Capitulo 50

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Con Freen mi relación es perfecta. Viene a mi dormitorio todas las noches y juntas disfrutamos de lo que nos quita la razón, pero lo hacemos en silencio. Mi chica es morbosa, caliente y posesiva y eso cada vez me gusta más. Y hay ocasiones en que le vendo los ojos y la hago mía sin dejarle opinar, ni llevar las riendas del juego, la vuelvo loca con mi posesión.
En cambio mi relacion con su abuela es igual, tras verla llorar aquel día en su habitación, mientras miraba las películas, mi corazoncito se apiada de ella. Nuestro trato no ha ido a mejor, pero intento entender el porqué de su amargura. Sin embargo, soy incapaz de hacerlo. Si amaba a su hija y a sus nietas, ¿por qué está continuamente enfadada?
Una mañana en la que Freen la ha acompañado al médico, tras hablar con mi madre por teléfono y hacerle saber que estoy como una reina para que no se preocupe, me pongo a leer en una de las bonitas terrazas que tiene la casa.

Cuando llega la hora de la comida al entrar en el comedor, y ver la expresión de la vieja gruñona. Resoplo y me dispongo a plantarle cara.

—¿Algo que objetar, joven? Al oír eso, me contengo y pregunto:

—¿Usted qué cree?

El silencio cae de nuevo sobre el comedor hasta que ella vuelve al ataque:

—Ya me ha dicho mi nieta que te ha dejado las cosas claras.
Resoplo. Pero ¡qué tocanarices es esta mujer! Está visto que o le contesto o no me deja en paz. Así que miro a Freen y pregunto:

—¿Qué es lo que se supone que me has dejado claro?

Ella está incómoda, puedo verlo en sus ojos, y entonces, su abuela responde por ella:

—Te ha dejado claro quién manda aquí.
—Abuela, por favor, no empecemos. Dice Freen con cara de enfado. Me rio. Lo que esta vieja intenta es surrealista.

—¿De qué te ríes? Pregunta.

Niego con la cabeza y no contesto. Pienso en dedicarle unas palabra, pero mejor me callo por educación. Aunque dos segundos después insiste:

—Quien ríe último, ríe mejor, inglesa. Recuérdalo.

Vuelvo a resoplar. Me conozco y noto cómo mi adrenalina comienza a revolucionarse. Respiro hondo o exploto. Mi nivel de tolerancia con esta mujer comienza a desaparecer. Creo que toda persona tiene un límite y el mío, por desgracia, está muy cerca. Freen lo sabe. Con la mirada, me pide que no salte, que no diga nada. Me suplica que me calle. Me grita que está tan harta como yo de su abuela, pero que tiene que aguantarla.

Decido hacerle caso. Por ella haré lo que sea. Pero la señora gruñona, que es una jodida, sigue insistiendo:

—Di lo que tengas que decir. Vamos… atrévete…
—¿Quieres hacer el favor de dejar de agobiar a Rebeccs?
—P'Susie. Levanta la vieja la voz.
—¿Quieres hacer el favor de callarte? Estoy en mi casa y puedo decir lo que me dé la gana a quien me dé la gana. No te olvides de quién eres tú aquí.

La miro sin dar crédito a lo que oigo. En ese momento, Freen suelta un rugido, mira a su abuela furiosa y grita:

—¡Se acabó, abuela! No vuelvas a hablarles así ni a Rebecca ni a P'Susie. Te estás pasando. Yo no soy Lingling, ni Faye. Yo no voy a aguantar tanta tontería. Al final, lo que vas a conseguir es que salgamos por esa puerta y no volvamos más.
—Lo que ésta haga no…
—Me llamo Rebecca. La corto, dando un manotazo en la mesa.
- Desde que llegué a la casa, nunca me ha llamado por mi nombre. Siempre soy inglesa, joven o ésta... y eso comienza a tocarme la moral, por no decir otra cosa.

Sé que lo hace aposta. Sé que lo que busca es molestarme y ahora, ignorándome, dice:

—Freen, el otro día llamó Nita y…
—Abuela, ¡he dicho que se acabó!. grita ella.

La vieja sonríe. Pero ¿cómo puede ser tan mala? Está claro que disfruta con el daño que hace.

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