Capitulo 110

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Firmar esto supone el fin de mi vida con Freen. La miro y me sorprendo al ver que me está mirando. La tristeza que veo reflejada en sus ojos es comparable a la mía. Me entrega el lapiz para que firme. Me lo exige y yo lo tomo con frialdad. Maldito amor. Maldito romance. Maldita mi vida.

Antes de firmar, me quito el anillo, y digo:
—Esto es tuyo. Creo que yo ya no lo debo tener.
Y para martirizarme un poco más, añado:
—Espero que encuentres a la mujer que verdaderamente te haga feliz y se lo entregues a ella.
Su gesto se descompone. Se debilita. Siento que mis palabras le duelen tanto como a mí. Pero sin hablar, sin decirme que estamos haciendo una locura, coge el anillo y se lo guarda en el bolsillo de la chaqueta. Durante unos segundos, la miro esperando que me diga que no firme los papeles, que los rompa, pero como no lo hace, al final pongo mi nombre y se los paso a Song.
—Esperen aquí. Les traeré una copia sellada a cada una. Dice, levantándose.
Sale del despacho, acompañada del hombre que ha ejercido de secretario y el silencio se apodera del lugar. Ninguna se mueve de su sitio. Nos miramos desde nuestros asientos y finalmente digo sin poder remediarlo:

—Sé que no me engañaste. Lo sé. Ella no contesta. Permanece inexpresiva, e insisto:
—¿Cómo se supone que voy a vivir ahora sin ti?
Freen cierra los ojos, respira hondo y, al abrirlos, responde:

—Deja de decir cosas que no te corresponden. Te recuerdo que aquí la romántica siempre fui yo. No sobreactúes. Y en cuanto al divorcio, tranquila, lo superarás.

Su frialdad me descoloca y cuando entra su abuela, se levanta, toma una de las copias y se marcha sin despedirse.

Tras firmar los papeles del divorcio, decido marcharme a Inglaterra unos días. Estar con mi familia y sentir su calorcito sin duda me vendrá bien. Hablo con ellos y alquilo una villa impresionante, con vistas al mar. Una vez allí, me llevo a toda mi familia a ese lugar. Es el único sitio donde los periodistas no pueden entrar. Durante el día, cuando estamos juntos en la piscina o sentados a la mesa, reina una aparente normalidad y brindamos por mi nominación a los premios de la música. Yo sonrío, quiero que me vean contenta. Pero cuando llega la noche, se turnan para entrar en mi cuarto y me hablan de Freen. Intentan entender lo que ha pasado entre nosotras. Yo los escucho y no digo nada. No quiero decepcionarlos y decirles que, en cierto modo, yo la he perdido. Sólo lloro. La más dura es mi madre. No me perdona no haber antepuesto a Freen al resto, aunque cuando me ve llorar, me consuela. Hablo con mi padre. Quiero comprarles una casa mejor y más cómoda que la que tienen, pero se niega. No quieren mudarse ni de casa, ni de barrio. Insisto. Pero al final me rindo.

Una de tantas noches en que no consigo conciliar el sueño, me siento al ordenador y veo que ha llegado a mi correo una noticia de Google. Tengo una alerta para recibir todo lo que salga sobre ella y me quedo sin habla cuando veo la noticia.

En ella se ve a Freen sonriente, cenando con una mujer. Maldigo. No la conozco, no sé quién es. Ver cómo le sonríe despierta mis celos, me provoca náuseas. Imaginar que le hace el amor como me lo hacía a mí me vuelve loca. Sin duda, ha decidido retomar su vida.

Acorto dos días mis vacaciones y decido regresar a Los Ángeles. Mi familia me asfixia, o quizá me asfixio yo sola. Debo retomar mi vida cueste lo que cueste.
Con las pilas recargadas después de haber descansado unos días en Inglaterra, de regreso retomo los ensayos de mi gira y, cuando me subo al escenario y canto, siento que me quito un peso de encima. Sin duda cantar me hace bien. La gira europea es un éxito. Visitamos España, Francia, Holanda, Alemania e Italia.

JUEGOS DE SEDUCCIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora