Capítulo 56

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A la mañana siguiente, cuando me despierto, mi cuerpo no es mío. Pienso en el ron  y una arcada me hace sentarme de inmediato en la cama. Todo me da vueltas. Miro el suelo y se mueve. ¿Tanto ron bebí?
Tengo la vejiga a reventar e intento levantarme para ir a hacer pis. Todo se mueve y murmuro:

—Estoy fatal…

Miro hacia la puerta del baño. Está cerca. Me levanto, pero pierdo el equilibrio y, tras dar un traspié, me doy directamente contra la pared. En mi caída me llevo por delante la mesilla y la lámpara. Me toco la cabeza. Qué dolor… Atontada y en el suelo, miro a mi alrededor cuando la puerta se abre y entra Freen.

—¡Cariño! Grita, al verme en el suelo.
—Me he caído.
Menudo golpaso me he dado. Pero Levantándome con cuidado, miro su cara distorsionada. Juraría que está preocupada y pregunta:

—¿Te has hecho daño? Pero no hay tiempo de explicaciones y digo:
—Me meo… me meooooooooooo. Ella me coge en brazos, me lleva al cuarto de baño. Ay, Dios. Soy el antiglamour. ¡A lo que hemos llegado! Sin querer mirarla a los ojos, orino sentada en la taza, mientras esto no para y no para… y cuando por fin termino, cojo papel y me limpio. Intento levantarme, pero no puedo. ¿Qué me ocurre? Todo me vuelve a dar vueltas y vueltas. Noto las manos de Freen y le doy un manotazo mientras grito:

—Déjame y vete. Ella no se mueve y, pasados unos segundos, gruño:
—En cuanto pueda levantarme, me voy a mi casa. No me quiero casar contigo. Yo… yo no quiero que la persona que esté a mi lado sea infeliz y si ya lo piensas antes de la boda, es porque lo vas a ser. Me pongo a llorar y, despeinada y con el pelo sobre la cara, lloro sin importarme la pinta que debo de tener.
—No llores, cariño.
—¡Déjame en paz!
—Tranquilízate, por favor. Insiste ella con ternura.

Pero no me tranquilizo. Lloro mas qué la propia llorona y al final freen me levanta, me sube las bragas y me lleva de nuevo a la cama, mientras yo protesto entre sollozos. Una vez allí, me tumba y, retirándome el pelo de la cara, afirma:
—No quiero verte llorar. Pero yo soy como la llorona. Mis lágrimas brotan solas, soy incapaz de pararlas y oigo que Freen me dice:

—Te quiero, me quieres y nos vamos a casar.
—No, no lo vamos a hacer. Nuestros ojos se encuentran. La miro a través de las lágrimas. Tiene el semblante preocupado y se la ve agobiada.
Cuando cinco minutos después me tranquilizo, mi chica, con más paciencia que un santo, pregunta, tras secarme las lágrimas con un kleenex:

—¿Dónde te has dado cuando te has caído?

Me señalo la cabeza, que me duele una barbaridad y la oigo que dice tras inspeccionármela:

—Menudo chichón te ha salido. Me besa en la frente.
—Voy por hielo a la cocina. Me informa
—Eso te bajará la hinchazón.

Dos segundos después, estoy sola en la habitación. Las lágrimas siguen corriendo por mi cara. Estoy triste. Muy triste. Mi familia está lejos. La gruñóna cerca y antes de que regrese mi amor, me acurruco sobre la cama, cierro los ojos y vuelvo a caer en brazos de Morfeo.

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