Me levanto, estoy en un hospital. Mi padre está acostado en el sillón, dormido. Detrás de él hay una gran ventana, en ella se ve el cielo, apenas está amaneciendo. Parpadeo varias veces recordando lo que pasó la noche anterior, Negro y Rojo me llevaron al límite y me obligaron a cortarme.
-Odio lo que te hicieron -me dice Maddison, está frente a mi camilla.
-Solo me dijeron la verdad.
-No, te manipularon para que creyeras que mi suicidio fue tu culpa.
-¿No fue así?
-Claro que no.
-Entonces, ¿por qué lo hiciste?
-Te lo dije en la carta, no podía soportar que liberaran a mi primo. Eso no tuvo nada que ver contigo.
-Debí darme cuenta de que estabas mal.
-No era tu responsabilidad y no importaba lo que hicieras, tarde o temprano iba a hacerlo. Deja de culparte por mi suicidio.
-Es difícil cuando Negro y Rojo me lo recuerdan.
-No les hagas caso.
-Difícil.
-Todo estará bien -sonríe Maddison.
Suspiro, odio estar mal. Cierro los ojos. Odio el hospital, odio sentirme enferma, odio estar empeorando, odio formar parte de las estadísticas. Solo soy otra loquita que intentó matarse para callar las voces que la acosan, nada está bien.
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El club de los trastornados
Teen FictionEvery descubrió a los 10 años que tiene esquizofrenia, las voces que al principio eran imaginarias ahora son amigos y compañeros eternos. Cuando ella entra a la preparatoria Sigmund Freud decide hacer público su diagnóstico para evitar cometer los m...