Mi psiquiatra me dijo que los jueves a las 7 de la noche hay una reunión en el auditorio para alumnos con trastornos mentales, dijo que era de las mejores cosas que tiene Mitril. Me recomendó ir, no es una obligación, pero me llama la atención lo que pueda pasar. Hoy Ken tiene entrenamiento, así que es la excusa perfecta para ir. Llego al auditorio y entro, me sorprende la cantidad de personas que hay. Me siento en el lugar vacío más cercano y espero.
—Hoy tenemos más personas que otros días, así que quiero darles la bienvenida a todos. En esta sala somos diferentes de tamaño, edad, religión y apariencia física, pero tenemos en común el diagnostico de algún trastorno psiquiátrico. En este espacio pueden hablar con libertad sobre su día a día en la universidad, sin miedo a ser raros o locos porque todos lo somos —eso me hace reír—. ¿Alguien quiere tomar la palabra?
La siguiente hora se pasa entre lo que cuenta el resto sobre lo que le ha pasado en estos días. No pasan demasiadas cosas interesantes, lo peor es un chico al que la persona que le gustaba lo dejó porque supo que tiene trastorno obsesivo compulsivo. Eso me hizo pensar en Alice, ¿cómo estará ella?
Los demás temas fueron irrelevantes, personas hablando con amigos y maestros, nada demasiado memorable. En general, la reunión no fue mala, pero tampoco me dan ganas de volver. Fue bueno venir y descubrir de que trata, pero no creo que lo haga seguido.
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El club de los trastornados
Teen FictionEvery descubrió a los 10 años que tiene esquizofrenia, las voces que al principio eran imaginarias ahora son amigos y compañeros eternos. Cuando ella entra a la preparatoria Sigmund Freud decide hacer público su diagnóstico para evitar cometer los m...
