Capítulo 96: Tal vez no tan peligroso

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Entro en mi habitación, está acomodado, como si lo de anoche no hubiera sucedido. Lo que realmente me sorprende es ver el cúter de vuelta en su lugar, no me esperaba que me permitieran tenerlo aquí.

—Confíanos en que se quede aquí porque sabemos que lo usas para tus lápices —me dice mi madre—. Sabemos que lo de ayer no se repetirá.

—Trataré de mantener mi mente ocupada.

Mi madre sonríe y sale de la habitación, mi padre se acerca y me abraza.

—Te amamos.

—Yo a ustedes.

Mi padre asiente lentamente con la cabeza y sale de la habitación. Me quedo sola, mis voces no hablan. Escucho un ruido y cuando volteo veo a Ethan caminando hacia mí. Tiene sus ojos grises y tristes fijos en mí, me toma de la mano y me lleva lentamente a mi cama. Se sienta en ella y me jala delicadamente para que me siente cerca de él para abrazarme. Me mantiene cerca, sin hablar, solo abrazándome. Siento que besa mi frente y mantiene sus labios apoyados ahí.

—No tienes idea de lo doloroso que fue pensar que iba a perderte —dice al cabo de unos minutos.

—Perdón.

—Yo lo lamento, me atrasé por una tontería. Si hubiera llegado unos minutos antes pude haberte detenido antes de que lo hicieras, pude haberte ayudado a ignorar a esos estúpidos gemelos malvados —siento agua en mi frente.

Lo veo, hay agua en sus mejillas, lágrimas. Extiendo mis manos y las seco.

—Every, eres la persona más importante para mí —acaricio su mejilla—. Eres la única persona que se ha tomado el tiempo para conocerme, que no me juzgó antes de hablar conmigo. Eres la única que me hace sentir bien y con la que siento que puedo ser yo. Perderte me destruiría —más lágrimas ruedan por sus mejillas y solloza—. Un día sin saber de ti fue como cien años sin respirar.

No sé que contestar ante esas palabras, solo sé que escucharlas me gusta y que me siento igual que él.

—Me da miedo perderte —me atrae hacia él y sigue abrazándome—. Me da miedo hacerte daño.

No esperaba que mi intento de suicidio pudiera causar esto en él, no creí que fuera a poder abrirse y confesarme lo mucho que le dolería perderme. Cuando Maddison se suicidó sentí que mi mundo había terminado y que ya no quedaba nadie que me importara. Creí que este semestre sería triste y que estaría sola el resto de mi vida. Al conocerlo no creí que fuéramos a llevarnos bien y temía un poco lo que podría pasar.

Pero todo eso ha cambiado en este tiempo gracias a todas esas noches en las que ha venido a visitarme. Estar con él me hace sentir bien de nuevo, pero, sobre todo, me hace ver que no tengo que ser normal y que puedo ser loca y excéntrica sin problemas. Ha estado conmigo en momentos buenos y algunos otros difíciles. Lo quiero cerca el resto del tiempo porque sé que bajo esa fachada de chico malo se esconde una gran persona, capaz de dar el amor que no cree merecer.

—También eres muy importante para mí, lamento haberte preocupado.

—Lamento no haber llegado a tiempo.

—No fue tu culpa.

—No, pero pude haber hecho más. Ni siquiera supe en que hospital estabas y no sabía si volverías hoy.

—Perdón.

—Deja de disculparte.

Lo miro, él se limpia más lágrimas. Me estiro para darle un beso en la mejilla, eso lo hace sonreír por primera vez en la noche.

—¿Quieres hacer algo o seguimos así? —me pregunta.

—Me gusta abrazarte.

—Bueno, pasemos así el resto de la noche.

Asiento con la cabeza y pego mi mejilla a su pecho. Cierro los ojos por unos segundos para relajarme con los sonidos de su respiración y de su corazón al palpitar.

El club de los trastornadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora