí a vece se me hacía muy posesivo, trataba de entenderlo por tu esquizofrenia, pero no creo que seas alguien que necesita que la defiendan —dice Sophie.

—Creo que es lo mejor, cuando leí su trabajo de presentación y al ver los cuadros que hizo noté de quien está realmente enamorada —dice el maestro.

Escucho murmullos en la parte trasera.

—Bueno, no lo sé, no lo conocí lo suficiente, pero ¡que se pudra! —dice Gast.

Todos en el auto nos reímos, es la respuesta más auténtica.

—¡Aquí es! —digo cuando veo el edificio.

—¡Y hay un lugar! —lo señala Sophie.

—Genial.

El maestro Henry se estaciona y todos bajamos del auto. Veo el edificio, camino hacia él y subo las escaleras hasta su consultorio. Fuera está su secretaria, una chica joven y dulce que al verme sonríe.

—¡Every, no sabes cuanto te hemos extrañado! ¿Vienes a consulta?

—Quiero hablar con la doctora Hale, ¿está libre?

—Sí, en unos minutos acaba su consulta, entren a la sala de espera —nos sonríe.

—Gracias.

Entramos a la sala de espera, están unos padres ahí. Me siento y los demás se sientan a mi alrededor.

—Es una suerte que esté libre —dice Sophie.

—A esta hora venía con ella.

—¿Por qué cambiaste de psiquiatra? —pregunta Gast.

—No lo sé, un día mi madre tomó la decisión —recuerdo ese día y lo que le hizo—. Fue horrible perderla también.

Se quedan callados, esperamos por un buen rato y en ese momento pienso en lo que le diré a la doctora Hale. Hay tantas cosas que quiero decirle, quiero gritarle, quiero que me explique. La puerta del consultorio se abre, primero sale un niño que corre hacia los señores que están junto a nosotros y luego sale ella, veo como habla con los padres y cuando estos se van me mira.

Me levanto, lista para enojarme con ella, pero miro sus ojos tristes y corro a sus brazos. La abrazo y lloro, ella me acaricia la espalda.

—Lo lamento tanto, mi niña. Nunca quise que esto pasara. Intenté convencerlos de la mala idea que era y cuando te vi en esa cama deprimida solo quise pararlo. Pero tus padres me advirtieron que si lo hacía te iban a alejar de mí.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora